Habiendo visto las distintas apariciones en el cine de los piratas haremos una comparativa entre la imagen real y la imagen que nos muestra el cine de ellos. Para llevar a cabo esta parte del trabajo nos centraremos en catorce filmes seleccionados de este género cinematográfico, y que nos servirán como ejemplos para ver las características de los piratas del cine.
El mundo de los piratas no se limita a las personas en si, sino que es todo lo que les rodea, los barcos, los puertos marítimos, sus enemigos, etc. Por ello en este apartado no dejaremos de lado nada de ello y repasaremos como eran sus barcos, como eran las ciudades en las que se relacionaban, como era la Hermandad de la Costa, y como los ha visto el cine.
Las tripulaciones de los barcos piratas se caracterizaban por su heterogeneidad, los hombres eran de todas la edades y de todas las procedencias, había franceses, ingleses, holandeses, daneses, esclavos africanos y españoles, entre otras muchas nacionalidades, pero de cantidades menos representativas.
Para llevar a cabo el análisis de la tripulación, la dividiremos en tres unidades, el capitán, el contramaestre o segundo de a bordo, y la tripulación. Esta última se caracteriza por ser un grupo considerable de personas, habitualmente sin importancia en los filmes del género, pero a pesar de ser muchos y muy distintos, como ya he comentado, en las películas tienden a presentar unas características comunes.
Estos piratas son representados como un grupo de personas incultas y violentas, que no tiene voluntad propia y siguen sin dudarlo a su capitán -con algunas excepciones, que son las que terminan en motín-, o a cualquiera de ellos que les diga lo que quieren oír, y se caracterizan por no tener voluntad propia. Todos ellos llevan años en la mar, sin no contamos a los grumetes, y por lo tanto son rudos y expertos hombres de mar.
La gran mayoría van descalzos con pantalones anchos y mal cortados, y con pañuelos rojos en la cabeza, algunos con chalecos, otros con camisas, y otros con las típicas camisetas ralladas que vestían los marineros rasos en la Royal Navy británica. Luego hay casos concretos, como negros o indígenas de distintas zonas del globo, que van vestidos de la forma tradicional de su país.
Este era el aspecto y el comportamiento también en la realidad, pero mientras que en la gran pantalla se les da poco protagonismo debido al presupuesto, en la realidad todo eran sometidos al más riguroso orden con brutales formas y castigos, y los convertían en eso, una masa sin voluntad que actuaba según los designios de un capitán y un contramaestre que tendían a ser déspotas.
Al frente de todos ellos se encuentra el contramaestre, que, como ya hemos comentado, se perfilaba como alguien duro y que dominaba a la tripulación con su fuerza, era el brazo derecho y violento del capitán. Es con este personaje donde empezamos a ver las diferencias entre lo real y lo ficticio, porque mientras que los que pertenecen al bando malvado, en los filmes, son representados siguiendo estos parámetros, o incluso aumentando la crueldad y la dureza, los contramaestres de los navíos del bando protagonista eran agradables con sus hombres, pongamos como ejemplo dos casos que nos muestran esta diferencia. En el clásico de animación Peter Pan, el contramaestre pirata es el Señor Smee, que a pesar de ser el contramaestre es todo lo contrario a las características ya explicadas, porque es un personaje débil y asustadizo, más parecido al mayordomo o asistente personal del capitán que no a su brazo violento.
En la segunda y la tercera entrega de la saga Piratas del Caribe, aparece un segundo barco maldito, el Holandés Errante, capitaneado por Davy Jones y su contramaestre, Maccus, -dejando de lado su aspecto de medio hombre tiburón martillo- es alguien muy violento y acostumbrado a aplicar castigos muy severos a sus hombres y disfruta haciéndolo, mientras que el contramaestre de Jack Sparrow, Gibbs, a pesar de tener bien controlados a sus hombres, en ningún momento, a pesar de sus amenazas, aplica castigos o se comporta de forma violenta, sino que más bien se impone por experiencia.
