Kumandra era un antiguo reino fantástico en el que todas las criaturas vivían en armonía, hasta que los druun —unas extrañas entidades oscuras que convierten a todos en piedra—, los dragones se sacrificaron por el resto. Sin embargo, en lugar de lograr que los humanos siguieran conviviendo en paz, estos se dividieron en cinco tribus. Quinientos años más tarde, cuando las diferencias han convertido el antiguo reino de Kumandra en un lugar lleno de recelos y odio, Benja, el líder de Corazón y padre de Raya, intentará reunirlos a todos de nuevo bajo la gema del dragón, pero en su lugar, los miembros de Colmillo intentarán robarla, provocando que se rompa, que cada tribu coja un pedazo y que los druun vuelvan a campar libremente. Ahora, seis años después, cuando Raya ya es una guerrera por derecho propio, pondrá todos sus esfuerzos en encontrar a Sisu, el último dragón, reunir los cinco pedazos de la gema y hacer que todo vuelva a ser como antes… y su padre vuelva a estar a su lado.
Estamos ante la nueva peli de Disney —cuyo estreno estaba previsto para finales del 2020, pero que ahora nos llega mediante su plataforma de streaming— y, como siempre, no solo pretende contar una historia llena de magia y fantasía, sino que también quiere enviar un mensaje, una moraleja. En este caso, se busca reivindicar la confianza en los demás, en los que nos rodean, ya que, como sucede en Kumandra, el egoísmo, la individualidad y el pensar en nosotros mismo solo pueden traer pena, desgracia y tristeza. En este sentido, el clímax de la trama viene cuando los protagonistas confían los unos en los otros —incluso en sus más acérrimos enemigos—, consiguiendo el bien común, recuperando la alegría, la paz y la felicidad.
En este sentido, seguimos el viaje de Raya, la protagonista, que aunque pretende reunir al mundo, desconfía de todos y de todo, pero sin darse cuenta, en su camino, hallará a personas que, como ella, por culpa de los druun —personificación de los males de la humanidad—, han perdido a su familia; y, sin darse cuenta, los reunirá formando un grupo que procede de las cinco tribus y que logra entenderse, dándose cuenta que los parecidos son más que las diferencias.
Siguiendo la tónica de los últimos años, si bien sigue manteniendo esa estética de dibujo animado, los avances técnicos aplicados a la animación logran que cada fotograma parezca una fotografía y no creación digital. El agua, las plantas, el cabello y todo un largo etcétera de pequeños detalles son tan reales que el conjunto de todos ellos a veces nos hace dudar de si estamos viendo una peli de dibujos o un documental de naturaleza.
Además, la estética sigue abriéndose a nuevos mundos, es decir, se aleja de la óptica más occidental, y se dirige hacia Asia, concretamente, saca provecho de una mezcolanza de elementos propios de país como Vietnam o Camboya, es decir, del Sudeste Asiático. Y es aquí donde entran los dragones, que aunque recuerdan inevitablemente al viejo Mushu, logran captar la atención por las líneas de sus movimientos y la fantasía que comportan. El resultado es que se traslada al espectador al universo mágico y mitológico de esos países, sin caer en el error de resultar pesado o monotemático; ya que cada una de las tribus vive en un entorno completamente original y diferente al resto.
Siguiendo en la línea ascendente que marcó la factoría desde Enredados, Raya es un episodio más de la nueva Disney en el que los mundos de princesas y aventuras se cruzan para lograr una peli visualmente perfecta, que logra entretener a todos los públicos y, de paso, concluye con un bonito y necesario mensaje.