
Cinco años después de salvar la ciudad de Nueva York del ataque de Gozer, los Cazafantasmas podrían seguir viviendo como héroes… pero no es así. Mientras Ray y Winston sobreviven como pueden participando en fiestas de cumpleaños infantiles, Egon sigue con sus estrambóticos experimentos y Peter presenta un programa de temas paranormales en la televisión local. Pero todo cambia cuando Dana reaparece pidiéndoles ayuda para resolver un extraño suceso que ha tenido con el carrito de su hijo, Oscar. Lo que al principio no deja de ser un mero incidente, los lleva a descubrir un río de mocos en el subsuelo de la ciudad que se nutre del mal humor de sus habitantes. Sin embargo, cuando quieran explicarse a las autoridades, nadie les creerá y los tomarán por locos, pero son unos huesos duros de roer y no permitir que otra amenaza ectoplásmica se apodere de la ciudad.
El lapso de tiempo entre el exitazo que supuso la primera entrega y esta, no fue dado solo por la falta de voluntad de estudio por comercializar de nuevo la marca —que también—, sino porque los principales implicados no tenían demasiado interés en hacerla, ya que sería difícil repetir el bombazo de 1984, y más en una época en que las secuelas y las segundas partes no eran tan habituales como hoy, a excepción de unas cuantas franquicias. Sin embargo, después de mucha insistencia, se consiguió convencer a Ivan Reitman para que se pusiera de nuevo tras las cámaras —algo que no tenía muy claro—, así como a Dan Aykroyd y Harold Ramis para que escribieran una segunda parte, y, como siempre, el más reticente en repetir fue Bill Murray, y más teniendo en cuenta el cambio de tono de la cinta.
En los largos cinco años, la leyenda de los Cazafantasmas no se quedó en una sola película, sino que se estrenó una serie de animación que fue un auténtico éxito televisivo entre los más pequeños de la casa, por lo que cuando Columbia quiso arrancar una nueva entrega cinematográfica, se dejó bien claro que debían quedar al margen los chistes más adultos y centrarse en hacer un producto family friendly —sí, por entonces ya existía ese término—, ajustándose al imaginario que había creado la serie. Por este motivo, además de cambiar ciertos aspectos de los personajes así como sus roles, así como el tipo de humor usado, también se incluyó el personaje de Moquete, un fantasma secundario en 1984 pero que en la serie de animación se había convertido en una especie de mascota del equipo.

Es decir, de forma general es una de esas películas que nadie quería hacer, hasta que se tuvo que hacer y la gente fue pasando por el aro, aunque, en muchos sentidos, perdiera un poco la esencia y la frescura de la primera entrega, que supuso un soplo de aire fresco tanto por concepto como por realización. Inevitablemente, esto conlleva una bajada de calidad, porque ya sabemos que cuando los ejecutivos meten mano en el apartado creativo, no acostumbra nada bueno. Es por este motivo que la trama tiende a ser bastante más sencilla y sin grandes sorpresa como lo fue la primera, echando mano a recursos facilones y que, aunque funcionan a nivel estructural, no provocan lo mismo en el espectador.
Con todo esto no estoy diciendo que la película sea un producto destinado a un público infantil, cargándose todo lo que logró la primera, sino que, al contrario, estamos ante una secuela más que aceptable y disfrutable, pero que, comparativamente, está muy por debajo en cuanto calidad a la primera, sobre todo porque se percibe que no había demasiadas ganas de hacerla. Sin ir más lejos, hay dos cosas que se dicen de Cazafantasmas II, la primera, que se cargó la franquicia, cinematográficamente hablando —dibujos, cómics y videojuegos siguieron—, y que por eso se ha tardado tanto a tener una tercera parte decente —y me refiero a la de 2021 y no a la de 2016—; y, por el otro lado, que fue uno de los motivos —porque seguro que hubo más— por el cual sus principales participantes —véase los casos de Bill Murray, Harold Ramis, Dan Aykroyd y Ivan Reitman—, separaran sus caminos, tanto en lo profesional como en lo personal. Pero dejando la rumorología y el morbo de reality a un lado, Los Cazafantasmas II es una película divertida que, a grandes rasgos, si bien reduce un poco sus carácter respecto a la primera, sigue siendo un buen producto de entretenimiento, con el que te ríes y con el que pasas un buen rato sin estrujarte demasiado la cabeza. En definitiva, solo tiene una única pega, que se forzara a hacerla en un momento inoportuno, ya que, por lo que se sabe, Dan Aykroyd —cerebro tras la idea original— tenía muy buenas ideas para varias entregas más, mucho más originales que la de un grupo de exterminadores de fantasmas que deben salvar la ciudad de Nueva York.