
Shutter Island es una película basada en la novela homónima de Dennis Lehane, con planteamiento de thriller con elementos de novela negra: el agente federal Teddy Daniels llega al manicomio Ashecliffe, para investigar la fuga de una de las pacientes. Pero el lugar oculta un misterio mucho más importante mientras que el agente tiene sus propios motivos para involucrarse en la investigación. El reparto de la película cuenta con un reparto estelar en la gran pantalla como Leonardo DiCaprio, Mark Ruffalo y Ben Kingsley. Estos tres interpretan el agente Daniels, su compañero y el director del hospital mental; constituyendo la piedra angular de una intrigante historia dirigida por Martin Scorsese.
Desde el momento en el que el agente y su compañero cruzan el umbral de la institución mental, el espectador es acompañado por una sensación opresiva y amenazante. Pocas veces aparece en pantalla un elemento terrorífico o directamente amenazador, pero el clima de desconfianza que reina entre los personajes, la música alta que acompaña las secuencias más impactantes, y los elementos de terror puro —escasos pero bien efectivos—, mantienen constantemente al espectador alerta. Del mismo modo, estar constantemente alerta es lo que se requiere también del agente Daniels, en cuya piel pasamos prácticamente toda la película. Junto a él, vemos cómo se va transformando paso a paso de un rudo federal dispuesto a enfrentarse con el reto que le supone la investigación y lograr su objetivo a un ser miserable, en un animal arrinconado que ni tan solo está seguro de si es real todo lo que cree que sabe, ve o escucha.
Esta degradación la vivimos principalmente a través de los recuerdos y las posteriores alucinaciones del protagonista. Teddy tiene continuamente visiones de su mujer muerta en un incendio y de las atrocidades que ha presenciado cuando su unidad liberó el campo de concentración de Dachau. Con estas escenas —marcadas por una iluminación mucho más colorida y puestas en escena surreales—, junto a otros detalles como la fotofobia del detective se acentúa la mirada subjetiva a través de la cual el público presencia el descenso de Daniels hacia la locura.
Una vez acomodada la mirada del espectador en la del protagonista, Scorsese nos arrastra con él. Y vaya si lo consigue… A medida que avanza la película presenciamos cómo Ashecliffe se convierte en una paralela respecto a Dachau, mientras que lo real, los recuerdos, y lo ilusorio cada vez se confunden y se mezclan más hasta el punto de que ni el personaje ni el público está seguro de lo que ha vivido y de cuál es la historia que le acaban de contar.

Detengámonos por un momento en cómo transcurre el tiempo en la narración de Shutter Island; si bien su historia es tradicionalmente lineal, se apoya fuertemente en flashbacks, en tanto que son recuerdos del propio personaje de DiCaprio. Sin embargo, estas remembranzas, de las que nos valemos para definir al personaje, se ven puestas en crisis constantemente por la nueva información que nos va dando la cinta. Por esto, si extrapolamos esta cuestión a un plano mucho más abstracto y conceptual, de lo que nos habla el viaje hacia la supuesta demencia de Teddy Daniels es del problema de la memoria y la percepción del pasado tanto a nivel personal como histórico.
En esta primera dimensión, el problema queda representado mediante la siguiente pregunta: ¿cuán reales son mis recuerdos? Esta cuestión ya ha sido tratada en otras obras como por ejemplo 1984 de George Orwell, pero si bien el planteamiento de esta cuestión en la obra de Scorsese no es tan profundo a nivel sociocultural, el componente psicológico ayuda —paradójicamente— a dilucidar sobre el núcleo cuestión. En este sentido, podemos ver claramente que al final de la película lo único que queda es la duda sobre el pasado.
Por otra parte, para hablar de la memoria en el sentido histórico, habría que remontarse al pasado militar de Teddy, además de las repercusiones que tiene en lo que aparece en pantalla. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de los Estados Unidos adoptó la narrativa de representar a sus soldados como hombres que volvían más fuertes de la guerra de lo que entraron; una de las consecuencias de este relato es que los soldados con secuelas no recibían ningún tipo de ayuda ni tratamiento. Justo uno de estos soldados es el agente protagonista quien, como ya se ha mencionado antes, encarna el trauma de una guerra que el mundo aún no sabe contar.
Un artículo de Vlad Hostyuk