Casino Royale se colocó como la película Bond más taquillera de la historia con 587 millones de dólares recaudados a nivel mundial, y situándose en el puesto número 43 entre los films con más ganancias de la historia. Al éxito comercial le acompañó la buena respuesta de los espectadores y la crítica. Los cambios introducidos por Michael G. Wilson y Barbara Broccoli habían sido un acierto total empezando por lo más importante, el nuevo actor que encarnaba a 007: Daniel Craig. Se comprobó que el intérprete nacido en Chester era el idóneo barriendo, de un plumazo, el escepticismo que se cernió sobre él desde su contratación.
Tras un film Bond espléndido como fue Casino Royale, nos llega su esperada secuela. Por primera vez en la saga una película continúa directamente de la anterior empezando una hora después de aquel momento en que Bond localizaba y «controlaba» al misterioso Sr. White. El concepto mismo de seguir investigando a la organización Quantum resulta ya de por sí atrayente, pero la forma en que se ha planteado aumenta aún más su interés.
En mi opinión, Quantum of Solace es un buen film de Bond. No llega a la calidad de Casino Royale, pero tampoco lo necesita puesto que plantea un argumento más focalizado en la acción. Se centra en la ola de venganza y destrucción que siembra James Bond en su camino para eliminar a los que estaban detrás de la traición de Vesper Lynd. Su objetivo es descubrir quien la coaccionó para que actuara de la forma en que lo hizo y castigar a los responsables de esa vil manipulación.
Así pues, estamos ante una película que es un auténtico vendaval, con un ritmo incesante, que golpea una y otra vez al público. El film mantiene las constantes que ya se vieron claramente en Casino Royale: una acción muy física, con combates cuerpo a cuerpo duros y realistas, brillantes escenas de acción bien orquestadas, y diversos momentos de sorpresa que van poblando una narración que no permite al espectador bajar la guardia.
Hay dos conceptos que tengo muy claros sobre el momento que estamos viviendo en la franquicia 007. El primero de ellos, que defiendo vehementemente ante quien sea, es que Daniel Craig es el mejor Bond. Wilson y Broccoli querían volver al auténtico espíritu del agente británico definido, por su creador Ian Fleming, como un «bloody killer son of a bitch». Este perfil del agente es el que más me interesa a mí y nadie lo ha representado mejor que Craig. Es duro, implacable, vengativo, contundente, expeditivo y no conoce la piedad. Todos estos elementos son los que yo creo que mejor caracterizan a James Bond y por fin hay un actor que lo representa con rotundidad.
En segundo lugar, creo que el reboot que experimentó la franquicia en 2006 era imprescindible y necesario. Había que cambiar el enfoque de las películas abandonando situaciones cómicas que no iban a ningún sitio y esos nefastos finales en que Bond se quedaba con la chica de turno, mientras todo el MI6 intentaba localizarlo. Había que cambiar determinados clichés que, después de tanto uso, resultaban ridículos y desfasados. Era necesario también modernizar la idea del Servicio Secreto Británico para darle la entidad que se le supone a una organización del siglo XXI… y los que ya hayan visto el film sabrán a qué me refiero. Estos cambios han revitalizado la saga, le han dado más solidez, y auguran un excepcional futuro de una franquicia que debe renovarse periódicamente para seguir entreteniendo a las nuevas generaciones como ha hecho desde hace casi 50 años.
Por lo demás, excepcional como siempre Judi Dench, una actriz que con su calidad interpretativa ha conseguido que el personaje de M haya ido aumentando su presencia en pantalla hasta convertirse, por primera vez, en alguien que no sólo da ordenes al principio del film sino que supervisa, corrige y apoya al agente 007.
Algunos críticos han centrado sus ataques en las actrices del film y en sus villanos. Para mí, eso no tiene ninguna importancia. Dominic Greene (Mathieu Amalric) es un villano correcto, pero tampoco es necesario que sea más memorable porque el verdadero enemigo en este film es la organización criminal Quantum, una auténtica corporación de extorsión a nivel mundial, infiltrada en todos los centros de poder, y eso la convierte en el enemigo más potente y peligroso al que jamás se haya enfrentado James Bond.
Marc Forster realiza un buen trabajo como director y demuestra que también puede manejarse en el género de acción después de haber destacado hasta ahora en películas de corte intimista. De alguna manera, se ha creado una dinámica de trabajo y hay un equipo técnico tan bueno —imprescindible la labor realizada por Simon Crane y Dan Bradley— que la llegada de un nuevo director no supone un inconveniente, sino que se convierte en un nuevo enfoque dentro de una maquinaria bien engrasada.
Siempre he sido un seguidor de 007. No hablo sin conocimiento, he visto en acción a todos los actores que han interpretado el papel y, con el paso del tiempo, he llegado a tener vergüenza ajena ante producciones como Al Servicio Secreto de su Majestad, Diamantes para la eternidad, Vive y deja morir, Moonraker, y unas cuantas más. Creía desde hacía tiempo que se podía llevar la saga al límite, impactando más, representando más la dureza de un operativo del MI6. Es por ello por lo que admito que nunca como ahora había quedado tan satisfecho del resultado final de las películas. Llegué a tener sensaciones parecidas con cintas como Licencia para Matar (1989) pero, en cualquier caso, eran films que quedaban lejos del nivel actual.
En conclusión, apoyo el rumbo que ha tomado la saga. No creo para nada que se haya perdido identidad sino todo lo contrario y defiendo que la continuidad de Daniel Craig en futuras entregas garantiza seguir transitando por senderos interesantes que están respetando la esencia pura del personaje que concibió Ian Fleming. Es un auténtico espectáculo asistir a la proyección de un film de este tipo, una película que consigue, durante casi dos horas, abstraerte de todo y convertirte en testigo privilegiado de las vicisitudes de un auténtico James Bond.