Un misterioso pistolero llega un poblado medio desierto, la guerra que ha tenido enfrentadas a dos bandas rivales por el control de las minas de oro, ha hecho que la gran mayoría de habitantes abandonen el lugar sin esperanza en que el enfrentamiento entre los Genji, o blancos, y los Heike, o rojos, termine algún día. Parece ser que el conflicto, que ya existía, se vio acrecentado cuando un rojo y una blanca se casaron y tuvieron un hijo en común, dando la espalda a un enfrentamiento ancestral. La cosas no fueron bien para la pareja, él acabó muerto en manos de su jefe, Kiyomori, y ella prostituida por el suyo, Yoshitsune. Al descubrir esta injusticia, el pistolero empezará a jugar al gato y al ratón con ambos bandos, para conseguir que se exterminen los unos a los otros, mientras trata de salvar el pueblo, a la madre y a su hijo, Heihachi, contando con la única ayuda de Ruriko, una enigmática mujer, que posee unas habilidades nunca antes vistas.
A pesar del título, el argumento de partida se asemeja más al de un Por un puñado de dólares que, como todos sabemos, es un descarado plagio de la clásica cinta de samuráis de Akira Kurosawa, Yojimbo. Así que, visto fríamente, Sukiyaki Western Django es la visión japonesa moderna de un spaghetti western clásico, copiado de una peli de samuráis… Vamos, un refrito de un refrito, en el que se añaden katanas a los revólveres, que ya sustituyeron a las katanas una vez.
Con esta película, Takashi Miike hace un auténtico cóctel —por no decir revoltijo— de un sinfín de referencias para, al final, recurrir a la brillantísima trama creada por Kurosawa en los sesenta, y es que, solo que investiguemos un poco, descubrimos que la palabra sukiyaki hace referencia a un plato de la cocina nipona, en el que se mezclan varios ingredientes para hacer algo parecido a un plato de estofado.
Por un lado tenemos el título, haciendo una clara referencia a la película de 1966, Django (Sergio Corbucci), al que debemos sumar una interesante versión en japonés de la canción principal de la mis película, compuesta por Luis Enríquez Bacalov. Sin olvidarnos de la referencia al cofre que carga el personaje de Franco Nero en la película de los sesenta. También existe una referencia directa a los personajes interpretados por Clint Eastwood en la Trilogía del Dólar de Sergio Leone, en el desconocido que llega al poblado para imponer paz. Además, como ya hemos dicho, la trama principal —si bien tiene algunas diferencias— es, a la práctica, casi la misma que la de las películas Por un puñado de dólares y Yojimbo. Por otro lado, la estética utilizada es muy dispar, los personajes principales, aunque parecen vaqueros, llevan prendas modernas, como cazadoras de cuero y piercings, más propios de las pandillas japonesas de hoy en día. Sin embargo, el escenario es un peculiar cruce entre los pueblos del Lejano Oeste con los del Japón Feudal. Sin olvidarnos, que constantemente se hacen referencias a la obra de Shakespeare, Enrique VI,y la Guerra de las Dos Rosas, por lo de los rojos y los blancos.
El resultado final de este interesante mejunje —del que seguro se me escapan muchos ingredientes— es una película que no sorprende demasiado argumentalmente, pero que estéticamente impresiona lo suficiente como para querer hablar de ella. La principal pega que tiene en este sentido, es que estrictamente no hablarás de la película, sino del sinfín de referencias y guiños que hace a los grandes clásicos de samuráis y vaqueros.
Mientras estas viendo Sukiyaki Western Django, es inevitable que esta extraña mezcla de elementos nos haga pensar en uno de los maestros del cine de género, siendo el único en conseguir que películas del estilo de la Serie-B se conviertan en auténticos taquillazos, no hablo de otro que no sea Quentin Tarantino. Encima de asemejarse al estilo —no al resultado—, el director de Knoxville aparecen en el papel secundario de Piringo, algo así como un gurú o un maestro kung-fu del revólver, y es que Tarantino se atreve con todo. Algo curioso de las tres escenas en las que participa, es el escenario de dos de ellas, en que pintado con brocha con algo parecido al monte Fuji hace de fondo mientras la escena —un pequeño campamento del estilo de Lo llamaban Trinidad o El bueno, el feo y el malo— está iluminado por un sol naciente, Tarantino actúa con un poncho de Clint Eastwood como si fuera el más rápido del Este.
La verdad, Sukiyaki Western Django, se asemeja al estilo de Tarantino o Robert Rodríguez, al hacer esta peculiar mezcolanza de géneros, sin embargo, mientras que los mencionados directores consiguen crear historias y personajes nuevos —siendo claros ejemplos de esto, Kill Bill y Django Desencadenado—, Takashi Miike se focaliza tanto en lo estético y en el postureo, que su trama y sus protagonistas son insustanciales. Es decir, la película esta realmente bien, pero no será algo tan sorprendente como lo que pueda hacer Tarantino, ya que Miike pierde perspectiva al querer mantener las referencias tan claras para que el espectador la vea. Sukiyaki Western Django merece nuestra atención por ser un curioso experimento, pero, desgraciadamente, por nada más.