
“El espacio, la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, en su misión permanente de explorar nuevos y desconocidos mundos, de buscar nuevas formas de vida y nuevas civilizaciones, de ir audazmente donde nadie ha ido jamás”.
Así empiezan el primer y todos los episodios de la Star Trek: La nueva generación. Del mismo modo de la serie original y con una clara intención de que los fans que en 1969 vivieron un triste final de una magnífica serie y que solo pudieron conformarse con los largometrajes cargados de polvillo rancio, volvieran a sentirse a gusto a bordo de una nave espacial –a pesar de las moquetas y esos colores pastel tan propios de finales de los ochenta–, y se engancharan a un viaje mucho más largo y con más y mayores aventuras.
La trama central de la serie gira en torno a la tripulación de la Enterprise D, la cuarta versión de la nave original que sigue siendo la nave insignia de la Flota de la Federación. Y Star Trek: La nueva generación es eso, poco más se puede decir, una nueva generación pero con el mismo argumento que la serie original, lo que “técnicamente” se conoce como un remake. Pero a diferencia de otros remakes, en esta ocasión en lugar de buscar a un nuevo Kirk y un nuevo Spock –como se ha hecho en el reboot de J. J. Abrams–, se creó a Picard y Data y a todos los demás. Una nueva tripulación para una Enterprise renovada, ambientada unos cien años después de la serie original. En ella las cosas son un poco diferentes, por ejemplo, las naves de la Federación acogen familias enteras; el oficial de seguridad es Worf, un klingon educado por humanos; o Data, un androide, es el segundo oficial. Además, los enemigos acérrimos de la Federación ya no son los klingon, al contrario, estos son unos fieles aliados y los que plantaran cara a las naves de la flota son los romulanos y los borg, unos desconocidos alienígenas con una mente colmena procedente del cuadrante Delta.
Jean-Luc Picard, el flamante capitán de la Enterprise D, es un humano de origen francés, culto, sensible, pero autoritario, que siempre afronta las situaciones desde la rectitud y la responsabilidad, y que, en escasas ocasiones, se muestra abierto. Vamos, que es un soso. Sin embargo, el personaje es brillante, casi lo opuesto al pasional y activo Kirk, pero de eso ya hablaremos en otra ocasión. Junto a él está en todo momento el comandante William T. Riker, un apuesto y mujeriego segundo oficial que es el hombre de acción y líder de las misiones de incursión y, lo más importante, poseedor de una barba con mucha personalidad. Aún siguiendo los consejos de su segundo oficial, el capitán cuenta con la inestimable ayuda de su consejera mitad betazoide, Deanna Troi, que con su poder empatía puede prever los movimientos de los rivales de la Enterprise. A los mandos de la Enterprise está Data, un androide con grandes capacidades del que hablaremos más adelante. Tras el timón está el joven alférez Wesley Crusher, hijo de la jefe médico de la nave, la doctora Beverly Crusher, con la que el capitán mantiene una sincera y cercana relación. A parte de estos, están el teniente Worf, el único klingon de la Federación que sustituyó a la difunta Tasha Yar en el puesto de jefe de seguridad; mientras que los responsables de que todo funcione son el comandante Geordie LaForge y el jefe Miles O’Brien. Finalmente, además de la tripulación habitual, hay una serie de personajes habituales de la serie que en ciertas ocasiones se convertirán en elementos esenciales de la trama, como la responsable del bar, Guinan, el misterioso y poderoso Q, o Lwaxana Troi, la madre de Deanna y embajadora de Betazed en la Federación.

Algo habitual de Star Trek es que, al lado del capitán de la Enterprise siempre haya un segundo oficial que se convierte en la mano derecha o, como diría Picard, en el Número uno. En la época de la primera Enterprise, al lado del pasional y activo capitán Kirk había un ser tan lógico y medido como Spock, creando una combinación perfecta, como si fueran dos personalidades opuestas pero complementarias de un mismo ser.
Sin duda, Spock cuyo carácter lo convierte en alguien extraordinariamente soso y aburrido, rápidamente se convirtió en un elemento esencial de la serie, superando incluso al propio Kirk. Y es que aún siendo un soso, siempre era el que hacia los comentarios más graciosos al final de cada capítulo, o el que le lanzaba las mejores puyas al capitán, siempre con el permiso del Dr. Bones.
Ahora bien, cuando a finales de los ochenta Star Trek renació con La nueva generación, al lado del experimentado y serio capitán Picard, no se podía poner a un vulcano lógico e inquebrantable, ya que el nivel de aburrimiento que se hubiera generado entre ambos hubiera sido demasiado, por eso el primer oficial de la Enterprise D es el comandante William Riker. Este guaperas empedernido, da el contrapunto perfecto a un capitán muy serio. Aún así, Picard, al ser humano es mucho más pasional que Spock, haciendo que haya una oposición tan clara entre el capitán y el primer oficial de esta nueva etapa de Star Trek. Pero entonces ¿donde está el soso y a la vez divertido de la nueva generación?
