
En estos momentos en los que la tecnología avanza a pasos agigantados —más de lo que muchos desearíamos o que podamos imaginar—, hay un mundo que está sacando mucho provecho de ello: el de los videojuegos. Cada semana aparecen nuevas historias, nuevas aventuras, en las que los avances permiten que lo que aparece en la pantalla sea algo más que un par de rayas pasándose un punto, sino que tengamos cierta sensación de déjà vu al creer que estamos ante un espejo de la humanidad. Por supuesto, como en todo en este mundo, un avance lleva al éxito, y este, a la vez, al negocio, por lo que existen grandes empresas con talentosos estudios encargados de dar vida a estos juegos, en los que directores creativos vuelven locos a los programadores y diseñadores para que den vida a los que imaginan, a la vez que un productor ejecutivo persigue a todos con las fechas límites, mientras se busca el máximo beneficio… y todo ello sin perder la cabeza.
Pues, precisamente esto es Mythic Quest, esta serie se adentra en el backstage de la industria del videojuego para conocer el día a día de un exitoso estudio, pero siempre desde un punto de vista cómico. Aunque en algunos episodios —uno en la primera temporada, dos en la segunda— se ahonda en los sentimientos, las emociones y, por lo tanto, en los sufrimientos de los creadores —de la índole que sean—, la gran parte de las dos temporadas están enfocadas en hacer un retrato histriónico y muy, muy divertido del mundo de los videojuegos. En MQ aparece desde el tester más anodino al máximo creativo, pasando incluso por los streamers, influencers… o como narices se llamen. Además, por si esto fuera poco, los creadores de la serie logran plasmar las realidades que existen en los lugares de trabajo, las tirantences, los malentendidos y complicaciones de índole social a las que se enfrentan las grandes empresas, aunque no sean «entes malvados». Pero lo más importante de todo, es que logran arrancarnos una sonrisa tras otra al ver que consiguen ser transgresores sin resultar faltones, porque, al fin y al cabo, dicen lo que la mayoría pensamos.
Si bien en muchos sentidos nos puede recordar otros entes similares como Silicon Valley, pero mientras esta tiende a llevar a sus personajes al límite, MQ, aunque exagerada, mantiene los pies en la tierra, logrando un equilibrio genial entre el retrato realista y la comedia descarada. Y esto ¿cómo es posible? Pues gracias a los dos pilares en los que se apoya: los creadores y los productores. Los primeros son los mismos que siguen cosechando éxitos con It’s Always Sunny in Philadelphia —o Colgados en Filadelfia en nuestras tierras—, que le dan ese toque de comedia a la vez que sueltan verdades como puños sobre el ser humano, la sociedad y todo cuanto nos rodea. En el polo opuesto, pero no enfrentados, están los miembros de las dos entidades que producen la serie, los señores y señoras de Ubisoft y Apple, que, queriendo o no, seguro que tienen un montón de anécdotas a sus espaldas. Y es que la serie surge de la propuesta de Ubisoft de crear una serie cómica a expensas del mundo de los videojuegos, de los creadores de la serie por llevar su humor a otros escenarios y de Apple por nutrir su plataforma de streaming que, aunque tiene buenos productos, sigue siendo un rival menor si las comparamos con los monstruos de Netflix, Amazon y Disney.

Como veis, Mythic Quest tiene muchas virtudes, pero, sin duda, una de ellas es como las historias independientes de los personajes se entremezclan e influyen en la trama de fondo del estudio. En este sentido, veremos como Ian Grimm (Rob McElhenney) —un gran creativo y visionario, como él mismo se describe— está a punto de lanzar la gran expansión de su juego, Banquete de Cuervos —nombre que acompañará al título de la serie en la primera temporada pero que caerá en la segunda—, mientras que sus compañeros de trabajo y subalternos lidian con su ego, sus ideas alocadas y, sobre todo, con la presión de la empresa productora del videojuego. Entre ellos está Poppy Li (Charlotte Nicdao), la jefa de programadores; David Hornsby (David Brittlesbee), el productor ejecutivo que no logra imponerse; C. W. Longbottom (F. Murray Abraham), un veterano escritor de ciencia ficción con muchas ínfulas convertido en jefe de escritores; Brad Bakshi (Danny Pudi), un temible jefe de monetización; la ayudante de este, Jo (Jessie Ennis); Rachel y Dana, las dos testers principales (Ashly Burch y Imani Hakim); además de todo un abanico de personajes secundarios que conformarán la imagen de un gran estudio de videojuegos.
En resumidas cuentas, las dos primeras temporadas de Mythic Quest —cuando escribo esto no está confirmada ninguna más, aunque huele que habrá más— consiguen lo que pretenden, ser una serie de humor sin caer en el chiste fácil que retrata con ingenio un mundo a veces incomprendido —por desconocimiento— como es el de los videojuegos. Muy recomendable si crees haberlo visto todo en cuanto a sitcom.