
The Substance ha causado bastante revuelo en este año, dividiendo a la gente entre quienes la ven como una obra maestra y quienes la consideran un exceso vacío. La película explora el culto moderno a la juventud y la perfección física a través del personaje de Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una mujer atrapada en un ciclo de autodestrucción al buscar un cuerpo perfecto mediante una droga experimental. Aunque parte de una premisa que tiene un potencial inmenso, la ejecución resulta desigual, oscilando entre la genialidad del apartado visual y una narrativa que, a ratos, se siente que le falta “sustancia”.
Desde el primer minuto, la directora Coralie Fargeat deja claro su mensaje: vivimos en una sociedad donde el valor de una persona parece medirse por su apariencia. Elisabeth es un reflejo extremo de esto, renunciando a todo –familia, amor, autenticidad– en su obsesión por mantener un cuerpo «perfecto». Este punto es poderoso y aterradoramente cercano a la realidad, y la película lo representa de forma visualmente impactante: desde los detalles grotescos del body horror, los primeros planos con el aumento de sonido, hasta la estética que recuerda a Kubrick en películas como El resplandor (The Shining) o La mosca (The Fly) de Cronenberg. Aunque la peli no deja una versión actualizada de El profesor chiflado de Eddie Murphy.
La actuación de Demi Moore destaca demostrando que sigue teniendo sustancia, capturando tanto la desesperación como la superficialidad de su personaje. Su interpretación está respaldada por un maquillaje impecable que convierte cada transformación en un espectáculo perturbador. La atmósfera está cuidadosamente construida, con referencias a los grandes del cine de autor y una banda sonora que intensifica el terror psicológico. Margaret Qualley hace de su contraparte joven y aunque también lo hace bien, la peli no termina de mostrar si realmente son la misma persona o no, no se entiende el por qué sigue haciendo las cosas que hace.

Y aquí está el problema: The Substance quiere ser demasiadas cosas a la vez. Se promociona como cine independiente con crítica social y una estética gore ultraestilizada, pero en el intento de abarcar tanto, pierde fuerza. La narrativa comienza con una idea interesante, pero esta se vuelve repetitiva y obvia a medida que avanza la película. En lugar de profundizar en temas como la alienación o la fragmentación de la identidad, la historia se inclina hacia un gore excesivo y, en algunos momentos, efectista. Además, la peli se hace larga, más de dos horas en las que la parte final se nota que no sabían como cerrarla y optaron por una sátira de los más previsible.
En resumen, The Substance es una montaña rusa visual que no teme provocar y que presenta una crítica social relevante, aunque no siempre logra ejecutarla con acierto. Es una película que probablemente dividirá a los espectadores: algunos la considerarán un hito del cine moderno, mientras que otros la verán como un ejercicio de estilo sin alma. Pero, en cualquier caso, vale la pena verla, si no por su contenido, al menos por el debate que genera.