Durante una tormentosa noche, Shelley y Lord Byron felicitan a la esposa del primero por su magnífico y terrorífico relato del doctor Frankenstein y su monstruo; pero ella les revela que esa historia no se terminó con el incendio del molino, sino que tanto el doctor como su criatura sobrevivieron. Mientras el primero se recupera en su hogar junto a su amada mujer, el segundo huye hacia el bosque, dónde deberá lidiar con ese mundo que sigue rechazándolo, más por su aspecto que por su maldad. Aunque Henry ha decidido renunciar por completo a sus experimentos, todo cambia cuando se presenta en su casa el doctor Pretorius, un viejo profesor de la universidad que fue expulsado por sus experimentos, y le propone colaborar. Aunque no lo tiene claro, cambia por completo de opinión cuando le muestra unos pequeños homúnculos, creados a partir de elementos de la Tierra, nada de restos de cadáveres, y le ofrece una idea: crear una mujer… la novia de su criatura.
Aunque el argumento pueda parecer repetitivo —Frankenstein creando otro monstruo y el monstruo huyendo de los humanos—, sin embargo, cuando uno presta atención, ve en seguida que desde los dos puntos de vista se profundiza más que en la primera parte, y se añaden pasajes de la novela original omitidas en 1931. Mientras se sigue humanizando el monstruo, que empieza hablar, y empieza a entender el mundo que le rodea; el doctor se enfrenta a un nuevo reto, y es crear una nueva criatura sin los defectos de la primera, pero es que además la inclusión de Pretorius y sus métodos hace que se de una vuelta de tuerca más al hecho de jugar con la vida y la muerte. Y no es para menos, el personaje interpretado por Ernest Thesiger se convierte en el contrapunto perfecto para el asustadizo Frankenstein, consigue ser un villano tenebroso que asusta y cuyas sonrisas y miradas son suficientes para erizarnos la piel.
El éxito de El hombre invisible, hizo que se retomara la idea de realizar una secuela de las grandes películas que fueron Drácula y El doctor Frankenstein, y no se escatimó en gastos para ello, ya que solo desde las primeras secuencias vemos todo un despliegue de extras y amplios planos como el del molino o el interior del castillo de los Frankenstein, que se distancian de los pequeños escenarios de sus predecesoras; o el bosque por el que corre el monstruo para salvarse de los enfurecidos aldeanos.
Aunque James Whale se negó a dirigir esta segunda parte, aludiendo al hecho de que se había exprimido al máximo la historia en la película de 1931, finalmente aceptó y consiguió hacer una película mucho mejor que la primera. Incluso hoy, con más de ochenta años de vida, supera el principal defecto que siempre acarrean estas películas «clásicas»: los años; mantiene una frescura derivada de la tensión que se genera al ver como, a pesar de que Frankenstein se niega, en esta ocasión entran en juego otros personajes y otros intereses, confundiendo quienes son los buenos y quienes los malos de la peli. Hay momentos que no sabemos si la criatura es tan inocente como parece, desconocemos los motivos reales del ya mencionado Pretorius, y el propio Frankenstein que, a pesar de todo, sigue interesado en sus avances científicos.
Para acometer el rodaje, el director no dudó en confiar de nuevo en Boris Karloff —que fue acreditado al principio de todo simplemente como Karloff, como la gran estrella que ya era— y en Colin Clive que volvieron a interpretar a la criatura y a Frankenstein respectivamente. Por otro lado, aunque en la época se rumoreó que Bela Lugosi y Claude Rains fueron candidatos a interpretar a Pretorious, después siempre se dijo que el personaje había sido escrito para que lo interpretara Ernest Thesiger. Finalmente, la gran incorporación fue Elsa Lanchester en dos papeles que, aunque secundarios, han sido claves para la cultura popular; por un lado se pone en la piel de Mary Shelley en el prólogo de la peli, y, en el tramo final, apenas unos minutos —en los créditos solo aparece un interrogante—, se convierte en la novia de Frankenstein.
Todo ello se fusionó para dar lugar a una película maravillosa que se deja disfrutar aún hoy y que marcó un hito en el cine comercial. Lo que Universal consiguió con esta película fue liberar las ataduras de lo que significaban los Clásicos en mayúsculas, al ir un paso más allá en versionar las fuentes y empezar a dar su propio toque a lo que hoy llamaríamos una franquicia en expansión.