KAIJU (怪獣, kaijū, del japonés) Bestia gigante.
JAEGER (yā’gar, del alemán) Cazador.
“Cuando era niño, siempre que me sentía pequeño o sólo, levantaba la mirada hacia las estrellas, y me preguntaba si había vida ahí arriba, pero resulta que estaba miraba en dirección equivocada. Cuando los alienígenas se adentraron en nuestro mundo, lo hicieron desde las profundidades del Océano Pacífico. Una fisura entre dos placas tectónicas. Un portal entre dos dimensiones. La brecha. Yo tenía quince años cuando el primer kaiju tomó tierra en San Francisco. Para cuando los tanques, jets y misiles lo derribaron seis días y 55 quilómetros más tarde, ya había destruido tres ciudades. Decenas de miles de vidas perdidas. Lloramos a los muertos, el ataque quedó para el recuerdo y pasamos página. Y entonces, al cabo de sólo seis meses, el segundo ataque cayó sobre Manila, y el tercero sobre Cabo San Lucas. Y luego llegó el cuarto, y entonces supimos que esto no iba a parar, que era sólo el principio. Necesitábamos una nueva arma. El mundo se conjuró, uniendo recursos, dejando de lado viejas rivalidades por el bien común. Para luchar contra los monstruos, creamos nuestros propios monstruos, y así nació el programa jaeger. Al principio surgieron problemas, la carga neurológica que debía servir de interfaz con el jaeger resultó ser excesiva para un solo piloto, y se implementó un sistema de dos pilotos. Hemisferio izquierdo y hemisferio derecho unidos como un solo piloto. Empezamos a ganar, con los jaegers eliminando kaijus por todas partes, pero los jaegers dependían de sus pilotos, y estos se convirtieron en auténticas estrellas. El peligro se convirtió en propaganda, los kaijus en juguetes. Se nos daba muy bien eso de ganar, hasta que todo cambió…”
En el 2020, Raleigh y Yancy Becket, hermanos y pilotos de jaeger, no eran el mejor ejemplo a seguir, pero su compatibilidad les permitió convertirse en los pilotos de Gipsy Danger, un jaeger mark III, cuyos éxitos en el campo de batalla eran envidiables, hasta que un desafortunado día, todo se torció. Al enfrentarse a un kaiju, confiados por su victoria, este les destrozó un brazo y arrancó de la cabina a Yancy, obligando a Raleigh a llegar a tierra pilotando él solo el jaeger. Años después, Raleigh ha dejado atrás todo lo relacionado con los jaegers, convirtiéndose en un obrero de las murallas de contención costera que se están construyendo para proteger a la humanidad de los kaijus, pero, ante la atónita sorpresa de los obreros que mueren día tras día a centenares de metros de altura, un kaiju destroza sin ningún es fuerzo el muro alrededor de Sydney, siendo abatido por Striker Eureka, uno de los últimos jaeger. Entonces se descubre que el programa jaeger, que estaba siendo desactivado y sustituido por el muro, es lo único que puede seguir haciendo frente a la amenaza kaiju.
Será entonces, cuando el mariscal Pentecost reunirá a los pocos jaegers que siguen activos en Hong Kong, para organizar un último ataque a la brecha e intentar acabar, de una vez por todas, con los kaijus. Para ello, irá a buscar a Raleigh para que pilote de nuevo un jaeger, y se una a la resistencia.
A partir de de este punto, cuando el protagonista ha superado la pérdida de su hermano -al que estaba conectado neurológicamente cuando murió-, es cuando la película toma el ritmo trepidante de una cinta de ciencia ficción y acción. Para ser sinceros, debemos reconocer que argumentalmente tampoco es una maravilla, pero, como el propio Del Toro admite, este no era el objetivo de la película. El auténtico objetivo de la película era mostrar luchas espectaculares entre monstruos alienígenas y robots gigantescos que harán las delicias del niño que llevamos dentro. Cuando vemos que un robot enorme coge un barco de mercancías a modo de bokken, no podemos evitar excitarnos como si tuviéramos una sobredosis de azúcar.
Bien es cierto, que detrás de las grandes escenas de lucha, hay unos personajes que viven esa realidad, y la sufren, pero son personajes tan tópicos, que no podremos sufrir por ellos, ya que desde un principio sabemos cual de ellos morirá y cual de ellos sobrevivirá. Pacific Rim tiene a todos los personajes arquetípicos de una película de ciencia ficción de invasiones alienígenas: existe el héroe experimentado y sufridor, el jefe enfermo que seguirá luchando hasta el final, el tipo duro con mala hostia que al final es más bueno que el resto, la chica joven y preparada a la que se impide luchar, los genios locos, el villano que se aprovecha de los aliens pero que en realidad quiere que se larguen como cualquier otro, y un largo etcétera. Pero, ¿por qué necesitamos más, si lo que queremos ver son grandes efectos especiales que nos hagan temblar en la butaca? ¿Por qué complicar la trama hasta el infinito, cuando con lo básico el público ya disfruta del espectáculo?
A pesar de ello, debemos reconocer el esfuerzo por parte de Guillermo del Toro y su equipo para crear una franquicia que no tuviera precedentes, a pesar de que muchos detractores de la película han querido dilapidarla afirmando que Pacific Rim no era más que una adaptación barata de los anime de género mecha como Neon Genesis Evangelion o Mazinger Z, entre otras muchas, alegando la originalidad de estas series. Pero estos mismos críticos son los que no se dan cuenta que H.G. Wells ya había tratado el tema de los robots gigantes en su novela La guerra de los mundos, publicada en 1898, y aún nos podríamos poner más quisquillosos haciendo referencia a uno de los primeros “robots” gigantes utilizados en una guerra, como es el caballo de Troya. Por todo ello, debemos admitir que ser original hoy en día es muy complicada, todo se parece a todo, y a la mínima aparecen referencias a obras creadas con anterioridad. Pero Del Toro logra crear algo que, si bien se enmarca en un género determinado, es una visión nueva y original de lo hecho hasta ahora.
Volviendo a la película, en Pacific Rim Del Toro derrocha talento creativo, y no solo suyo, sino del todo el equipo técnico, que borda unos efectos especiales, brillantemente combinados con escenas grabadas con los actores con anterioridad. Y precisamente son ellos, los actores, los que logran que una película llena de “topicazos” funcione a la perfección, ya que a pesar de las arquetípicas características de sus personajes, ellos se meten en sus papeles creyéndoselos y haciéndolos creíbles para el espectador. A parte de los habituales de Del Toro, Ron Perlman y Santiago Segura que juegan papeles secundarios, el peso del argumento recae en una serie de actores que, últimamente, están en alza, como Charlie Hunnam (Sons of Anarchy), Idris Elba (Luther, Thor, Prometheus), Rinko Kikuchi (47 Ronin), Charlie Day (Colgados en Filadelfia, La Lego película), o Burn Gorman (Juego de tronos, The Dark Knight Rises), demostrando que las grandes estrellas no residen sólo en los grandes éxitos de taquilla.
El resultado final es la clásica película palomitera de poco más de dos horas, en la que nadie se perderá en una trama innecesaria y disfrutará como un niño con unos efectos especiales perfectos para las salas de cine de la actualidad.