Ah, Pearl Harbor, la joya del cine histórico… o debería decir la joya perdida en la batalla de la precisión histórica. Michael Bay, el director de las explosiones, el maestro del exceso, nos trae una película que mezcla amor y guerra en una historia que parece sacada directamente de un culebrón. ¿Dos pilotos guapos y valientes enamorados de la misma mujer? ¡Oh, qué sorpresa tan original!
La trama nos sumerge en un triángulo amoroso mientras el ataque a Pearl Harbor se gesta en segundo plano. Aunque debo admitir que la escena del ataque es espectacular, como era de esperar cuando Bay está detrás de las cámaras. Explosiones por aquí, aviones por allá, una orgía de fuego y destrucción que distrae convenientemente de la falta de veracidad histórica.
Los personajes, aunque interpretados por actores conocidos como Ben Affleck, Josh Hartnett y Kate Beckinsale, quedan atrapados en un guion plano y predecible. La química romántica se siente forzada y poco creíble, dejándonos con la sensación de estar viendo una telenovela melodramática en lugar de una película ambientada en uno de los eventos más trascendentales de la historia moderna.
Y no podían faltar los efectos especiales, el pan de cada día en las películas de Bay. Explosiones exageradas, escenas de acción sobrecargadas y momentos de lucha dignos de una película de ciencia ficción. Todo para satisfacer al público sediento de emociones visuales, mientras la historia se desvanece en el fondo como un barco hundido.
Es una pena que Pearl Harbor sacrifique la precisión histórica por el bien del entretenimiento. Aunque no esperábamos un documental, la falta de respeto a los hechos reales es innegable. Se toma licencias creativas sin pudor, desde la historia de amor aparentemente interminable hasta los eventos que rodean el propio ataque a Pearl Harbor, que se sienten manipulados para generar un mayor drama y dar cabida a la trama romántica. Todo aderezado con esa estética tan patriótica que el propio Bay impregna en sus películas.
La música, aunque nostálgica y apropiada para la época, Hans Zimmer no suele fallar, no puede ocultar el hecho de que la película es simplemente una oportunidad para ganar dinero con una fórmula de éxito seguro. Incluso las canciones clásicas y típicas de la Segunda Guerra Mundial se sienten desplazadas en esta cinta que no parece tener claro si quiere ser un drama romántico o una película bélica.
En resumen, Pearl Harbor es una producción que, si bien puede resultar entretenida para algunos, deja mucho que desear para aquellos que buscan una película históricamente precisa y con una narrativa coherente. El enfoque superficial y sensacionalista que Hollywood adopta en ocasiones para eventos históricos importantes queda reflejado en esta cinta, desperdiciando la oportunidad de rendir homenaje a las personas que perdieron la vida en el ataque. Aunque cuenta con efectos visuales deslumbrantes y visualmente hoy en día sigue teniendo buen aspecto, el romance forzado y el enfoque en el entretenimiento prevalecen sobre la credibilidad del evento. Aun así, es una de esas pelis que se tienen que ver.