El capitán del barco pirata era el más experto de los tripulantes del barco y acostumbraba a ser elegido por los miembros de la tripulación, era respetado y daba ejemplo a sus hombres, que si no tenían ninguna queja, le seguían a pies juntillas. De carácter fuerte, para mantener a raya a los marineros, incluso al contramaestre, era el que ponía las normas a bordo y el que las ejecutaba, pero no por ello sacaba mayor beneficio que su compañeros, ni tenía favoritismos durante los viajes. Acostumbraba llevar alguna seña de identidad, como casacas, grandes sombreros, etc. por el resto de cosas, tanto de forma de comportarse como de aspecto era igual que sus subordinados, ya que el era un princeps inter pares de la tripulación.
En la mayoría de filmes así es como se representa a los capitanes, Jack Sparrow, Long John Silver, el capitán Red, Vallo, etc. Pero hay otro tipo de piratas que se caracterizan por ser nobles, señores que a pesar de ser piratas no olvidaban la ora del té, o no despreciaban un buen afeitado.
Este tipo de capitán pirata seguramente esta influido por la imagen de Bartholomew Roberts que, tal y como nos describe el gran historiador de la piratería, Philip Gosse, “no bebía más que té […], era ordenancista riguroso […], no admitía mujeres a bordo […]. Tampoco toleraba las apuestas de naipes o a los dados […]. Roberts no estaba dispuesto a tolerar ninguna pelea entre su tripulación a bordo”, y acaba diciendo sobre su aspecto que “Bartholomew debía dar la perfecta imagen de un pirata cuando se ataviaba para la acción. Un hombre alto y moreno, vestido con una rica casaca de damasco y calzas, una pluma roja en su sombrero, una cadena de oro al cuello de la que pendí una gran cruz de diamantes, una espada en la mano y dos pares de pistolas colgando de un tahalí de seda terciado al hombro”.
El más claro ejemplo de un capitán de estas características en el cine es, sin duda, el Capitán Garfio, o Captain Hook en la versión original, un noble marinero, más parecido a los capitanes de la Royal Navy que no a un capitán pirata, alguien con clase, presumido y muy educado, pero que pierde el control y la compostura cuando da vía libre a sus obsesiones, cazar a Peter Pan, culpable de la pérdida de su mano, y el oro, como todo buen pirata de la literatura.
Un elemento fundamental del mundo de los piratas son los barcos, ya que eran su forma de vida y su enseña personal. Estamos acostumbrados a ver en las películas grandes navíos, con mucha tripulación, y mástiles muy altos, que realizaban grandes travesías por todo el mar, pero en realidad la mayoría de piratas se desplazaban en pequeñas goletas y no se alejaban demasiado de sus amarres.
Si que es verdad que hubo algunos piratas que comandaban grandes embarcaciones, como el caso de Edward Teach o Bartholomew Roberts, pero lo hacía por pequeños períodos de tiempo, ya que estos navíos pertenecían a sus víctimas, y al destrozarse el barco pirata, ocupaban el vencido. Los que si se desplazaban en grandes navíos eran los corsarios, pero estos tenían el respaldo financiero de alguna corona europea, y se podían permitir estas embarcaciones. Pero lo normal en los piratas era que viajaran en barcos de pequeña eslora, con poca tripulación y que hicieran recorridos cortos.
Normalmente, los piratas actuaban de dos formas, conociendo el recorrido de su presa, y la atacaban en un lugar determinado, o navegaban por una zona en concreto en busca de la presa más fácil. Tanto en una forma como en otra, los piratas, a menos que tuvieran un plan preciso de ataque, no estaban mucho más de dos días seguidos navegando, volviendo después a su amarre, o al puerto que tuvieran previsto atracar para gastarse su botín.
Pero a lo que estamos acostumbrados, como ya he dicho, es a ver capitanes pirata encima del castillo de popa de una enorme fragata con una gran arboladura, dirigiendo a un centenar de hombres que se mueven como un reloj para controlar el navío en cuestión. El ejemplo más claro de esto es el navío que lidera el Pirata Negro, un barco de unas dimensiones extraordinarias y con un overbooking de tripulación.
