
Robert Eggers se ha metido en un lío grande con su Nosferatu, hacerle justicia a un clásico del terror y, al mismo tiempo, darle su propio estilo. ¿El resultado? Una película impresionante en lo visual, con una atmósfera opresiva y absorbente, pero con algunos detalles a pulir.
Si algo sabe hacer Eggers es crear mundos inmersivos, y aquí lo demuestra con creces. Como en La Bruja y El Faro, su dirección y escenografía son un deleite visual. La estética de la película es preciosa, lúgubre y sofocante, con cada plano cuidadosamente compuesto. Hay escenas que parecen cuadros de lo bellas que son, con un dominio de la luz y la sombra que recuerda a la pintura barroca. Sin embargo, en algunos momentos el uso de lo digital le resta un poco de la textura artesanal que ha caracterizado su cine hasta ahora.
La gran incógnita era cómo sería este nuevo Nosferatu. Bill Skarsgård, oculto bajo una gran capa de maquillaje, logra una presencia inquietante y perturbadora. Su versión del Conde Orlok se siente más humana que monstruosa, con expresiones de tristeza y melancolía que le dan una dimensión distinta. Sin embargo, aunque impone, no aterroriza tanto como debería.

Pero si alguien se roba la función, es Lily-Rose Depp. Su interpretación de Ellen es intensa y desgarradora, con un descenso a la locura que se convierte en el verdadero motor de la historia. Desde el primer momento, su personaje transmite una fragilidad extrema que va creciendo hasta alcanzar niveles de desesperación absoluta. Es su mejor actuación hasta la fecha.
Nicholas Hoult como el esposo de Ellen, cumple pero no destaca, aunque es sin duda uno de los actores del momento. Willem Dafoe, por otro lado, vuelve a demostrar por qué es uno de los actores fetiche de Eggers, aportando carisma y una presencia hipnótica cada vez que aparece en pantalla.
Uno de los puntos más discutibles de la película es su guion. Eggers apuesta por diálogos que buscan un estilo teatral, pero en ocasiones resultan excesivos y recargados. Se echa en falta más subtexto, más silencios que dejen respirar a la historia en lugar de sobreexplicarla.

Al ser un remake de una obra maestra, las comparaciones son inevitables. Tiene su propio estilo alejado de otras como Dracula de Bram Stoker o el Nosferatu clásico de Murnau donde quizá tiraban mas del puro horror. Sin embargo, esta nueva adaptación puede pecar de pretenciosa en algunos momentos. Su estilo visual es impresionante, pero no siempre logra equilibrarlo con el ritmo narrativo. No es una película de terror que te tenga aferrado al asiento ni una historia que profundice tanto en la mitología del personaje como se esperaría.
En definitiva, Nosferatu es un ejercicio de estilo impresionante que, sin embargo, tiene problemas de ritmo y desarrollo de personajes. Su atmósfera es brutal, las actuaciones están llenas de entrega y la dirección de arte es de primer nivel, Sin embargo, la película no termina de capturar esa sensación de terror puro que este personaje icónico merece. Comparada con La Bruja y El Faro, esta pierde un poco el nivel, pero sigue siendo una obra ambiciosa y digna de verse. Eggers demuestra que sigue siendo un cineasta con una visión única, aunque esta vez su Nosferatu no haya mordido tan fuerte como se esperaba.