
Los 4 Fantasticos, que tiene nombre de troupe de saltimbanquis de circo chungo de Badalona, es en realidad una película que nos cuenta cómo los creativos de Hollywood pierden absolutamente toda su credibilidad y, tras cobrar miles de millones de dólares, deciden gastarlo todo en cocaína, no pensar nada nuevo y dedicarse a fusilar las tramas de los tebeos de superhéroes de los 50.
La cosa se complica porqué, a diferencia de lo que nos han querido taladrar hasta el hipotálamo, habéis de saber que los escritores de cómics americanos eran —y lo siguen siendo— un poco tirando a una mierda. De hecho eran gente que no querían para escribir películas de cine y por eso acababan sus pobres días haciendo «cultura pop» sobre hojas de papel reciclado.
Pero ahora se cierra el círculo; los guionistas de Hollywood de hoy en día, están muy ocupados con sus viciadas al Black Ops, el brunch con margaritas y cupcakes y las cajas de pizza vacía que usan para mezclar cristal con cocaína. Seguramente porque las drogas que se toman hoy son bastante peores que las de antes los creativos de hoy ya demuestran ser mucho más ineptos en todo lo que inventan. Por esto se cargan con facilidad cualquier atisbo de interés que pudiesen tener los cómics de antaño.
En Los 4 Fantásticos tenemos a unos personajes reconvertidos en grupete de amigos de la universidad; tía buena, chico listo, hermano tonto, amigo pagafantas bonachón y tipo chungo envidioso. Personajes que se hacen científicos a pesar de ser imbéciles y les da por explorar las ondas de plasma en las tormentas solares. Y como son más chulos que un ocho van ellos en persona a investigar las llamaradas en una nave espacial construida por ellos mismos, para que nadie se lo pueda contar. Así no hace falta enviar una sonda o un robot no tripulado, que eso es de maricas de la NASA.
Por supuesto, lo que parecía peligroso resulta ser peligroso, y las llamaradas solares les impactan pero no los matan, algo que hubiese sido un estupendo colofón para tamaña panda de pringados y un buen final para la película. Aquí se demuestra que, lejos de freír a la peña en aceite de colza, las erupciones solares otorgan superpoderes random a aquellos que quieran ir de picnic a la heliosfera; la invisibilidad, la creación de campos de fuerza, el poder de encenderse en llamas, el estirarse como el chicle barato y el convertirse en piedra resultan ser el premio gordo a la inutilidad científica.
Al chico malo y envidioso la tormenta solar le da el poder de hacerse más feo, más malo, más taciturno y más pobre (va en serio, su empresa se va a la quiebra y lo echan a la calle). El tipo se enfada mucho y como no es ni de izquierdas ni de derechas, ni cree en los sindicatos y el 15M se la suda, se pone una máscara de metal que tenía como pisapapeles de atrezzo en el despacho y se va por ahí tirando rayos láser y matando a la peña. Que por otra parte es lo que haría cualquiera después de perder el curro!.
A todo esto, los buenos tienen grandísimos problemas existenciales, como conseguir aceptarse con sus nuevos superpoderes molones y lograr verse bien con una mallas ajustadas que difícilmente podrían ser más horteras. El que se ha vuelto de piedra es el que peor lo lleva, tiene una fuerza prodigiosa, pero a diferencia de los otros que pueden controlar sus poderes a conveniencia del guionista, él es de piedra a jornada completa, también resulta ser imbécil y tener la integridad emocional muy mermada las 24 horas del día. La excusa de que se ha vuelto muy feo, ahora que es de piedra, no cuela ni de lejos, porque antes también era un puto troll gordo trofollo al que no se acercaba nadie.
Resulta que el tipo de piedra se enfada porque su amigo dedica más tiempo a zumbarse a su novia que a buscar una cura para su pétrea condición. Una reacción muy comprensible en un crío de cinco años y no tanto en un adulto de alto nivel sociocultural. Se trata del típico efecto «tiran más dos tetas que dos carretas» que nunca perdonan los frikazos sin vida social, los que nunca han conocido hembra y en general los que tenemos la edad mental anclada en la adolescencia.
El tipo de piedra desconfía tanto de su amigo que se pone en manos del malo, que le quita los poderes y lo vuelve humano de nuevo, le pega dos hostias para que quede claro que lo estaba utilizando y entonces ya puede ir a por el resto del grupo. Eso si, sin matarlo, por si acaso tiene que volver para salvar a los buenos. Los buenos, siguen siendo tres contra uno, pero parece ser que sin el gordo de piedra ya no pueden ganarle… porque… ¡porque no!
Afortunadamente los poderes del gordo de piedra no estaban bien quitados y el tipo se vuelve a transformar, no queda muy bien explicado como lo hace porque para quitar o dar los poderes se necesita una super energía como la de la llamarada solar, cosa que el malo le ha proporcionado para quitárselos, pero que no se sabe de dónde saca para volvérselos a poner…
En fin, que vuelve justo cuando más se le necesita y le pega una somanta de hostias al malo. Pero parece ser que los buenos, ni aún con el gordo de piedra pueden con él, porque es inmortal o algo por el estilo, con lo cual daba un poco igual que se pasase la película tramando planes chungos para putearles, separarles y hacer que desconfiaran unos de otros. Bastaba con meterles dos rayos por el culo desde el principio, a poder ser, teniendo la precaución de enfrentarse a ellos uno por uno.
Pero no, lo único que hacia falta que hiciera bien el malo resulta que lo hace mal. Así que, los cuatro buenos juntos, unen sus poderes en una rebuscadamente espontánea argucia para inutilizarlo. Cómo matarlo sería demasiado fácil y ellos son los buenos, deciden pasar de él, lo meten en un container y lo envían a donde sea, sin ningún tipo de vigilancia, para que los guionistas del futuro lo rescaten, no sea que tengan que inventarse un nuevo villano y se les quemen las neuronas.
Un artículo de Mr. Xungar