La historia se desarrolla a finales de los setenta, Ignacio Cañas es el típico chaval introvertido que no suele tener muchos amigos y además le hacen bulling. A parte de ir al instituto, trabaja en un local de salas recreativas. Un día, una chavala le empieza a hacer tilín y el chico va a hacer todo lo que pueda para acercarse a ella. Incluido, meterse en una pequeña banda de delincuentes de la ciudad. El chaval se irá integrando cada vez más a la par de que se va metiendo en un mundo que: o acabas en la cárcel o acabas muerto.
Las leyes de la frontera es una de esas películas que vale la pena ver. Daniel Monzón ha hecho una muy buena adaptación de la novela de Javier Cercas, en especial, en el aspecto artístico y visual. Esa fotografía y el estilo tan quinqui que rezuma todo, es como volver a esa época que ya queda tan lejana y que solo la recordamos por series como Cuéntame cómo pasó.
La película juega muy bien con los tiempos de la historia central, la del personaje protagonista, y las paralelas que van surgiendo con el paso de los minutos, con una buena presentación de los personajes, con una trama muy bien trabajada en donde se va cociendo a fuego lento lo que luego se desarrollará en la segunda mitad. En esta parte, una vez puestas las cartas sobre la mesa, y conociendo las inquietudes de cada uno de los personajes, es cuando tienen lugar unas escenas de acción muy bien rodadas, con atracos, persecuciones y tiroteos.
El largometraje no deja de ser un thriller con mucho ritmo, hay momentos para todo pero el drama y la acción es lo que más destaca. El guion es bueno y está dentro de lo creíble, no lo exageran demasiado y las situaciones podrían ser bastante realistas. Nada de flipadas al estilo americano. Aunque el final, como suele pasar en este tipo de films, queda algo atropellado. Pero nada destacable. Lo cierto que es en general todo está bien desarrollado. Si bien, el motivo del chaval y lo fácil que accede a la banda es algo que quizá está muy forzado, pero al fin y al cabo, si no hay esto no hay peli.
En definitva, es una buena película. No está al nivel de Celda 211, pero por ejemplo, está mejor que la de El Niño, ambas son del mismo director así que uno ya se puede hacer a la idea del desarrollo. Esta peli gana mucho por el ambiente y la estética. Solo por eso ya merece la pena verla.