En la última entrega de Misión Imposible, dirigida por Christopher McQuarrie, nos encontramos con un cóctel explosivo de acción, efectos especiales y, desafortunadamente, algunos tropiezos narrativos que no pasan desapercibidos. La película, que sigue las aventuras del incansable Ethan Hunt, interpretado por un Tom Cruise que parece desafiar las leyes de la física y el envejecimiento, presenta un despliegue de acrobacias y secuencias de acción que rozan lo absurdo en su grandiosidad
Hayley Atwell es la nueva incorporación al reparto, algo así como la nueva chica Bond, aportando frescura y carisma, aunque su personaje a veces parece estar allí más para lucir en la pantalla que para aportar sustancia a la trama. El resto del elenco, incluyendo a veteranos como Rebeca Ferguson y Simon Pegg, brindan actuaciones sólidas, aunque en ocasiones parecen estar meramente de paso, como si asintieran con la cabeza a las locuras de Cruise y compañía.
En términos de acción, la peli parece haber adoptado la filosofía de “más es mejor”. Las escenas de lucha y persecuciones en coche son tan espectaculares como poco realistas, lo que, dependiendo de tu apetito por el cine de acción, puede ser una bendición o una maldición. Todos sabemos que Cruise no usa dobles al rodar las escenas de acción, y eso es algo de lo que hay que quitarse el sombrero, cuando lo ves a él, sabes que eso se ha rodado de verdad, pero también es verdad que el tío tiene una edad y en los combates se deshace de los esbirros muy fácilmente. Por otro lado, el uso del CGI, ese eterno compañero de viaje en las superproducciones modernas, varía entre lo impresionantemente realista y lo descaradamente falso, dejando al espectador preguntándose si el presupuesto se agotó a mitad de rodaje, es curioso como esto del CGI cada vez se nota más, tengo la sensación de que las películas de acción actuales (hablo en general), tienen peor CGI que antes, eso o se abusa mucho más.
El guion, aunque ambicioso, a menudo se siente como un intento de justificar el espectáculo visual más que de contar una historia coherente. La trama gira alrededor de una inteligencia artificial, una especie de ChatGPT en versión maligna, pero a veces parece que el único patrón es el de poner a Ethan Hunt en situaciones cada vez más inverosímiles. La película se enorgullece de sus giros argumentales y momentos de tensión marca de la casa, pero en ocasiones estos parecen más fruto de la casualidad que de una planificación meticulosa.
A pesar de su duración (que podría hacer que incluso los más fieles seguidores de la saga miren su reloj un par de veces), la película consigue mantener el interés gracias a su ritmo frenético. Sin embargo, este ritmo se siente como una doble filma: por un lado, mantiene al espectador pegado a la silla, pero por otro, no deja espacio para digerir los acontecimientos o desarrollar personajes de manera significativa, todo además sabiendo que solo es una primera parte, por lo que tendremos que esperar unos años para la resolución de la trama, algo parecido a Fast & Furious. Ya dije en anteriores reseñas que la saga Misión Imposible y Fast & Furious se parecen mucho.
En resumen, esta última entrega de Misión Imposible es un festín visual y un desafío a las leyes de la lógica. Se siente como una montaña rusa: emocionante, vertiginosa, y un poco mareante. Aunque es innegable que la saga ha perdido algo de su esencia en el camino hacia el espectáculo puro, sigue siendo un ejemplo de cómo el cine de acción puede ser tremendamente entretenido, aunque no necesariamente sensato o profundo. Los fanáticos de las explosiones, las persecuciones y Tom Cruise corriendo incansablemente encontrarán mucho que disfrutar, mientras que aquellos que buscan una narrativa sólida y coherente quizás deban ajustar sus expectativas. En el mundo de Misión Imposible, la lógica es opcional, pero la diversión está garantizada.