Para celebrar la graduación y el éxito de Helen en un concurso de belleza, ella y sus tres mejores amigos, Julie, Ray y Barry, se emborrachan en la playa hasta que no pueden más. Pero en el camino de vuelta a casa, atropellan a un desconocido al que dan por muerto; por miedo a las consecuencias, decidirán deshacerse del cuerpo y prometerse de que no hablarán del tema nunca más. Un año más tarde, cuando Julie regresa al pueblo y ve que sus amigos no han seguido los caminos que deseaban el verano anterior, no solo deberá lidiar con la culpa por lo que hicieron, sino por una nota amenazadora que solo dice: «Sé lo que hicisteis el último verano», lo suficiente para que los cuatro se pongan en guardia para enfrentarse a un misterioso atacante vestido con un chubasquero negro y armado con un garfio.
Solo un año después del estreno de Scream, el autor de su guión, Kevin Williamson, firma el libreto de esta peli que adapta el libro homónimo de Lois Duncan, pero que escribió mucho antes y que el estudio se apresuró a sacar adelante para aprovechar el tirón de la cinta de Wes Craven. Fue tal el efecto, que fue la segunda cinta de esta edad de plata del cine de terror adolescente, que aunque no fue una maravilla a nivel argumental, sí que consiguió llamar la atención del público y dejar huella en toda una generación.
Bajo la dirección correcta pero sin virtuosismos de Jim Gillespie —al que no se le conocen más éxitos—, se encuentra un reparto repleto de caras conocidas de los noventa, que por aquellos entonces eran jóvenes actores en alza como Buffy Cazavampiros… perdón, quiero decir Sarah Michelle Gellar, Jennifer Love Hewitt, Ryan Phillippe, Freddie Prinze Jr., Johnny Galecki o Anne Heche. Y que aunque cumplen con su papel y dan vida con efectividad a los personajes arquetípicos que se presentan aquí, no van demasiado más allá, pero no por falta de talento, sino por una historia que si bien consigue atraparnos y queremos saber quién es el vengativo asaltante, no es nada del otro mundo.
Lo cierto es que hay un esfuerzo para estar a la altura de los precedentes del slasher, es decir, se busca que el espectador esté constantemente alerta, con juegos de cámara, con el villano moviéndose sigilosamente por detrás de sus víctimas, con planos en primera persona que buscan el jump scare, y si bien pueden lograrlo, el público acostumbrado lo detectará con el tiempo suficiente para ser previsible. Es decir, aunque usa recursos que fueron sorprendentes en Halloween o Viernes 13, aquí se nota que son meras repeticiones de los que tuvieron éxito. Y no debe sorprendernos, porque como hemos dicho, se trata de una jugada rápida de un estudio con ganas de hacer caja… pero la jugada les salió bien, cuando un público ávido de más sensaciones fuertes del estilo de Scream buscó lo nuevo.
Si uno deja el postureo de los noventa a un lado y la historia adolescente que lo enmarca todo, lo cierto es que detrás hay una lectura moral y ética muy interesante por cómo actúan los chicos ante un grave error y cómo esto se les vuelve en contra al no haber hecho lo que debían cuando debían hacerlo. Casi se podría decir que se trata de una peli con moraleja, aunque esta se esconda bajo capas de suspense, terror, venganza y no demasiada sangre, ya que se prefirió ser sutil y diferenciarse de la violencia explícita de otros títulos como Pesadilla en Elm Street o, incluso, el referente más reciente de Scream.
Se podría decir que no es nada nuevo, que se aprovecha una historia que nunca fue un slasher y del tirón de una peli estrenada un año antes, y que, para colmo, tampoco pretende otra cosa que no sea un entretenimiento simplón, pero Sé lo que hicisteis el último verano logró captar la imaginación del público en el renacimiento del slasher a finales de los noventa con una historia aterradora y difícil de afrontar si eras un adolescente con las hormonas disparadas y ganas de pasarlo bien… o mal, según se vea. Si no se vio cuando tocaba —es decir, cuando se es joven y susceptible— se tiene que visionar con la mente abierta y con ganas de vivirlo como si se fuera un adolescente.