Parece que el cine español últimamente está pegando fuerte por el trhiller, ya lo vimos en pelis como la premiada La isla mínima (2014), El niño (2014), Cien años de perdón (2016) o las más recientes Tarde para la ira (2016) y Que Dios nos perdone. Estas dos últimas compitieron en los Goya de 2017 por el premio a la mejor película (entre otras candidaturas), finalmente se la llevó Tarde para la ira, pero tras haber visto las dos películas casi hubiera preferido que se la llevara Que Dios nos perdone. Y es que estamos hablando de un trhiller de calidad que parece que ha quedado tapado por el reconocimiento y publicidad que se ha llevado su principal rival.
Madrid, verano de 2011. Crisis económica, Movimiento 15-M y millón y medio de peregrinos que esperan la llegada del Papa conviven en un Madrid más caluroso, violento y caótico que nunca. En este contexto, los inspectores de policía Alfaro (Roberto Álamo) y Velarde (Antonio de la Torre) deben encontrar al que parece ser un asesino en serie cuanto antes y sin hacer ruido. Esta caza contrarreloj les hará darse cuenta de algo que nunca habían pensado: ninguno de los dos es tan diferente del asesino.
La película no deja de tener un estilo parecido a la de Seven o Zodiac. Tenemos a un asesino en serie algo sórdido y unos protagonistas que deben darle caza. Algo que me gusta del cine español y que siempre han enfocado muy bien es el hecho de que los protagonistas no son héroes, ni siquiera son modelos a seguir en conducta y moralidad. Algo diferente de lo que tenemos acostumbrado de ver en el cine Hollywoodiense. La pareja de protagonistas, cuando los conocemos, nos damos cuenta de que cada uno tiene un trasfondo oscuro y turbio, muy lejos del perfil que debería de ser alguien a quien se supone que está para defender el orden y la ley. De los dos, Roberto Álamo es quien realmente da el punto clave al desarrollo de la película, merecido el Goya al mejor actor, esto sin desmerecer la gran actuación de Antonio de la Torre aunque no llega al nivel de lo visto en Tarde para la ira, que curiosamente este actor la ha protagonizado también. Y es esta naturalidad en los personajes lo que mejor trata la película, que no solo el malo es el único malo, y vemos que cualquiera en cualquier circunstancia puede cruzar esa linea entre lo correcto y lo inmoral, así como que cualquier escena es un vivo retrato de lo que podía ser el día a día, aquí no hay nada heroico, todo es tratado de manera realista. Todo esto además lo ponemos en un contexto temporal, como pudo ser la visita del Papa a Madrid en 2011, en el cual lo importante era aparentar una falsa seguridad y que cualquier noticia que pudiera empañar el evento fuera deliberadamente censurada a los medios para evitar ensuciar la imagen del país. Sin duda un thriller policíaco de los que se disfruta viéndolo, con una buena historia y unos personajes realmente humanos, con todos sus defectos y sus miedos. Un buen camino a seguir en el cine español.