Un pequeño pueblo de granjeros al otro lado de la frontera es asediado y expoliado de forma continúa por Calvera y su tropa de bandidos. Los campesinos, superados por la situación, reúnen todo lo de valor que tienen y se lo llevan para poder comprar armas con las que luchar contra Calvera. Sin embargo, cuando ya están al sur de los Estados Unidos, se topan con Chris Adams, un pistolero cajún, que hace frente a todo a un pueblo que se niega a enterrar a un indio en el cementerio, solo con la ayuda de un tunante de gatillo fácil, Vin Tanner, por lo que no dudan en pedirles ayuda. Y, a pesar de lo poco que tienen para ofrecer a cambio, Chris y Vin no dudan en aceptar, pero antes de llegar al pueblecito, deciden reunir a un grupo de pistoleros expertos para que entrenen a los campesino y les ayuden a enfrentarse al temible Calvera.
Fue el propio Yul Brynner el que se interesó por el argumento de Los siete samuráis que Akira Kurosawa había estrenado con tanto éxito unos años antes, para adaptarlo al equivalente americano del Japón de los samuráis, el Lejano Oeste, y aunque no deja de ser aproximadamente el mismo argumento, el resultado fue lo suficientemente bueno como para que esta película brillara con luz propia, dejando su origen en una mera anécdota. Y es que no podía ser de otra manera, bajo las órdenes de John Sturges —que también reuniría un espectacular reparto para La gran evasión en 1963—, actuaron un grupo de actores formado por el propio Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, Robert Vaughn, Brad Dexter, James Coburn y Horst Buchholz, con Eli Wallach en el papel de villano, todos ellos actores consagrados o en alza. Y, a pesar de que se afirmó que hubieron muchas tensiones entre Brynner y McQueen, todos actuaron como auténticos profesionales llenando la pantalla con todo su talento. Todos encajan en su papel de forma magistral, se ve una complicidad entre ellos —real o ficticia— muy creíble, propia de un grupo de hombres que saben que van a luchar codo con codo.
Además del reparto, uno de los elementos que más atrajeron de esta película fue su argumento, que presentaba a un grupo de hombres que, de por sí, no deberían dar nada por un grupo de campesinos mexicanos pobres, sin embargo no dudan en ayudarlos. Esta demostración de honor, valor y solidaridad gratuita hizo que la gente fuera en masa a los cines, para disfrutar de una historia de héroes, aunque ambientada en un tiempo y en un lugar en el que los héroes se podían contar con los dedos de una mano.
Aunque el tipo de argumento que nos narra Los siete magníficos, que claramente es un drama —e intentando evitar spoilers, sobre todo por el sacrificio final—, la película se enmarca más como una película de aventuras con dosis de humor. Por ejemplo, cuando reclutan a los siete hombres, sus presentaciones son geniales y muy divertidas, así cómo se enfrentan cuando pretenden entrenar a los campesinos.
A pesar de sus muchas genialidades, Los siete magníficos tiene que enfrentarse a un error garrafal, pero justificado por la época en la que fue rodada… La poca variedad de personajes. Es decir, sí, hay un lanzador de cuchillos, un cazarrecompensas, etcétera, etcétera. Sin embargo, todos son hombres blancos —aunque el físico de Yul Brynner lo convierta en un pistolero cajún—, a excepción de los campesinos y los bandidos, que son mejicanos, cuando la realidad era muy distinta. Había africanos, asiáticos, blancos y, por supuesto, mujeres que aquí, con la excusa de protegerlas, apenas aparecen y, cuando lo hacen, no tienen presencia. Sin embargo, en 1960, en plena lucha por los derechos de los afroamericanos, y mientras Hollywood justo llegaba al final de la censura impuesta por McCarthy, y de la que aún se tardaría unos años en recuperarse, eran pocos los atrevidos a introducir «ideas nuevas» en un género tan clásico como el western.
Aún con estos pequeños fallos, Los siete magníficos, por unos motivos o por otros, fue todo un éxito y lo sigue siendo hoy en día, por lo que forma parte de esas películas que han superado la prueba del tiempo, y aún hoy siguen siendo tan buenas como el día que las estrenaron.