
The Artist fue y sigue siento una sorpresa para el espectador, incluso sin haberla vista, ya que se trata de un film mudo en blanco y negro… ¡En pleno siglo XXI!
La historia centra en una gran estrella del cine mudo americano de finales de los años 20, George Valentin, que con la llegada del cine sonoro ve que su carrera corre peligro, pues se niega a hablar en pantalla. Por otro lado está la joven actriz Peppy Miller, una chica que empieza de extra al lado de Valentin, pero que con la aparición del cine sonoro verá como su carrera llega a lo más alto.
El reparto esta encabezado por Jean Dujardin —actor cómico francés involucrado en películas tan dispares como una versión de las aventuras de Lucky Luke de 2009, a las trepidantes investigaciones de OSS 117, un peculiar agente secreto—, y Bérénice Bejo —que algunos la recordarán por formar parte del reparto de Destino de caballero (Brian Helgeland, 2001)—. Junto a ellos varios actores de prestigio como James Cromwell, John Goodman o Penelope Ann Miller. Otro de los “actores” que debemos recordar es Uggie, el perro que acompaña durante todo el film a Dujardin, cuyo comportamiento es el mismo que el del personaje George Valentin. Todos y cada uno de ellos demuestran que su arte se ve, se oye y hasta se puede sentir. Algo que no debe sorprendernos cuando estemos frente a la pantalla, es si alguno de los personajes nos recuerda a algún actor de aquella época, ya que es más que evidente que hay numerosas inspiraciones para los personajes. Por poner el ejemplo más claro, la evolución de la carrera profesional de George Valentin es digna de los grandes, incluso puede compararse con la de editor W. R. Hearst, y tanto el aspecto como el carácter de vividor se ha inspirado en la vida de Errol Flynn, aunque avanzando los hechos a los años veinte, ya que éste fue una de las stars que nació con el cine sonoro de aventuras, pero cuando el género se quemó también lo hizo el astro. Mientras que las escenas finales, el actor se ha convertido en un reciclado del gran cine musical, y no hay duda que nos recuerda el estilo de bailar —aunque no la calidad— de Gene Kelly o, junto a Bérénice Bejo, a la pareja Fred Astaire y Ginger Rogers.
Es cierto que la peli puede resultar un poco difícil para los espectadores que no hayan visto nunca antes una película muda, pero podemos asegurar que en ningún caso se hace pesada ni monótona y, el hecho de tener que leer los diálogos, no dificulta en absoluto el poder seguir el argumento de la película, ya que son tan solo los imprescindibles, disfrutando al cien por cien de la actuación de los actores, haciendo que una vez ha empezado la película, el espectador se traslada a los años 20 y 30 americanos, con sus lujos, sus miserias y su Gran Depresión.
Esta película es perfecta para los que añoran el buen cine, y digo buen cine porque, en este caso, se consigue el interés del espectador sin recurrir a efectos especiales, sin acción y todo casi en un absoluto silencio. Porque los personajes no hablan, pero la película está acompañada de una muy buena banda sonora, que corre a manos de Ludovic Bource, que junto con la fotografía de Guillaume Schiffman, dan como resultado un marco perfecto para el silencio de los personajes.
The Artist es una buena opción para disfrutar, solo o acompañado, del séptimo arte, además es perfecta para hacerlo comiendo palomitas, ya que en ningún momento el crujir de estas nos hará perder nada del diálogo.
En mi opinión, la película de Michel Hazanavicius y su equipo se merece tener una muy alta consideración —ya la tuvo al convertirse en una de las mejores películas de 2011—, sobre todo por ser valientes, rompedores y atrevidos, ya que estrenar una película muda en el siglo XXI, cuando las grandes empresas cinematográficas no hacen más que introducirnos elementos más tecnológicos, desde efectos especiales al dichoso 3D, no deja de ser una temeridad.