Mickey, Donald y Goofy abandonan la contaminada y horrible ciudad en una maravillosa caravana, para buscar lugares más agradables. Aunque el coche que tira de ella está un poco destartalado, la caravana tiene de todo: camas, cocina, baño, espacio para el coche, e, incluso, todo un escenario para tener siempre unas vistas perfectas. Y lo más impresionante de todo ello, que lo tiene en un solo habitáculo absolutamente mecanizado.
Todo parece prácticamente idílico, pero, mientras desayunan, y por culpa de un despiste de Goofy —que ha dejado el coche en marcha para sentarse a la mesa—, la caravana se desprende del automóvil y empieza un descenso cuesta abajo, con Mickey y Donald en su interior rezando para no estrellarse, ni caer por un precipicio.
Nuevo cortometraje protagonizado por el trío de estrellas, que una vez más demuestran tener unos roles y unos perfiles bien definidos. Mickey es alguien hábil con recursos, Donald es un cascarrabias y Goofy es un auténtico desastre, pero como nos gusta verlo así. Sin ir más lejos, durante el desayuno, Goofy protagoniza un gag brillante cuando intenta comer algo. Primero ve como unos cajones le arrebatan una patata cocida, después, los mismos cajones, le revientan una sandía en la cara y, finalmente, aunque consigue hacerse con una mazorca, por error de cálculo, acaba convirtiéndola en palomitas al meter un tenedor en el enchufe mientras la sostiene.
Este corto —en el que Pete hace un breve cameo como conductor de un camión— es, sin duda alguna, uno de los más geniales de la época. Ya que, además de que los realizadores demuestran un talento técnico increíble, visualmente tiene una fluidez y un dinamismo incomparables.