Corría el año 2002, hacía poco tiempo que se habían estrenado las versiones cinematográficas de Blade y los X-Men, y los estudios estaban viendo que aquello de los superhéroes —que nunca había sido muy habitual en el cine— empezaba a funcionar lo suficiente, por lo que no fue ninguna sorpresa que uno de los personajes más conocidos de Marvel y del cómic en general, saltara de las viñetas a la gran pantalla.
Spider-Man no fue la primera aproximación del cine al personaje, se había intentado con anterioridad, pero solo habían tenido éxito las series de dibujos animados —no puedo negar que la de principios de los noventa guardo un gran recuerdo, y en parte es mi referente al ver cualquier adaptación de Marvel—, por lo que en seguida todos comprendieron aquello de «un gran poder conlleva una gran responsabilidad»; es decir, cualquiera no podía hacer una peli de Spider-Man, tenía que ser alguien especial, alguien que fuera capaz de captar la fantasía del cómic, comprender las limitaciones técnicas de la época, y llevar a la gran pantalla un producto digno que cautivara a los fans del Hombre Araña, que no eran pocos. Y ese alguien fue Sam Raimi, un director cuyo bagaje estaba formado por cosas como Evil Dead o Xena, la princesa guerrera, unos productos suficientemente «peculiares» como para que fuera capaz de dirigir una peli de Spider-Man.
El principal obstáculo fue llevar a un hombre con poderes de araña a la gran pantalla y que fuera lo suficientemente creíble como para que la gente se dejara llevar por la historia. En aquella época eso requería un esfuerzo en efectos digitales, bastante pobres si los comparamos con los de ahora —precisamente fue en esos primeros de los dos mil cuando el cine se fue atreviendo con las pelis que requerían efectos digitales, como Harry Potter, Piratas del Caribe, Star Wars, o la ya mencionada X-Men—, pero valió la pena ya que incluso ahora, casi veinte años después de su estreno, estamos ante una peli que ha sabido envejecer.
Para llevar a cabo esta peli, Raimi se rodeó de un reparto a la altura que, a pesar de no encajar en la edad —ya que el Flash Thompson recién afeitado de Joe Manganiello, que por aquel entonces contaba con veintitantos años, no resulta para nada creíble como alumno de instituto—, James Franco, Kirsten Dunst, Cliff Robertson, Rosemary Harris, Bill Nunn, una desconocida Octavia Spencer, fueron algunos de los nombres propios, pero sin duda requieren una mención especial Tobey Maguire, Willem Dafoe y J. K Simmons. El primero de ellos se convirtió en el primer Spider-Man que merece la pena recordar, y al único que se le ha permitido tener una escena tan digna de mención como la muerte del tío Ben —algo que después de ello se ha querido evitar para no caer en la repetición de los orígenes, que a estas alturas todos conocemos—. Por su parte, Willem Dafoe es el villano perfecto, no solo cumple con su rostro y su mirada escalofriante, sino que como Norman Osborn / Duende Verde sigue siendo uno de los mejores villanos del cine, y nadie se a atrevido a hacer regresar al villano esmeralda al cine… Ni tan siquiera en el videojuego de Spider-Man para PS4 que hace poco se convirtió en lo mejorcito del 2018. Finalmente, y aunque en un papel menor, nos encontramos con J. K. Simmons como J. Jonah Jameson, un personaje esencial en el universo Spider-Man, y es que además el actor logra una interpretación de diez de tal modo que hubo una petición popular para que regresara en el UCM… y es que es insuperable.
Evidentemente podría entrar en detalles de la trama, pero, como ya hemos dicho, a estas alturas todo el mundo conoce a Spider-Man de algún modo u otro, por lo que resulta redundante repetir y repetir lo mismo: Peter Parker consigue poderes de araña, muere su tío por un error, y él ve como es su responsabilidad proteger la ciudad de Nueva York de cualquier amenaza… y punto.
La verdad, a pesar de ser una peli de superhéroes, estamos ante una historia realmente dramática —algo que también repetiría en la segunda entrega—, en la que lo importante son las relaciones humanas entre los personajes, los amigos, las parejas, la familia, todo ello establece el motivo de base tanto del personaje como de su universo.
Además, como guinda del pastel, el estilo de la peli —tanto por el tono, como por el hecho de querer reproducir casi calcados a los personajes—, así como algunos cameos —como los de Bruce Campbell o Lucy Lawless— incluso la elevan a peli de culto. Y no se merece menos, ya que casi veinte años después de su estreno, cada vez que alguien habla de una peli de Spider-Man, esta aparece como un referente que se tiene que respetar y que se intenta superar… pero pocas veces se consigue.