Quentin es un ladrón de poca monta, un poco corto, que acaba internado en una prisión, donde debido a que no sabe cerrar la boca no hace más que perder compañeros de celda, sacando de quicio hasta al director del centro penitenciario y al psicólogo que lo examina. Por su parte, Ruby es un tipo duro, un delincuente profesional, que acaba en prisión por el robo a unos ladrones que habían robado un camión blindado. El policía encargado de investigar el caso de Ruby decide meter en la misma celda a ambos personajes a ver si Ruby revienta, ya que desde que llegó a prisión no ha abierto la boca. A pesar de ser una buena idea, sigue sin decir nada hasta que se corta la venas para ir al médico, y Quentin, que le cree su amigo, no dudará en hacer lo mismo para seguirlo. Ruby lo que planea es la fuga de la prisión pero Quentin lo adelanta con un descabellado plan, y será a partir de entonces cuando ambos personajes serán amigos inseparables… a pesar de Ruby.
Si ahora, cuando se habla de comedia francesa, nos vienen a la mente nombres como Dany Boon, Olivier Nakache o Eric Toledano, así como clásicos como Jacques Tati, hay un espacio intermedio que solo podría tener un apellido, Veber, Francis Veber, siendo uno de sus grandes exponentes. Y no es para menos, ya que además de esta peli, tiene una larga lista de éxitos como El embrollón, La cena de los idiotas, Salir del armario o El juego de los idiotas, cuyo hilo conductor es François Pignon, pero que, como demuestra aquí, no le hace falta para demostrar que estamos hablando de uno de los maestros del género.
En esta ocasión Veber recurre a dos grandes actores del cine francés, Gérard Depardieu y Jean Reno, ambos actores consagradas estrellas del escaparate galo e internacional, tanto en filmes cómicos, dramáticos o de acción. Aquí cada uno retoma lo que se le da mejor, Depardieu interpreta a un bocazas bobalicón, y Reno a un tipo duro, solitario y callado, dando lugar a una “extraña pareja” que en la pantalla tiene una gran química. Tal vez mentiría, pero esta es tal vez la única, o una de las pocas, películas que cuenta con ambos actores, y es una auténtica pena porque en la pantalla parece que se entienden a la perfección y forman un tándem, en este caso cómico, extraordinario, no solo por ser los opuestos, sino también por la manera en la que ninguno de los dos se impone al otro, siendo un toma y daca constante a lo largo de toda la cinta.
Entre el reparto el que destaca por ser una auténtica estrella del cine galo es André Dussollier, que interpreta al psicólogo de la prisión donde ambos personajes están internados, que es alguien serio pero que a pesar de su seriedad es un contrapunto cómico más, como también demuestra en On connaît la chanson y Micmacs à tire-larigot, donde interpreta a personajes muy serios pero extremedamente hilarantes. Pero es que además, se suma otro del calibre de Richard Berry como el policía que decidirá fastidiar a Ruby con Quentin con la esperanza de que acabe hablando y siendo el germen de la relación.
Hasta ahora, Francis Veber siempre se había decantando por historias más o menos pequeñas, enfocadas a una situación de enredo que que cada vez se empeora hasta el punto que ni los personajes saben qué está sucediendo; pero en ¡Qué te calles! da un paso adelante para adaptarse a la evolución del humor francés, como venía sucediendo en pelis como Taxi Express o Wasabi, y su humor característico le suma un poco más de acción al introducir a los personajes típicos de una peli como La cena de los idiotas, en una trama en la que la policía, asesinos de todo tipo y el crimen organizado juegan un papel más que importante… y logra clavarla al conseguir una mezcla perfecta entre humor y acción que no solo la convierten en una perfecta comedia, sino también en un entretenimiento de tipos duros… y es que con el impertérrito rostro de Jean Reno no podía ser de otro modo.
Otra obra maestra de Veber, que sabe como hacer una historia divertida, y con un metraje más bien corto, como sucedía con La cena de los idiotas, una cinta excelente que nos hará reír sin grandes pretensiones, una buena manera de pasar una tarde con la pareja o la familia. Una cinta redonda, que sorprende por su concesión y perfección, tanto que cuando termina quieres más.