Después de su fuga de Port Royal, todo parece haber vuelto a la normalidad, pero con lo que no contaban Jack era que un viejo conocido volviera a cruzarse en su camino para reclamarle que cumpla su deuda. Davy Jones, un pirata maldito, ayudó a Jack a recuperar la Perla Negra, por lo que, al cabo de trece años, él debía entregarle su alma sirviendo en su barco, el Holandés Errante. Como es de suponer, en lugar de ser un hombre de honor —al fin y al cabo, es un pirata—, Jack hará todo lo que esté en sus manos para evitar cumplir esa deuda. Por otro lado, el final feliz que esperaban tener Will y Elizabeth se ve torcido cuando llega Cutler Beckett, el presidente de la Compañía de las Indias Orientales, para hacer cumplir las condenas por piratería que pesan sobre ellos y que su padre, el gobernador, había decidido perdonar. Con estos dos nuevos personajes en la escena, el destino de los tres protagonistas se complicará para conseguir salvar el pellejo a la vez que luchan con unos enemigos muy superiores a ellos.
La maldición de la Perla Negra fue un rotundo éxito, no solo para la crítica y el público, que la recibieron como una de las mejores películas, sino porque también reescribió la base del género de piratas y de aventuras. Por lo que no fue ninguna sorpresa que de la mano del mismo equipo se encargara la realización de dos secuelas para cerrar una trilogía que estaba destinada a seguir cosechando éxitos. Para ello, Gore Verbinski y los suyos cogieron todo lo que había triunfado en la Perla Negra —desde personajes a situaciones— y lo mejoraron para que la acción de la dos siguientes cintas se articulase a su alrededor. Además, por si esto fuera poco, se siguió lo que hizo Peter Jackson con El Señor de los Anillos, y se rodaron de forma simultanea para asegurarse la disponibilidad de todos los implicados. En pocas palabras, se puso toda la carne en el asador.
A grandes rasgos, podríamos decir que todo creció, todo se hizo a mayor escala, ya que, si nos fijamos, veremos que el esqueleto es muy parecido a la primera entrega, sin embargo, por ejemplo, aquí los villanos Davy Jones y Beckett son mucho más peligrosos de lo que lo fueron Barbossa y Norrington. Además, el escenario se aleja del pequeño Caribe que conocimos en la Perla Negra, para mostrar como los piratas actuaron en muchos mares distintos, alejados de las aguas cristalinas y las playas de arena blanca.
Desde un principio está claro que la principal intención de estas dos películas es demostrarnos que hay espacio para muchas aventuras, y que no solo hay un par de tripulaciones piratas, sino que hay muchas más —que descubriremos que forman una Hermandad— y muchos los interesados en sus tesoros. Es aquí donde entran en juego las dos principales novedades, que ya hemos anunciado, y no son otros que los personajes de Davy Jones y de Lord Cutler Beckett y lo que ellos suponen. Aunque de formas diferentes y visto desde puntos de vista completamente opuestos, vemos como la presencia de estos significa que incluso los piratas pueden temer a algo, ya que supone un control absoluto sobre los siete mares; por lo que deberán dejar de lado sus diferencias para luchar y conservar la libertad.
Si bien Beckett lo hace desde una visión más realista, es Davy Jones el que personifica la dirección que toma la franquicia, ya que a pesar de que algo se mantiene de la fotografía histórica que fue la primera entrega —salvando todas las licencias históricas—, aquí el rumbo que toma es decantarse por la fantasía. No es que los piratas no muertos de La maldición de la Perla Negra no lo fueran, sino que aquí el romanticismo intrínseco a la figura de los piratas es llevado al extremo, no solo por la tripulación de hombres pez del Holandés Errante, sino que, por ejemplo, la representación del Singapur de aquel entonces se hace tirando de tópicos de todo tipo. Pero, a pesar de lo que esto pueda parecer, no es un error ni un defecto, sino porque dichos arquetipos son utilizados de forma correcta para representar la aventura que son estas dos pelis, puro cine-espectáculo.
Como es de esperar, además de los esperados Orlando Bloom, Keira Knightley, Jack Davenport, Lee Arenberg, Mackenzie Crook, Kevin McNally, Jonathan Pryce y, por descontado, Johnny Depp que sigue sacando provecho de uno de sus mejores personajes, para la ocasión no se dudó en reclutar a fichajes de la talla de Bill Nighy, Tom Hollander, Stellan Skarsgård y Chow Yun-Fat para interpretar a Davy Jones, Lord Beckett, Bill el Botas y Sao Feng respectivamente; sino que, además, aprovechando el incremento de fantasía de estas cintas, se tomó la decisión más apropiada para la ocasión, que no fue otra que recuperar a Geoffrey Rush para que regresara como Capitán Barbossa, otorgándole un protagonismo a la vez que dejaban crecer a su personaje. Y es que el momento en el que reaparece al final de El cofre del hombre muerto, con el mono Jack al hombro, mordisqueando una manzana y preguntando: «decidme, ¿qué se ha hecho de mi barco?», es uno de los mejores de la trilogía. ¡Piel de gallina!
Si La maldición de la Perla Negra fue un soplo de aire fresco para el cine de aventuras, renovándolo por completo, a la vez que establecía una base para todo lo que después representara a los piratas —desde novelas a videojuegos—; El cofre del hombre muerto y En el fin del mundo llevaron a Piratas del Caribe al siguiente nivel como espectáculo y como superproducción, cerrando un ciclo de tres películas perfectas en el que se ataban todos los cabos en un final redondo.