
Ambientada en una Tierra postapocalíptica devastada por una guerra contra una raza alienígena, la historia nos sitúa en el año 2077. Jack Harper (Tom Cruise) es uno de los últimos técnicos que permanecen en el planeta, encargado de mantener drones que protegen enormes estaciones de extracción de recursos. Vive en una estación elevada junto a su compañera Victoria, cumpliendo su misión con disciplina, aunque atormentado por sueños que no encajan con la vida que recuerda.
Uno de los grandes aciertos de la película es su apartado visual. El director, que ya había demostrado su gusto por la estética en TRON: Legacy –y más recientemente en Top Gun: Maverick–, vuelve a ofrecer una puesta en escena impecable. La fotografía y el diseño de producción son sencillamente espectaculares. Paisajes desolados, estructuras flotantes futuristas y tecnología de líneas limpias y minimalistas se combinan con escenarios naturales rodados en Islandia, logrando un contraste muy potente entre lo orgánico y lo artificial.
En cuanto a las actuaciones, Tom Cruise sabe sostener él solo la película. Su personaje no es el más profundo que ha interpretado, pero transmite humanidad, duda y determinación, no es el típico héroe estilo Misión Imposible que puede con todo. Andrea Riseborough destaca en su papel de Victoria, aportando un equilibrio entre eficiencia fría y vulnerabilidad contenida. Olga Kurylenko cumple correctamente, aunque su personaje queda algo plano. Por otro lado, Morgan Freeman aparece con su carisma habitual, pero con un papel más funcional que desarrollado.
Hasta aquí lo bueno. La historia no sorprende demasiado, con ideas absurdas y, como no explican nada en profundidad, aparecen agujeros de guion bastante evidentes. Si has visto mucha ciencia ficción, los giros se ven venir a kilómetros. Hay momentos que parecen reciclados de otras películas, y aunque el envoltorio sea bonito, el contenido se queda corto. El ritmo, además, es irregular: empieza con cierta intriga, se estanca en el medio y acelera al final sin llegar a despegar del todo.

Algunos conceptos que podrían haber sido muy interesantes –como la identidad, el control o la manipulación de los recuerdos– se quedan en la superficie. Y lo peor es que algunos personajes que podrían haber aportado más (como el de Freeman o los miembros de la resistencia) apenas tienen desarrollo. Se nota que gran parte del esfuerzo se fue en la estética, dejando un poco de lado la profundidad narrativa.
En resumen, Oblivion es una película de ciencia ficción visualmente impresionante, con un protagonista sólido y una ambientación cuidada hasta el último detalle. Pero también es una historia con poco riesgo, que juega sobre seguro y no termina de explotar todo su potencial. Es de esas pelis que te atrapan por los ojos, pero que al salir te dejan con la sensación de que podrían haber dado mucho más. Ideal para una tarde en la que buscas espectáculo visual con toques filosóficos, pero no tanto si esperas una historia original y bien cerrada.