
Más o menos un año después de lo sucedido en Abydos —es decir, en la película Stargate: Puerta a las estrellas—, todos suponen que el Stargate está enterrado entre montones de cajas en algún lugar parecido a el Área 51, sin embargo, no es así. El proyecto Stargate se ha ampliado y se ha establecido el Comando Stargate, en las instalaciones ultra-secretas de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos en el complejo de Cheyenne Mountain, en Colorado Springs. Este comando tiene la misión de explorar nuevos mundos, descubrir nuevas civilizaciones —vale, eso suena un poco a Star Trek—, pero sobre todo encontrar tecnología alienígena que pueda ser útil a los humanos, tanto para pelearse entre ellos como para defenderse de los Goa’uld…. Claro, los Goa’uld siguen vivos, ¿no lo sabíais? Pues sí, siguen siendo el peor enemigo con el que podían encontrarse los humanos, por lo que el General Hammond, veterano militar al mando del Comando Stargate, decide recurrir al único hombre sobre la faz de la tierra que consiguió derrotar al supuesto dios Ra, el coronel Jack O’Neill. A pesar de que la versión oficial de lo sucedido en Abydos era que el planeta había sido destruido, O’Neill se ve obligado a contar la verdad por la necesidad de contar con la ayuda del Dr. Daniel Jackson, que está perfectamente viviendo entre el pueblo del planeta supuestamente destruido. Además de contar con la ayuda de dos de sus antiguos hombres, Kawalsky y Ferretti, O’Neill tendrá que llevar con él a la capitana Samantha Carter, que además de militar es una notable científica. Desafortunadamente, durante la misión para reclutar a Daniel, la esposa de este, Shau’ri, y su hermano, Skaara, son secuestrados por los hombres de Apophis y llevados a Chulak. Pero no hay mal que por bien no venga, ya que será en ese planeta, en el que O’Neill y su equipo se encontrarán con Teal’c, el primado de Apophis, que en realidad está un poco harto de ser el esclavo del supuesto dios y les ayuda a fugarse uniéndose a ellos. Finalmente, y tras demostrar su valía acabando con la amenaza que se había apoderado de la base del Comando Stargate, Teal’c se une al SG-1, junto a O’Neill, Carter y Jackson, el primer equipo de la docena que formarán el SGC.
Admito que me he saltado una parte muy grande del argumento del primer capítulo, pero lo más importante era saber cómo se conformaba el equipo de protagonistas de la serie, además, el primer doble capítulo así como gran parte de la primera temporada, son un poco tediosos. No sé si es porqué los actores todavía no se habían hecho con el papel, porqué la calidad de la trama es un poco triste, o por si todavía no había arrancado con fuerza las aventuras, pero lo cierto que lo más duro al ver esta serie es esa primera mitad de temporada que, a pesar de ser pocos capítulos, se hace eterna. Pero después… ¡Uy, después! La cosa se anima, y de qué forma lo hace.
A parte de los Goa’uld —que resulta que son decenas de dioses malvados, pero tranquilos, el SG-1 se cargará a la mayoría—, también aparecerán los replicantes —unos extraños robots con inteligencia artificial que se multiplican como conejos en celo—, además de un sinfín de razas que se convertirán en aliados del Comando Stargate. Pero las amenazas no solo vendrá de fuera, sino también de dentro de la Tierra. Ya que no solo los rusos estarán tocándole las pelotas al equipo del SGC, sino que otras organizaciones —todas ellas súper-secretas, por supuesto— surgirán dentro de la propia administración y del ejército estadounidense, para hacerse con todo aquello que el SGC consiga traer de más allá de las estrellas.
Una de las principales bazas que tiene SG-1 es, sin duda, los efectos especiales. No podía ser de otra forma, tratándose de una serie de ciencia ficción ambientada en el espacio, estos eran un elemento esencial de la trama, por lo que si al principio los efectos solo se centraron en pocos elementos, a medida que avanzan las temporadas, vemos como se aplica mayor esmero en la realización de estos efectos, llegando a presupuesto de cuatrocientos mil dólares por capítulo. Esta cifra no debe sorprendernos, ya que, si lo pensamos, cada vez que se enciende el Stargate, se dispara una arma Goa’uld o se utilizan los anillos de transporte, requiere la participación de los efectos especiales. A pesar de ello, también debemos tener en cuenta que, si bien se utilizan mucho los elementos generados por ordenador, gran parte de la ambientación gira entorno a los efectos tradicionales —como explosiones y sangre falsa—, y a un espectacular maquillaje para crear razas alienígenas.
