
Tintín y el Capitán vuelven después de su aventura en Arabia —Tintín en el país del oro negro—, pero cuando Néstor los recibe les notifica que el profesor Tornasol se fue unas semanas antes sin decir donde iba. Poco después reciben un telegrama del profesor invitándolos a viajar a Klow, Syldavia, para reunirse con él, sin especificar nada más. Tintín, que siempre está al quite, sospecha que se trata de una emboscada, pero aun así marchan en busca de en Tornasol. Una vez llegan al aeropuerto de Klow un coche los espera para llevarlos a Sbrödj, dirección contraria de Klow, pero durante todo el viaje los sigue otro coche y no paran de pasar controles, hasta que llegan a unas misteriosas instalaciones dónde en Frank Wolff los recibe presentándose cómo el ayudante del profesor, encontrando a este haciendo experimentos con un casco de plexiglas. Una vez reunidos y sin ningún tipo de sospecha, Tornasol les explica el motivo por el cual se encuentran allí: serán miembros de la primera expedición que pise la Luna. Pero la preparación para este viaje no será sencilla, puesto que tendrán que innovar en todos los campos, así como enviar un cohete, pero en miniatura, el XFLR6, para descubrir la cara oculta de la Luna.
Paralelamente a esta llegada, unas personas que pertenecen a una potencia extranjera desconocida parece que tienen infiltrado a algún espía que les pasa información, y, después de un par de sustos, Tintín no duda en investigar quién hay detrás. Pero Tintín y el Capitán no estarán solo para enfrentarse a los enemigos del profesor, la mejor pareja de investigadores, los Dupont y Dupond, les echarán una mano, aunque tengan que enfrentarse a todo tipo de enemigos, desde ratones a esqueletos.
Este volumen, así como el siguiente, Aterrizaje en la Luna, son todo un adelanto, y no tan solo en el mundo del cómic sino también en el de la ciencia, puesto que Tintín y sus compañeros se avanzan tres años al lanzamiento del satélite Sputnik, y quince al primero alunizaje de 1969. Todo ello uno nota de visión futurista digna del mejor Julio Verne. El mismo Tintín, así como otros personajes, no dudan al denominar esta aventura, como la más grande de todas las vividas, y así lo será, puesto que, aunque no derroten ninguna red de traficantes o una gran potencia militar, se enfrentan a su mayor reto, un viaje a la Luna. Cuatro hombres, Tintín, el Capitán Haddock, el Profesor Tornassol y Frank Wolff, y un perro, Milú, emprenden el más complicado viaje de todos los tiempos. ¿Pero todo saldrá según el planeado? ¿Estarán realmente solos?

El equipo de la Tierra intentaba establecer comunicación, pero nuestros amigos, dentro el cohete lunar, no respondían, quizás habían perdido el conocimiento o algo peor. Por suerte, Milú es el primero en reaccionar y, poco a poco, los cuatro miembros de la expedición vuelven en sí, pero ¿son solo cuatro? Pues no. Los infalibles detectives Dupont y Dupond están también a bordo. Han pasado de ser cuatro a seis personas, sin contar a Milú, por lo tanto, el trabajo que tenían que hacer, lo tendrán que hacer más deprisa. Después de una travesía bastante movida, puesto que el capitán decide volver a su castillo a pie, finalmente la primera expedición a la Luna llega a su destino, y pocos instantes después de aterrizar, Tintín es el primer hombre que, como dice en Dupond, «pisa el suelo de la Luna donde nunca la mano del hombre nunca ha puesto el pie». Pero la estancia al satélite de la Tierra no será tranquila, ya que se enfrentarán a peligros que ningún hombre antes ha visto, ¿o quizás sí? Ya que algún viejo amigo de en Tintín volverá para aguarles la fiesta.
A pesar de que en Rastapopoulos tiene el honor de ser el mayor villano de las aventuras de Tintín, seria justo decir que Jorgen —o como mí me gusta denominarlo, combinando los dos nombres que usa, el Coronel Boris Jorgen—, es el antagonista de Tintín que hace más méritos para vengarse, puesto que se atreve a viajar de polizón en un cohete en dirección a la Luna para acabar con él.

El mismo autor consideraba Aterriza en la Luna la aventura más exótica de toda la colección, ya que no había mucha información para documentarse, y el resultado, sobre todo de los escenarios, fue fruto de las mentes visionarias de los miembros de los Estudios Hergé, sobre todo de Bob de Moor, principal responsable de los escenarios. Es la más exótica pero la última en que el autor innova, puesto que a partir de las siguientes aventuras Tintín y sus amigos se encontrarán en lugares aparecidos en otros álbumes, desde Castillo a San Teodoro. Aun así, la innovación no se queda en los escenarios, sino en las reacciones de los hombres a la Luna, la falta de oxígeno o la claustrofobia se hacen patentes, de la misma forma que Hergé previó que a la Luna hay hielo y, por lo tanto, agua, algo que hasta hace pocos años era tan solo una suposición por parte de los científicos.
Así pues, esta tercera y última aventura doble —las dos primeras fueron la del Tesoro de Rackham el Rojo y la del Templo del Sol—, demuestra la cima en cuanto a la narrativa y el arte de Hergé y su equipo. Aquí la documentación va un paso más allá de lo que hasta habían hecho, llegando al extremo de hacer suposiciones —o deducciones— que los llevan a recrear una realidad que en aquel momento aún no se conocía. En muchos sentidos, a pesar de que la trama no es muy compleja, la aventura lunar de Tintín es la mejor de todas las que vive, no solo por exótica, peligrosa e innovadora, sino por la complejidad del trasfondo que retrata. Una pieza imprescindible para cualquier amante de la ciencia ficción y el cómic.