
Son pocos los realizadores que han triunfado en su primera obra, Stanley Kubrick, Ridley Scott o George Lucas, son algunos ejemplos, entre muchos otros, y, entre ellos, aunque pocos lo sepan, se encuentra el director británico Guy Ritchie. Desde sus comienzos se labró los laureles del éxito, hasta el punto de ir mejorando asoliendo auténticas cimas en su filmografía, dejando el cine independiente británico para pasarse al comercial, con la mala fortuna que nunca ha logrado repetir los éxitos de sus primeros años. ¿Pérdida de estilo propio? ¿Búsqueda de hacer caja en lugar de contar buenas historias? Quién sabe, pero ahora nos centraremos en la cinta que dio el pistoletazo de salida a su ciclo de mafia británica, Lock, Stock and Two Smoking Barrels.
Esta peli nos cuenta la historia de cuatro jóvenes aspirantes a mafiosos, Eddie, Tom, Bacon y Soap, que con las expectativas puestas en ganar un dineral en una partida de póquer, consiguen endeudarse con el jefe mafioso del barrio, Harry el Hacha, al que tendrán que pagar medio millón de libras en una semana, para ello se les ocurre robar a unos ladrones que pretenden robar una granja de marihuana, que pertenece al camello del barrio, al que los cuatro amigos pretenden venderle la mercancía robada, y un largo etcétera de embrollos cada vez más complicados, en la que los implicados irán involucrándose más y cayendo en un espiral de deudas de la que, a priori, parece imposible salir.
Este film marcó el patrón por el que se guió Ritchie más tarde, llegando a crear un estilo tan propio que ha llegado a crear escuela, ya que además de sus propios filmes, películas como Ases calientes están claramente inspiradas en el peculiar estilo cinematográfico de Ritchie, así como las de Matthew Vaughn, en la que los giros de guion están tan calculados que todos los problemas irresolubles tienen una solución, por imposible que parezca. Por otro lado, tantos hilos argumentales que convergen redundan en un reparto muy coral, algo típico de los primeros años de Ritchie, en el que si bien hay unos protagonistas, también existen un sinfín de secundarios que aportan color y vida a un mundo muy completo como el que nos presenta el cineasta británico, hasta el punto de dar vida a un universo propio en el que podrían convivir muchas de sus pelis.

Con este film Ritchie, además de crear su propio género, descubrió a unos auténticos actores que después se convertirían en estrellas, los dos casos más destacados son los Vinnie Jones y Jason Statham. El primero, exfutbolista conocido por su agresividad en el terreno de juego, se ha labrado un carrera de tipo duro en el cine con películas como 60 segundos o La isla de los condenados, convirtiéndose en una estrella del cine mundial y un referente en el cine de acción británico. Jason Statham, que con este film consiguió su primer papel, ha ido más allá e incluso se ha convertido en uno de los hombres de acción del cine heredero de Stallone y Schwarzenegger, con una carrera tan extensa como exitosa que lo ha convertido en una de las mejores estrellas del momento.
El resultado de Lock & Stock, junto con todas las obras de Ritchie que han venido después, es que han creado un cine de mafiosos a la inglesa, siendo el referente de este género en las islas, y brindándonos algunos de los mejores filmes de acción lejos de los habituales tiroteos y persecuciones de los americanos; en los que además de una acción contundente y sin respiro, todo se impregna con un halo de humor negro que hace mucho más entretenidas sus películas, hasta el punto de descojonarnos ante la brutalidad de una secuencia en la que la situación más histriónica nos puede sorprender.
Esta, como todas las películas de Ritchie, son recomendables para aquellos amantes del cine de acción y de mafiosos que quieren un nivel más en los argumentos de este género, un paso más allá del mero crimen, sino de una trama cargada de más historias a su alrededor. Una de las cintas más brillantes que existen a la que se debe volver más a menudo de lo que uno pueda recordar.