Franck es un trabajador ejemplar de la editorial Schaudel, tiene una vida social reducida —que se limita a dos amigos de toda la vida, Alex y Sam— y una vida amorosa más bien pobre, y de la que él solo se refiere a Sonia, su antigua compañera de trabajo de la que está enamorado, con la que se acostó en su fiesta de despedida y de la que no ha sabido nada más. Todo ello es por el objetivo que tiene en su vida: publicar sus cómics, por eso trabaja en Schaudel y por ese motivo acepta la propuesta de su jefe cuando este le propone que haga de niñera de su hijo mientras él y su esposa se van de fin de semana. La misión es fácil y la recompensa es caerle bien a su jefe, pero todo se tuerce cuando sus dos amigos le organizan una fiesta en casa de su jefe de la que en muy poco tiempo pierden el control.
A priori, con alguna diferencia, podríamos estar pensando que esta película es la versión francesa de Resacón en Las Vegas o de American Pie, es decir, una comedia gamberra, con un humor que tiende a lo escatológico y fácil, muy enfocada a un público joven con ganas de vivir lo que allí sucede. De entrada no se puede negar, ya que la recta inicial así es, bromas sexuales, chistes fuera de lugar, bromas pesadas, situaciones de moralidad cuestionable. Sin embargo, cuando se supera el primer momento de «fiesta loca», y la peli se centra y los personajes intentan resolver la situación al comprender que se les ha ido de las manos —por cierto, brillantísimo el que tradujo el título al castellano—, descubriremos que es un poco, deja a un lado la comedia gamberra y se vuelva una cinta tierna, aunque el trasfondo sea el mismo que antes. Es decir, aunque la primera parte pueda incomodar a los puristas y conservadores, lo cierto es que más adelante se vuelve una peli muy divertida, de la que te reirás de los gags —tanto de diálogo como de los visuales— y en la que cada segunda habrá algo con lo que pasárnoslo bien.
Tras esta cinta con doble filo encontramos, primero, a Philippe Lacheau, que escribe, dirige —junto a Nicolas Benamou— y protagoniza esta comedia hilarante con la que triunfó lo suficiente como para hacer una segunda parte y llegar a hacer otras tres en menos de diez años, Alibi.com, agencia de engaños o Super… ¿quién?. Pero la cosa no termina ahí, y es Lacheau forma parte de un grupo humorístico llamado La Bande à Fifi que empezó en radio y televisión y que después se pasó al cine, de cuyas manos también han salido pelis como París a toda costa de Reem Kherici o ¡Cásate conmigo! Por favor de Tarek Boudali, y en la que siempre aparecen todos o casi todos los miembros del grupo, como los mencionados Lacheau, Boudali y Kherici —que no aparece en la que ahora tenemos en las manos—, pero también Julien Urruti o Pascal Boisson, así como algunos actores que colaboran en más de una ocasión con ellos como es el caso del gran Gérard Jugnot, que lo clava como el petulante señor Schaudel, jefe de Franck, Vincent Desagnat, Philippe Duquesne, Alice David o la pareja humorística formada por Grégoire Ludig y David Marsais.
Aunque el humor es inmejorable y el elenco perfecto, lo que realmente llama la atención de la cinta es su montaje y su forma narrativa, ya que si bien se podrían contar todo lo que sucede a Franck y sus amigos de forma lineal y típica, lo cierto es que se busca una manera de darle la vuelta al asunto al presentarnos los hechos mediante lo que ahora se llama found footage —metraje encontrado en nuestra lengua—, bastante utilizada en el terror —véase el caso de El proyecto de la bruja de Blair—, pero aquí se usa para añadir aún más humor al ver las reacciones de los señores Schaudel al ver cómo les han destrozado la casa o qué le ha ocurrido a su hijo. Es en este punto en el que deja de ser una comedia al uso para darle ese giro, ese toque especial, que, sin duda, nos llamará la atención.
Se trata de una peli que va de menos a más, que pasa de ser una cinta estúpida a una comedia muy divertida y a la altura del éxito que tuvo tanto dentro como fuera de Francia, además de ser un soplo de aire fresco al renovar el panorama humorístico francés. Sin duda alguna, Se nos fue de las manos es algo más que un Resacón en Las Vegas a la francesa, y, como suele ocurrir en el cine galo, tiene una segunda lectura más tierna, más personal, más íntima, como puede ser la importancia de una relación sana entre padres e hijos. Original, interesante y perfecta para pasar un buen rato.