
En Misión Imposible: Sentencia final, Christopher McQuarrie entrega lo que debería ser el clímax de la saga, pero lo que nos llega está lejos de ser memorable y, desde luego, no es lo mejor de la franquicia. Tom Cruise sigue dejándose la piel y corriendo como si el tiempo no pasara por él, pero ni su entrega ni las acrobacias más imposibles logran tapar lo que, en esencia, es una película irregular, desaprovechada y con muy poco espíritu de espionaje. Lo que en los primeros títulos era intriga, tensión y conspiraciones internacionales se ha convertido aquí en una sucesión de escenas espectaculares unidas por un guion que apenas se sostiene.
La trama, que sigue la historia de la entrega anterior, Misión Imposible: Sentencia mortal – Parte 1, esta centrada en una inteligencia artificial, llamada La Entidad, que promete intriga pero se diluye rápidamente, dejando un vacío que no se llena con otros elementos. La historia, poco atrayente, provoca que el espectador pierda la concentración mientras espera una acción que tarda demasiado en llegar. Y cuando finalmente lo hace, los altibajos son evidentes. La secuencia del submarino, aunque visualmente es genial, se ve lastrada por la lentitud propia de su ambientación acuática, cortando de raíz cualquier tensión acumulada. La escena de los aviones, en cambio, brilla como lo mejor del metraje: innovadora, vertiginosa y filmada con una maestría visual indiscutible. Lástima que un destello tan brillante no baste para salvar un conjunto tan apagado.
Otro punto débil son los diálogos: extensos, innecesariamente emotivos y, en muchos casos, redundantes. Rompen por completo el dinamismo que debería tener una cinta de este tipo y, en lugar de generar empatía, hacen que la película pierda energía. La seriedad del tono, demasiado forzada, impide que esta entrega se sienta como una auténtica Misión Imposible, asemejándola más a una superproducción de acción genérica, carente de la adrenalina y el ritmo frenético que caracterizaban a la saga.

El villano, que en una franquicia de estas dimensiones debería ser un pilar fundamental, resulta insípido y poco carismático. No intimida, no sorprende y ni siquiera logra construir una motivación convincente. En definitiva, un antagonista olvidable que refuerza la sensación de que todo el peso recae sobre Cruise, sin un verdadero contrapeso dramático que eleve la historia. Tanto el villano humano (Esai Morales) como la propia IA dan la sensación de tener planes absurdos y poco creíbles, especialmente en el caso de la inteligencia artificial.
Visualmente, la película mantiene el listón en cuanto a producción. Y aunque Cruise continúa rodando muchas de sus escenas sin dobles, la mezcla con efectos digitales desiguales deja un regusto extraño: lo real impresiona, pero lo artificial saca al espectador de la inmersión.
En conclusión, Misión Imposible: Sentencia final no solo no cumple con la promesa de un cierre épico, sino que se queda en tierra de nadie: demasiado grandilocuente para ser creíble, demasiado seria para ser divertida y demasiado irregular para ser memorable. Lo que debería haber sido la culminación de una de las sagas de acción más icónicas termina pareciendo un ejercicio mecánico, sin alma ni frescura. Ni siquiera los fans más fieles encontrarán aquí la chispa que convirtió a Misión Imposible en un referente.