Napoleón Bonaparte, un joven militar corso, dejará su isla natal para subir en los escalafones del ejército francés para conseguir la gloria, primero como general, después como político y, finalmente, como Emperador de Francia, estableciendo un nuevo reino surgido de las cenizas de la Revolución y el Terror. Pero como pasa siempre, este ascenso hasta la cima no lo consiguió él solo, ya que contó con la ayuda y el apoyo de su esposa Josefina, una noble que sobrevivió a la Revolución y supo moverse para situarse junto al hombre más importante del momento. Pero como pasa siempre, no todo son rosas, sino que también hay espinas, como la infidelidad, la traición o la derrota, cosas que se pueden dar tanto en los palacios como en los campos de batalla.
Suele suceder con todos los biopics que pretenden retratar toda la vida de un personaje histórico que, por muy larga que sea una peli, siempre se queda corta de tiempo y da la sensación que se salta algún que otro episodio… y esta peli sobre Napoleón no es una excepción. Como es de esperar se salta toda la infancia y la juventud para ir directamente al momento en el que el corso empezó a destacar, el sitio de Tolón, y a partir de ese momento empieza a dar grandes zancadas en la línea temporal, de tal modo que, si no fuera por los textos sobreimpresos, creeríamos que todo sucede en apenas unos meses.
Este podría ser considerado el mayor error, pero es un defecto habitual de estas cintas sobre las vidas de alguien, que a no ser que se retrate solo un episodio, suelen quedarse escasas. Sin embargo, lo que acrecienta este error es la caracterización de Joaquin Phoenix, no por la interpretación del actor, de la que hablaremos más adelante, sino por la imagen que se le ha dado. Entre el nulo uso del rejuvenecimiento digital —por suerte para todos— y del maquillaje, más allá de media arruga, el cambio de peinado y de vestuario, parece que Napoleón siempre tenga la edad que tenía Phoenix durante el rodaje. Algo parecido pero a la inversa sucede con Vanessa Kirby, que siempre parece más joven que Napoleón, a pesar de que Josefina era mayor que el corso.
Regresando a Phoenix y a Napoleón, se tiene que decir que su interpretación es magistral, sobre todo en los momentos claves, sin embargo —y no sé si por decisión del actor o de Ridley Scott—, hay momentos que parece que se le vaya la cabeza. Da la sensación que se pretende humanizar al personaje, alejarlo de la imagen idealizada que ha ido construyendo el imaginario popular, pero, personalmente, me da la impresión que se va demasiado lejos y se le ridiculiza, llegando al extremo de una incoherencia entre la sobriedad y la solemnidad de algunos momentos, con el absurdo y la vergüenza ajena de otros. Entiendo que se aleja de lo que es el “héroe francés”, pero en muchos casos se llega al histriónico Boney el ogro de la prensa británica de aquella época.
De la misma manera, la Josefina de Vanessa Kirby se centra más en el patetismo del drama de la mujer despechada, que en el de la dama fuerte de la corte, que sobrevivió a la Revolución y consiguió, desde bambalinas, que alguien como Napoleón no sólo entrara en la nobleza de la República, sino que también la encabezara como emperador.
Si parece que obvie al resto del reparto, es que no hay ninguno mencionable, ya que la cámara se centra tanto en el binomio Napoleón-Josefina, que incluso cuando se divorcian, siguen copando la cuota de pantalla de manera abismal respecto al resto. En este sentido, podríamos decir que Napoleón es una peli más de despacho y alcoba que de campo de batalla; y no porque las batallas estén mal representadas —ya que Ridley Scott no escatima en gastos para realizarlas, a pesar de algún que otro fallo histórico—, sino porque la trama se articula tanto sobre lo que sucede dentro de los palacios, que lo tiene lugar fuera podría ser obviado.
Aunque parezca que estamos ante una mala película, por los errores históricos y la representación exagerada de los protagonistas, estamos ante una más que aceptable fotografía de quien fue Napoleón; pero —porque siempre hay un pero— adolece del hecho de no sorprender a nadie. Sabemos que Joaquin Phoenix lo hará bien y que Ridley Scott hará otra muesca en su carrera de maestro del cine, pero nada más; una vez la veamos, nos iremos a dormir tan tranquilos y será una peli que recordaremos haber visto, pero que ni fu ni fa. Se dejará ver bien si nos gustan este tipo de pelis históricas, pero no será memorable.