
Debido a un cúmulo de circunstancias, Alan Quimp, un simple profesor de gramática y de conducción de un instituto, se ve abocado a la trepidante vida de un agente de campo de la CIA. Lo que empieza con una mentira para librarse de la presión de su mujer y de su suegro para conseguir un mejor empleo, pasa a ser una realidad cuando ayuda a un bailarín soviético a desertar de la URSS, algo que hará que la CIA, a la que todavía no pertenece, se quiera apuntar un tanto fichándolo. Poco después, será mandado a la Cuba de 1959, en la que, según los informes que tiene la Agencia de los agentes allí establecidos, no pasa nada… Pero sí que pasa, por lo que le ordenarán deshacerse de Castro, con catastróficas consecuencias.
Sí, es una comedia irreverente absolutamente con todo. Sí, a todas luces parece una secuela de Bananas. Sí, también aparece Woody Allen como actor. Sí, incluso se podría decir que tiene un estilo muy parecido al de Allen… Pero no, no se trata de una película de Woody Allen, ya que, si bien el director neoyorquino aparece en un papel secundario tan importante como el de John Turturro o el de Sigourney Weaver, no aparece acreditado de ningún modo. Entonces, ¿qué narices es esta peli? Pues la respuesta es muy sencilla, de entrada, esta peli es una de las grandes incomprendidas del cine. Cierto es que se trata de una cinta pequeña, hasta cierto punto discreta, pero no por ello debe ser pasada por alto.
Como hemos dicho, de entrada, si nadie nos dice lo contrario, creemos estar viendo una película surgida de la mente de Allen, ya que no solo tiene un estilo similar —al ser una película rodada a pequeña escala—, sino también tiene algunos de los elementos habituales en el cine de Allen. Su personaje principal es un hombre anodino, sin trascendencia, como en todas las películas de Allen. La ambientación tiene lugar en los Estados Unidos de los años sesenta, y ello se lleva a cabo con un viaje al pasado del que Allen también es habitual. Por si esto no fuera suficiente, lo que más nos recuerda a las pelis de Woody Allen es la particular forma que tiene de satirizar e ironizar las realidad, mofándose sin remilgos de todo y de todos, desde la CIA, a sus métodos, pasando por la clase alta americana de aquella época y, por supuesto, los regímenes de Cuba, tanto el de Castro como el del derrocado Batista.

Sobre el papel, todos los elementos que caracterizan Lío en La Habana, con el añadido de la presencia de Allen en el reparto, nos llevan a la equivocada conclusión de que se trata de una peli de Woody Allen; sin embargo, no es así, sino que esta sale de las mentes de Douglas McGrath —protagonista de la cinta— y Peter Askin. Y es precisamente en este pequeño detalle en el que reside el motivo por el que esta peli pasó sin pena ni gloria por las salas. Si estuviéramos hablando de una peli de Woody Allen, incluso de una de las menos acertadas, seguro que hubiese sido una de las pelis del año.
Sin embargo, a pesar de contar con los auspicios de Allen —que seguro que hizo algo más que actuar—, con un reparto de primer nivel —con nombres como los ya mencionados Sigourney Weaver o John Turturro, además de otros como Alan Cumming, Anthony LaPaglia, Denis Leary, Ryan Phillippe, Jeffrey Jones y Paul Guilfoyle— y de atreverse a satirizar uno de los episodios más vergonzosos de la historia de Estados Unidos, estamos frente a una de esas pelis de las que nadie se acuerda. ¿Por qué? Pues porque a pesar de ser muy divertida, rápida y entretenida, inevitablemente la compararemos con las cintas del neoyorquino, y nos parecerá menos de lo que realmente es. Es decir, es una peli de Woody Allen, sin serlo. En resumidas cuentas, Lío en La Habana es una comedia genial, ingeniosa, que hila fino y que consigue crear una imagen humorística de una época difícil de retratar; pero que, desafortunadamente para ella, no tuvo los suficientes «padrinos» para brillar cuando se estrenó, pasando rápidamente al olvido. Una buena peli, sin la promoción adecuada, que, sin embargo, ha envejecido mejor que otras. Cosas del cine.