
No hace mucho, un profesor de la universidad de la asignatura de Fonamentos de la Comunicación (ya, sí, lo sé, yo sigo sin saber de qué trata realmente) nos preguntó si nosotros habíamos matado a nuestros padres. A parte de la película Yo maté a mi madre de Xavier Dolan, el parricidio (psicológico) era un concepto que me sonaba impensable e ilógico. Aún así, me puse a darle vueltas al asunto y descubrí que, efectivamente, como la mayoría de jóvenes de mi edad ya había matado a mis padres. Y no hacía poco.
En el caso de Lady Bird no nos encontramos con una hija que ha matado a su madre sino con una joven que le ha practicado la ejecución británica y que posteriormente ha colgado sus restos putrefactos en el puente de Londres. Sí, Lady Bird es una película más de adolescentes que se preocupan por los chicos o por la popularidad de su instituto y que no paran de pelearse con su padres por el rollo (que no debería sonarnos a nuevo) de “mis viejos no me entienden”. Y aunque sea una obra que a priori no nos suena nada a nuevo, podemos ver que tiene algunos elementos que la convierten en un producto nada típico y que valdría la pena comentar. Así que vayamos despacito pero a fuegote.
Posiblemente, ante una película de este género y con la premisa que os he comentado tengáis miedo de que sea un producto infantil, muy superficial en sus temas y que, debido a su banalidad de la adolescencia, pueda terminar dando vergüenza ajena. A Lady Bird le termina sucediendo algo bastante similar a The end of the f***ing world: ambas empiezan con una idea muy infantilizada y vacía que nos puede echar para atrás (en la segunda secuencia de Lady Bird la protagonista lleva una escayola que pone “FUCK YOU MOM”) pero que no debe asustarnos ya que, con el transcurso de la obra, se aprovechará para realizar una mirada introspectiva de sus personajes o sus temas y mostrar así la complejidad de su guión. En los primeros cuarenta minutos de Lady Bird ya nos encontramos con más historias y personajes más elaborados que los que encontraremos en las obras comerciales, si solo te fijas en la escayola tendrías un problema.
Un aspecto de la película que está realizado con una precisión pulcra sería el tiempo cinematográfico y la narración de la misma. En la obra vemos todo un curso escolar (concretamente, el último curso de instituto de Lady Bird antes de estudiar en una universidad), y vemos todas las festividades correspondientes a toda esa jornada. Acción de gracias, Navidad o el baile de instituto de primavera pasarán por nuestras narices junto a momentos de intimidad de la protagonista mientras se descubre a sí misma y se relaciona con el resto de personajes del film. ¿Y cómo consigue la obra englobar todo ese tiempo de discurso? Mediante unas elipsis maravillosas que, sinceramente, dan mucho gusto de ver.
Dejando de lado si la actuación de Saoirse Ronan es buena o no (que lo es) el personaje de Lady Bird, la protagonista de la obra, es grandioso. Una adolescente soberbia, orgullosa, egocéntrica y que sufre un delirio de grandeza abismal (por favor, se ha escogido su propio nombre) pero que aún así depende totalmente de los demás para sentirse bien consigo misma. ¿Y quiénes serán los que la acompañen? Personajes tópicos nada nuevos: la chica marginada, la chica popular, la madre “distante” pero protectora, el chico “bueno”, el chico “malo” (no, no, no)… Son caracteres que habremos visto miles de veces en otras obras anteriormente, pero que no por ello son superficiales, además de ser tratados con una entereza y un cariño considerable. Se les trata como humanos, como iguales, y eso dará lugar a que los problemas de Lady Bird y su prole acabe pareciendo que son nuestros.
Son muchas las películas y series donde se trata la adolescencia con algunas ideas, temas y segundas lecturas más que interesantes. Si FLCL nos hablaba de la entrada a ésta (su prota Naota, con doce años, descubría la cara oculta de la Luna –o del propio mundo-), muchas otras como Clannad o The Tatami Galaxy nos hablan de la madurez, de la entrada a la vida adulta, pero sobretodo de la aceptación de uno mismo y de la necesidad de confiar en los demás. Lady Bird no se queda atrás y trata la llegada a la madurez con una mirada muy femenina, directa e incluso dura, pero también cariñosa. Se nota que Greta Gerwig recuerda su adolescencia como unos años duros pero también los rememora con una sonrisa en los labios.
Crecer nunca es fácil. Algunos quieren hacerlo lo más rápido posible, subir de escalón; otros, en cambio, preferirían volver a años pasados o envejecer más lentamente. Si madurar no es algo sencillo, independizarse lo es aún menos. Finalmente, Lady Bird es capaz de hacer las paces con su madre y abandonar el nido. Y es así, nosotros habremos matado a nuestros padres y madres, pero ellos no nos habrán matado a nosotros.