Aun teniendo una interesante trama y unos efectos bastante resultones, una serie de televisión no se nutre solo de ello, sino que requiere algo esencial para que la gente se enganche: el carisma de sus personajes. Una de las piezas claves de Stargate son sus personajes, ya que incluso meros secundarios como Walter Harriman, más conocido como «el tío del Chevron», o el coronel Harry Maybourne, tienen su encanto. Sin embargo, los que más destacan, como no podía ser de otra forma, son los miembros del SG-1. Este equipo, el mejor del Comando Stargate, es el único que tiene miembros no militares, estando formado por el coronel Jack O’Neill, la mayor Samantha Carter, el Dr. Daniel Jackson y Teal’c.
Tras el éxito cosechado por la película Stargate, puerta a las estrellas (Roland Emmerich, 1994), protagonizada por Kurt Russell y James Spader, y ante la imposibilidad de hacer una segunda parte, ya que Roland Emmerich y Dean Devlin estaban enfrascados en el rodaje de Independence Day (Roland Emmerich, 1996), la MGM decidió crear un serie spin-off para aprovechar el tirón de la cinta original. Al oírlo, Brad Wright y Jonathan Glassner se presentaron ante los productores interesados en llevar a cabo el proyecto, y la dirección accedió, solo con la condición que ambos —que habían presentado ideas brillantes para la serie— trabajaran conjuntamente. Con un título bajo el brazo, SG-1 —que la cadena posteriormente convertiría en Stargate SG-1—, quisieron contar con los actores que participaron en la película, sin embargo, Kurt Russell y James Spader, así como gran parte del reparto original, no estuvieron interesados en implicarse en el proyecto.
Ante la negativa de estos actores, optaron por buscar los protagonistas entre los habituales de la televisión, y así fue como se acercaron a Richard Dean Anderson, que solo puso dos condiciones para meterse en el papel de Jack O’Neill, debía tener libertad para darle un aire más cómico que el que le dio Russell, y que SG-1 debía ser una serie sobre un equipo, es decir, no quería cargar con todo el peso argumental. Los productores de la serie debieron mirarse y aceptaron, ¿quién podría negarle algo a MacGyver?
Así pues, con un protagonista estelar para la nueva serie, el resto fue pan comido. El equipo protagonista de la serie, la unidad número uno del Comando Stargate, es decir, el SG-1, estaría liderado por el coronel Jack O’Neill, un militar que, si bien respeta las normas, tiende a cumplirlas a su manera, a la vez que se toma a guasa todo lo que sucede a su alrededor. En muchas ocasiones parece que O’Neill se pasea por mundos inexplorados como si fuera a dar un paseo por el campo. La verdad es que Richard Dean Anderson consiguió algo que muy pocas series pueden lograr, y es que sus personajes fueran mejores que los de la película de origen. Y es que, por mucho que en la peli Jack O’Neill sea Kurt Russell, el que pasará a la historia por este personaje será Anderson.
En segundo lugar, otro personaje que cambió de actor fue el del Dr. Daniel Jackson, interpretado por Michael Shanks. Del mismo modo que O’Neill pasó a ser más divertido, Daniel dejó de ser el típico intelectual debilucho, para ocupar el papel que toda serie necesita, el guapo. A pesar de que nunca abandonó las gafas, el Daniel Jackson de Michael Shanks se convirtió en ese tío inteligente y guapo que todos los hombres queremos ser, y el que todas las mujeres quieren que seamos. Pero lo cierto es que, si en la película Daniel era el contrapunto de O’Neill por ser uno débil y otro fuerte, uno intelectual y el otro un hombre de acción, en la serie pasarán a convertirse en una pareja que, en pantalla, tienen mucha química, regalándonos diálogos increíbles.
La primera de las nuevas incorporaciones al universo Stargate fue la capitán Samantha Carter. Esta militar de carrera pero, a la vez, mente privilegiada en el campo de la astrofísica —aunque después sabe de todo—, al principio fue presentada como el personaje que sacaba de quicio a O’Neill, incluso más que Daniel, pero al avanzar la serie, pasó a ser la voz de la conciencia del SG-1, aunque en muchas ocasiones la que necesitaba conciencia fuera ella. Además, si Daniel representa al clásico «listillo» de las humanidades, Sam se convertirá en la «listilla» de las ciencias, dando como resultado una combinación mortal en cuanto a recursos y sabiduría. Sin olvidarnos que, queriendo o sin querer, Sam se convirtió en la chica de la serie y, por lo tanto, en la guapa y sexy, aunque, si soy sincero, esa faceta, por suerte, no fue demasiado explotada.
