
Peter Weir ha llevado a la gran pantalla la más reciente de las películas que se enmarcan en el período de las Guerras Napoleónicas, Master and Commander. Esta vez, como sucede en El Hidalgo de los Mares y Waterloo, es desde la visión de los enemigos Napoleón, en concreto de los británicos.
La acción gira entorno a Jack Aubrey «El afortunado» (Russell Crowe) capitán del navío HMS Surprise que tiene la misión de seguir y capturar al Acheron, un navío perteneciente a la marina francesa. La persecución empieza en el Atlántico, a la altura de la costa norte de Brasil, tal y como indicaban las órdenes que había dado el almirantazgo, pero esta sigue cruzando el Cabo de Hornos, hasta llegar a las islas Galápagos. Durante todo el film hay diversos enfrentamientos, algunos más y otros menos directos, estos son en forma de batallas navales, en las que el Surprise, inferior tecnológicamente al Acheron, sufre mucho, tanto en lo material como en lo personal, mostrándonos, como ya comentaremos más adelante, la cara marina, y oculta, de Napoleón y sus batallas. El argumento del film se basa en las populares novelas de Patrick O’Brian, de la serie Aubrey-Maturin, mezclando elementos de diversas de ellas, y ofreciéndonos una visión amplia de lo que la obra de este autor inglés.
El personaje de Russell Crowe, Jack Aubrey, está inspirado en un personaje real, Lord Thomas Cochrane, un marino inglés que luchó a principios del siglo XIX en las guerras napoleónicas y más tarde colaboró en la independencia de Chile y Perú, además de servir en las armadas de Brasil y Grecia.
La película tiene muchos puntos fuertes como las excelentes batallas navales, la ambientación histórica, el argumento, el tratamiento de los diversos sentimientos de la tripulación, etcétera. Pero tiene un destacable defecto, la cronología y las referencias temporales, con esto no me estoy refiriendo a que haya anacronismos graves –ya que en toda película de carácter histórico siempre los hay–, sino que después de las indicaciones iniciales sobre la situación y la fecha del HMS Surprise, ya no se dan más referencias, exceptuando algún que otro comentario de los personajes sobre los días de lluvia o sequía, y otras cosas por el estilo. Esto provoca en el espectador una confusión, ya que no sabe si los marineros llevan días, meses o, incluso, años en ese barco sin ver tierra, y por lo tanto la concepción de los sentimientos de los diversos personajes puede resultar errónea.
En cuanto a los puntos positivos del film hay muchos y muy remarcables, pero los que destacan con notoriedad son la ambientación histórica y la batallas navales. En cuanto al primero se debe decir que todo se basa en una perfecta recreación del vestuario y de los navíos, ya que son los únicos referentes temporales que podemos encontrar en la película. Además podemos ver toda la jerarquía que había en aquella época en los barcos de guerra, desde el marinero raso al capitán, y como se comportaban y como se trataban los unos a los otros. En cuanto a los barcos se tratan de reproducciones de la época creadas especialmente para rodar esta película, por lo tanto hay un estudio histórico detrás muy importante, para que no haya fallos.
La potencia del film reside en la magnífica escenificación de las batallas navales, algo que normalmente queda artificial si no se hace con cuidado. Peter Weir nos pone en el interior del navío durante las batallas, no se queda tan solo en planos aéreos y primeros planos, sino que ves toda la acción desde diversos ángulos, sin escatimar cámaras ni extras, dando mayor realismo a la escena, además la cantidad de sangre utilizada es la suficiente para parecer real, es decir, no exagera. El movimiento de los barcos son ágiles, reales, y porque están gravados sino podíamos creer que son de principios del siglo XIX. Tratándose de una película sobre guerra naval este elemento era básico que fuera perfecto, y así lo ha conseguido.

A pesar de enmarcarse en el período de las Guerras Napoleónicas, en ningún momento aparece el continente ni tampoco el personaje que le da nombre al período, pero si se hace referencia al emperador francés, y se hace de forma negativa, lo tildan de loco, egomaníaco, tirano, de ser el mismo diablo, etcétera, etcétera. Además podemos ver cómo los británicos despreciaban al corso –no por considerarlo un loco, como ya hemos dicho, sino por ser mejor militar que ellos–, y lo hacían a través de múltiples sobrenombres como Boney el Ogro.
Por contra se hacen muchas alabanzas al almirante Horatio Nelson, por pertenecer al mismo bando y ser el maestro de muchos de los capitanes, entre ellos el ficticio Jack Aubrey, por ser uno de los mejores militares y, con total seguridad, el mejor almirante de la historia. Además hay un guiño, bastante evidente, hacia Nelson, ya que el joven Blakeney pierde un brazo –al igual que Nelson–, y volviendo al servicio más tarde alentado por el hecho de que si Nelson a pesar de faltarle un brazo llegó donde había llegado, él podría llegar al mismo lugar. Cabe mencionar que Nelson murió durante la batalla de Trafalgar, pero los personajes, no conocedores de este hecho, lo están alabando, los jóvenes oficiales esperan conocerle y todos quieren verlo venciendo a Napoleón, cuando probablemente ya había perecido en las costas españolas.
Como ya hemos dicho en este film no aparece ni Europa ni Napoleón, pero se trata de una representación de algo habitual durante esa época, el corsarismo. Tampoco se trata de un corsarismo como el de Sir Francis Drake, sino más bien que entre los barcos de distintas nacionalidades cuando se atacaban, los enemigos siempre eran considerados corsarios o piratas, debido a que el mar fue, durante casi toda la historia, tierra de nadie, y allí todo estaba permitido.
Las Guerras Napoléonicas tuvieron una cara marítima, no muy importante, pero la tuvieron, la famosa batalla de Trafalgar es un hecho de esta faceta de la guerra de Napoleón. El emperador francés, un artillero, no tenía confianza en la marina, por diversos motivos, por un lado el marina francesa era más bien pobre si la comparamos con la británica –aunque comparándola con la británica, todas las armadas son pobres–, y porque el ganaba las batallas en tierra, basándose en la artillería y en la caballería, entonces ¿que tenían que ver los barcos y el mar con él? Pues bien, él utilizó los barcos para tener entretenidos a los británicos, para que estos se pelearan en el mar, y tuvieran menos efectivos en barcos para trasladar las tropas de infantería al continente, pero la superioridad de los británicos en el mar hizo que la táctica de distracción se convirtiera en un quebradero de cabeza para el emperador.
En el film, vemos un claro caso de esta “distracción” de Napoleón, mientras que un navío, potencialmente superior como el Acheron, destroza a un barco británico por medio mundo, este no puede dar apoyo marítimo a las tropas de tierra. Pero también podemos comprobar como los británicos, expertos marinos, consiguen superar al Acheron y vencerle, por lo tanto la distracción se convierte en una derrota. Este caso, ficticio completamente, es igual que los muchos que se daban lugar por los siete mares, ya que la marina francesa intentaba ataques o conquistas de los puertos británicos en alta mar para que estos no estuvieran al lado de la infantería, no solo lo intentaba para distraer, sino para lograrlo, pero enfrentarse a la marina británica no era cosa de niños, y por lo tanto la mayoría de veces acababa en derrota francesa.
En definitiva, un magnífica película, que retrata a la perfección una faceta de la era napoleónica y, mediante la ficción, nos muestra la realidad europea, y de medio mundo, de principios del siglo XIX.