
Tengo que reconocer que me pongo nervioso cuando no entiendo una película, pero en realidad no pasa nada, tampoco hay nada que entender en un buen suplex de El Enterrador y bien que te lo pasas viendo como se le rompe la espalda al desgraciado de turno. Yo también quiero romper algo, quiero romper una lanza no muy gorda en favor del no entendimiento. Se le da demasiada importancia a que las cosas (y las gentes) se entiendan y igual es mejor abrir nuestra mente —mediante trepanación homemade— y tras perder un par de docenas de puntos de CI, mirar el mundo de otra forma.
Pero no empecemos con Swiss Army Man, Swiss Army Man es para profesionales. En Swiss Army Man tenemos un autentico bukake de ralladas, gansadas en tumultuosa bandada y pajas mentales avanzando en marcial y soviética formación. Para que os hagáis una idea, esto va de un náufrago hipster en una isla desierta que se hace amigo de un cadáver que pasaba por allí. Después de escapar de la isla utilizando el cadáver como moto de agua a propulsión de pedos, ambos vivirán mil aventuras para retornar a la civilización… Bien, ¿no?.
¡Pues puede ser mejor! Se quedan tirados en la costa de no-se-sabe-dónde y después en el bosque de no-se-sabe-tampoco, dónde el náufrago (que ya no es náufrago) se da cuenta de que el cadáver tiene poderes especiales: a parte de los pedos que le proporcionan superpropulsión, también es capaz de hacer brotar un manantial de agua por la boca o de encender fuego frotando los dedos… Que, ¿bien?
El cadáver va ganando nuevos poderes random mediante periódicos upgrades. El poder más importante es que su polla empalmada señala hacia una mujer y por tanto hacia la civilización. Ahora su colega tiene que intentar hacerle recordar lo que es el sexo, el amor, la seducción y todas esas soplapolleces, para que se empalme y les guié hacia la salvación siguiendo su polla… ¿Bien?
Pues el resto ya es spoiler, o mejor dicho spoller. Pero con lo que ya sabéis os podéis hacer una idea de que el nivel del subnormalómetro esta situado a muy alta altura. Por lo tanto, o tenéis la mente abierta como la sandía de después de la paella o vais a quedar como si os hubiera pasado por encima un rebaño de ñues. Los directores, Daniel 1 y Daniel 2, que solo habían hecho cortos hasta la fecha, lo han soltado todo en su primera película como un friki mormón que se reserva para su noche de bodas y claro, el resultado es un apoteósico cumshot a chorro.
El grueso de la película está grabado en la pinada que hay detrás de la urbanización donde tiene el chalet mi primo, pinada que ha sido convenientemente aterezzada con objetos del mercadillo de los viernes y un par de contenedores de basura vaciados aleatoriamente. También hay producción de look rústico, como buena película de naufragios que se precie, con artefactos construidos con materiales reciclados de la naturaleza: cañas, barro y lianas, lowcost 100%.
En el apartado actoral destaca nuestro buen amigo Harry Potter en el papel de muerto, un papel que —dicho sea de paso— borda. Su interpretación de objeto inerte rivaliza con la que haría una piedra, un armario o un poste telefónico. No se mueve nada. Aunque si que le hacen hablar un poco y personalmente me hubiera gustado más que no hubiese abierto la boca toda la puta película, hubiera sido mucho más auténtico. El otro actor, que parecía el bueno de los dos, pierde todo su talento cuando se afeita la barba y por tanto deduzco que era la barba la que tenía la vis actoral. Ojo pues con la barba de Paul Dano, a la que habrá que seguir muy atentamente en futuros papeles.
Ahora bien, lo que es imperdonable —y esto se aplica tanto al sexo como a la película— es quedarse a medias. No te puedes embadurnar el cuerpo con leche y pasta de pan y luego no salir al estanque para ser despedazado por los gansos salvajes. No puede ser que el contenido; la historia del hombre que tiene que afrontar y expresar sus verdaderas emociones, no esté a la altura de la forma en cuanto a bizarrismo. El hipster náufrago es un tipo mierda —¡correcto!— pero al mismo tiempo es un necrofilico gay como la copa de un pino, esa es la historia de amor que deberían haber contado. ¡Ostias!