Finalmente, el SG-1 se completa con el jaffa renegado Teal’c. Un hombre de pocas palabras y con un gusano alienígena en el estómago —al que O’Neill, cariñosamente, llama Junior—, que responde a todo con un sutil levantamiento de ceja —al más puro estilo Carlos Sobera— y que, en pocas ocasiones, nos mostrara sus sentimientos. A pesar de ello, Teal’c es un elemento esencial para el tono cómico de la serie, ya que servirá en bandeja de plata a O’Neill innumerables comentarios y chascarrillos. En resumidas cuentas, a pesar que la sabiduría y conocimientos de Teal’c sobre el universo más allá del Stargate resulta básico para las operaciones del SGC, este jaffa acabará siendo el músculo del equipo, ese tipo duro que nadie puede doblegar.
Como resultado, en conjunto, tenemos al clásico esquema de «Equipo A»: el líder, el guapo, la inteligente y el tipo duro.
Además del reparto principal, la serie contará con secundarios que, a la larga, tendrán cada vez más importancia argumental, como el general George Hammond, comandante en jefe del SGC; la Dra. Fraiser, la jefe médico del comando; Jacob Carter, padre de Samantha y enlace de con la tok’ra; Bra’tac, el maestro jaffa de Teal’c; o Thor, el alien asgardiano que, a pesar de sus poderes, siempre tiene que recurrir a la ayuda del SG-1.
En una serie de la longitud de Stargate es normal que haya momentos para todos los gustos. Hay momentos buenos y momentos malos; capítulos brillantes y otros infumables, pero es lo que tiene una serie de televisión de este estilo. Para mí, personalmente, los comentarios jocosos de O’Neill y los capítulos en los que algo invade la base del Stargate son los mejores, aunque hay otros capítulos que son también memorables. Sin embargo, si de todos los episodios de las primeras cinco temporadas tuviera que escoger solo uno, sin dudarlo, me quedaría con el sexto capítulo de la cuarta temporada, «Una ventana a la esperanza». Este episodio, se unen todos los elementos claves para un capítulo perfecto de Stargate, ya que tenemos una amenaza interplanetaria, a Samantha y Daniel investigando, un grave problema en la base del comando y O’Neill y Teal’c luchando contra la imposible, sin olvidarnos de las escenas cargadas de humor. Y es que cuando el coronel y el jaffa se quedan atrapados en el tiempo, viviendo sin parar las mismas diez horas una vez tras otra, lo único que puede acabar pasando es que ambos hagan todo tipo de gamberradas del estilo de aprender malabares mientras Daniel les explica latín, hacer arte con kétchup y mostaza, ir en bici por los pasillos de la base, jugar a golf con el Stargate como hoyo, hacer jarrones de cerámica, o enrollarse con Carter, mientras intentan traducir un antiquísimo texto que los puede sacar de tal atolladero.
Alguien podría preguntarse por qué hemos elegido cortar después de la temporada al hablar de esta serie… Pues hay tres claros motivos, el primero porqué al final de esta temporada presenciaremos la primera despedida de uno de los personajes principales, el Dr. Daniel Jackson —¡Oh, oh! Spoiler—; el segundo, porqué en 2002 la cadena Showtime decidió no renovar la serie, pero por suerte, la retomó Syfy, dándole cinco temporadas más de vida; y la tercera, pero no menos importante, porqué nos ha dado la gana, así de claro. Bromas aparte, el corte, como podéis ver, no ha sido arbitrario, sino que tiene cierta lógica. Ya que después de un final de infarto —y un poco pasado de vueltas—, y la pérdida de un elemento clave para la serie como era Daniel Jackson, son muchas las dudas que nos podemos plantear cara a una segunda etapa de la serie. ¿Quién sustituirá a Daniel? ¿Puede que vuelva más adelante? ¿El cambio de cadena afectará en la serie? ¿Habrá más despedidas en las siguientes temporadas? ¿Y nuevas incorporaciones? Pues, como os podéis suponer, eso ya es otra historia y otro artículo.