
Después de lo sucedido en Spectre, James Bond ya no es 007 y disfruta de una tranquila vida junto a su mujer, Madeleine —siendo la primera chica Bond que repite—, pero todo se tuerce cuando esta le recomienda cerrar la vieja herida de Vesper Lynd visitando su tumba. Bond no le tiene claro, pero cuando se decide y lo hace, la tumba explota y sobrevive casi de casualidad. Sintiéndose de nuevo traicionado por una mujer que ha amado, Bond cortará todos los lazos y desaparecerá de la faz de la tierra, retirándose de su vida activa. No será hasta cinco años después cuando su viejo amigo de la CIA, Felix Leiter, lo invité a colaborar con él para capturar a un desertor de unos laboratorios británicos —vinculados al MI6— que pretende vender al mejor postor los secretos que ha robado y que pueden amenazar al mundo con una temible arma biológica.
Hasta aquí podría ser la premisa perfecta para que un Bond completamente desatado y sin ninguna responsabilidad o lealtad hiciera lo mejor que sabe hacer, y así es durante la primera parte de esta peli, momento que compartirá con una inspiradísima Ana de Armas cuyo personaje nos quedamos con ganas de conocer más. Sin embargo, sin darnos cuenta, este primer peldaño de la larga y ardua escalera que son las casi tres horas de esta película —porque se han pasado un poco—, nos vemos sumergidos en una exploración de la personalidad de Bond… otra vez. Si dejamos a un lado la trama romanticona de Casino Royale, las tres últimas pelis de Bond han sido una repetición tras otra de ver los sentimientos más profundos del personaje, queriéndole dar una faceta más humana de la que el personaje carece. Puede que Bond haya tenido mujeres especiales, se haya enamorado y haya sufrido por ello, pero Bond no tiene familia ni sus sentimientos influyen en la misión que lleva a cabo y, mucho menos, su misión tiene una vinculación directa con su pasado o su presente, o su vida… pero no es el caso del Bond de Daniel Craig.

Si lo analizamos con frialdad esta no es una película de James Bond, aunque este sea su protagonista, y no solo porque se haya retirado —por tercera vez en esta etapa, sino recuerdo mal—, sino porque carece de todos los elementos que hicieron grande este personaje. Por poner unos ejemplos, la trama ya no gira alrededor del clásico espionaje, sino a lo que ya hemos comentado, algún tipo de venganza contra él o sus allegados; 007 sufre mucho, no por los golpes y los disparos recibidos, sino por como se le rompe el corazón una y otra vez; y, lo que es aún peor, el villano carece de la personalidad suficiente como para ser un villano Bond. Estamos ante una peli que no necesariamente es mala, sino que no encaja en el perfil de la franquicia, como si los realizadores no hubiesen cogido el concepto, intentando actualizar un personaje que es muy difícil de cuadrar con los cánones de lo que está bien visto hoy en día. A grandes rasgos, personalmente sobra la segunda mitad de la película, en cuanto descubrimos la relación de Bond con la misión. Y con esto no digo que no sea necesario un mensaje inclusivo, sin embargo, la manera que se ha hecho no es demasiado acertado, sin ir más lejos, el ya famoso personaje de Lashana Lynch —la nueva 007—, no es una mala idea, pero está añadida con calzador y no aporta nada a la cinta, ni tan siquiera unos buenos diálogos con Craig.

Para un fan del Bond más clásico, como un servidor, esta cinta es decepcionante porque carece de una auténtica trama de acción, ya que quiere contarnos tantas cosas del trasfondo de los personajes, que hace que la parte relacionada con la «misión» sea más bien escueta y carente de fondo; sin contar con que esta cinta estaba llamada a ser la gran despedida de Daniel Craig del personaje, ya que contaba con un gran reparto repleto de estrellas para ello, pero en su lugar han estropeado el buen camino que habían recorrido hasta ahora.
No sé que le depara a James Bond en el futuro de la franquicia, son muchos los rumores que corren y muchas las posibilidades que se abren ahora que Bond ha muerto oficialmente y tiene una hija—Ups, dos spoilers por el precio de uno—, pero lo que es cierto es que, si la dirección que se toma es la misma marcada en esta entrega, han perdido a un seguidor fiel, ya que la principal virtud de las pelis de Bond era que los sentimientos se quedaban a las puertas de los cines y dentro solo había auténtica acción. Mucha espera para tan poco y se tendrá que ver que pasará en cuanto se nombre al siguiente 007.