Los piratas no estaban siempre en alta mar, ya que en algún lugar tenían que gastar sus botines, y lo hacían en los puertos, donde hallaban bebida, mujeres y juegos de azar, entre otros muchos pasatiempos. Debemos distinguir entre refugios y lugares de ocio -por no decir vicio-, así pues, el refugio más conocido es la isla de la Tortuga y, en concreto, la llamada la “Hermandad de la Costa” o “Cofradía de los Hermanos de la Costa”, que había en ella. En el film Piratas aparece un sucedáneo de la Hermandad de la Costa, representada por una taberna a ras de playa donde los piratas amotinados del navío español obtienen refugio y víveres, a pesar de las reticencias del propietario, al que llaman Holandés Errante. Pero esta imagen de la Hermandad de la Costa queda corta en respecto a la realidad, mientras que la que aparece en Piratas del Caribe. En el fin del mundo, peca por el exceso.
En la última entrega de la trilogía de Disney, aparece la “Cala de los Naufragios“, una ciudad creada a base de cascos de navíos, formando algo parecido a un rascacielos en el interior de una bahía, donde los piratas de los Siete Mares se reúnen para decidir sobre el futuro de la Hermandad. Esta imagen, a pesar de ser espectacular e idílica, sobrepasa la imagen real, ya que la Hermandad de la Costa no era más que “una asociación [masculina] de filibusteros, pero su finalidad no era organizar la piratería, sino garantizar a sus asociados el libre ejercicio independiente de tal profesión. Se gobernó por medio de una especie de Consejo de Ancianos, integrado por los más viejos, cuya misión era conservar la pureza del espíritu libertario y decidir la admisión de nuevos hermanos. Más tarde se eligió un jefe, llamado gobernador, […] Las grandes decisiones se tomaban sin embargo mediante una junta de capitanes, […] No había prestaciones para la comunidad, ni impuestos, ni código penal, ni persecuciones a quienes abandonaban la hermandad. Tampoco se reconocían nacionalidades, idiomas, ni religiones. […] Norma fundamental de la Cofradía era la ausencia de propiedad individual de lo que podríamos llamar “bienes de producción”; la tierra y los barcos”.
Pero no en todos los puertos eran bienvenidos, más bien lo contrario, eran pocos los que aceptaban recibir a tales hombres. A medida que los corsarios pasaban a ser piratas, los puertos iban cerrándoles las puertas, porque en un principio, cuando esta forma de crimen marítimo estaba aprobada por el gobierno, los puertos que pertenecían a la correspondiente corona daban cobijo a sus héroes, pero cuando las monarquías europeas dejaron de respaldar esta forma de combate internacional, los puertos que no encontraban en los piratas una fuente de ingresos, les prohibieron la entrada y si alguno se atrevía a entrar dentro los límites de alguno de estos territorios, eran detenidos y ajusticiados por actos de piratería.
Cuando se quiere representar estos lugares en las películas, se pueden ver dos tendencias, la española y la británica, es decir, hay filmes, como El temible burlón o Piratas, en que los enemigos de los piratas son españoles, y por lo tanto, los puertos que se ven afectados son los de las colonias hispánicas. Estos puertos o fortalezas costeras se caracterizan por su similitud a los pueblos de la costa andaluza, en que las casas son blancas, encaladas y de techos planos, con suelos de tierra, y dominadas por una gran fortaleza, del mismo estilo que las casas, pero de dimensiones considerables. Además, se caracterizan por tener puertos cerrados para una mayor defensa en caso de ataque.
Por otro lado hay la tendencia británica, en que los realizadores han creado un enemigo británico -evidentemente, por la procedencia del film- como en el caso de Piratas del Caribe, y las casas, que hay en los puertos donde actúan los piratas, se caracterizan por la combinación de la piedras y la madera para la estructura de la casa, los techos de dos vertientes, los suelos empedrados, y un tono más bien gris, a comparación de la blancura que predomina en la tendencia española.
En muchos de estos lugares, para advertir a los piratas que eran personas non gratae, se colgaba a las afueras de los puertos algunos de los ajusticiados, dejando bien clara la advertencia. Este detalle, muy habitual en la realidad, en el cine solo lo vemos en la primera escena de Piratas del Caribe, porque, a pesar de ser la más fantasiosa del género, es la que ha cuidado más la ambientación, y porque se ha alejado de la imagen romántica de la piratería, en que los castigos de los piratas se limitaban a un tiempo en el calabozo.