Es aquí cuando aparece el personaje de Data. Carente de emociones, este androide se convertirá en el nuevo Spock. Es el bicho raro de la tripulación y pocas son las veces que actuará pasionalmente, solo cuando tenga instalado un chip sentimental o cuando alguno de sus circuitos falle. Si bien Data no es el primer oficial, sino el segundo, tiene una relación muy estrecha con el capitán, siendo él a quién recurre en momentos en los que solo una mente tan lógica como la de un androide puede salvar a toda la nave.
¿Y cuando puede necesitar la Enterprise esta mente lógica de Data? Pues, por ejemplo, se enfrenten a Q. Me doy cuenta que a lo largo de todos los capítulos de la segunda etapa de Star Trek, el personaje que me más me ha fascinado y que solo me ha aburrido una única vez, es Q. ¿Qué se puede decir de este ser superior que no haya dicho ya él mismo? La primera vez que lo conocemos es el primer capítulo de la serie, donde aparece de forma muy impertinente y durante todo el capítulo no haces más que aumentar tu odio hacia él, y no solo por lo que les está haciendo a los miembros de la tripulación de la Enterprise, sino porque llega a ser realmente cansino. Si solo hubiera aparecido en este capítulo, seguramente Q se hubiera convertido en algo así como en el Jar Jar Binks de Star Trek. Pero no fue así.
A partir de su segunda aparición y en las que vendrán, el carácter despótico de Q es sustituido por un agradable y mesurado egocentrismo megalómano. Es cierto que ambos adjetivos no es que sean muy positivos, pero teniendo en cuenta que se trata de Q, es todo un éxito. A pesar de que algunas ocasiones juegue con la tripulación, a medida que interactúa con LaForge, Riker o Crusher, Q se vuelve más humano, llega convertirse en uno más de los habituales de la nave que, si por un lado haya ocasiones en que no quieras oírlo, al final es imposible no reírle las gracias. Incluso el frío Picard, que rápidamente traba una enemistad con Q, no podrá evitar tratarlo como aquel amigo un poco pesado que todos tenemos.
Tras siete temporadas, en las que suceden muchas cosas, como la asimilación de Picard por los borg, la relación amorosa entre Riker y Troi, o el gemelo malvado de Data, llegó el momento de saltar a la gran pantalla con cuatro largometrajes. En realidad, las películas de La nueva generación no son más que episodios ¡Pero que episodios! Se podría decir que son los mejores episodios de toda la serie, incluso de todo lo que se conoce “La Nueva Generación” formada por esta serie, Deep Space Nine y Voyager.
Algo que tienen a favor estas películas y que, en comparación, resultan mejores que las de las de la serie original, es la continuidad en el tiempo. Es decir, entre TOS y la primera de sus películas pasaron diez años, mientras que entre TNG y La próxima generación tan solo pasaron unos meses y fue, la última, la que se situó ocho años después de que terminara la serie. En principio esto no significaría nada, pero cuando descubres a tus héroes con los achaques propio de una edad avanzada –sin mencionar el estado físico de algunos actores, como James Doohan–, la supuesta “aventura” queda completamente desvirtuada. En lugar de esto, un casi inmortal Patrick Stewart lidera la tripulación de TNG, cuyo único cambio son unos pocos años más, logrando que no sientes este salto temporal tan marcado de TOS.
Estas cuatro películas son auténticas películas de ciencia ficción, pero con la esencia de la serie televisiva, no como en TOS en las que son capítulos alargados con la intención de colarnos una película que no es tal, sino que es un alargamiento de una trama sencilla propia de un capítulo. En las películas se hizo lo que no se pudo hacer en la serie, una mayor calidad de los efectos especiales, guiones más dinámicos y tramas más complejas sin necesidad de simplificarlas para adaptarlas al tiempo de la serie. Las películas son muy entretenidas y enganchan mucho más que la serie, contando con todo tipo de momentos espectaculares, además de los escenas tan brillantes como la reaparición de un brillante Kirk –en La próxima generación, realizando una auténtica entrega de testigo a Picard–, la interpretación de Gilbert y Sullivan a tres voces por Picard, Data y Worf en mitad de una persecución, a Picard cantando y bailando un mambo, o la pubertad reencontrada de Worf.
Además, la última película, Star Trek X: Némesis, supone el gran final para las tres series, The Next Generation, Deep Space Nine y Voyager, cerrando una increíble etapa de la ciencia ficción televisiva que empezó en 1987 y terminó en 2002.
Star Trek: La nueva generación puede que no resulte tan original como la serie original de los sesenta, sin embargo la fuerza con la que entró en la televisión de los ochenta y noventa, hizo que gracias a ella se realizaran tres series más y seis películas, dando lugar a un renacimiento de una franquicia tan importante para la ciencia ficción como es Star Trek.