Una noche, un barco pesquero saca del Mediterráneo un cuerpo con dos agujeros de bala, al principio creen que está muerto, pero en realidad sigue vivo, sin embargo, no recuerda absolutamente nada. Con la ayuda de los pescadores, este desconocido se recupera y, llevado por la intriga de su amnesia, decide seguir la única pista que puede revelarle quién es, un proyector láser con un número de identificación de una caja de seguridad en Zurich. Una vez en la ciudad suiza, el misterioso hombre entrará en el banco, accederá sin problemas a la caja, dónde descubrirá una gran suma de dinero de varios países, una pistola y un gran número de pasaportes y carnets de identificación con su foto en ellos. Sin saber muy bien, decide escoger el nombre del pasaporte norteamericano, Jason Bourne.
Mientras Jason intenta descubrir quién es en realidad, alguien, que sí lo sabe, decide convertirlo en un objetivo que debe ser eliminado, otro que no es Alexander Conklin, jefe de la Operación Treadstone que, con la ayuda del director de la CIA, Ward Abbott, activa a tres agentes encubiertos para que acaben con Bourne. El motivo de esta necesidad de acabar con él no es otro que una misión fallida de Jason, este tenía la misión de acabar con un dictador africano exiliado, pero falla, por lo que debe desaparecer, sobre todo cuando todos creían que ya había muerto.
A pesar de ello, Jason, que aún no saben que pretenden capturarlo, intenta acceder al Consulado estadounidense en Suiza, pero se encuentra rodeado tanto por la policía nacional, como por los cuerpos de seguridad del consulado, viéndose obligado a huir, hará todo lo que esté en sus manos para descubrir quién es y por qué quieren matarlo. Para su suerte, no estará solo, sino que contará con la ayuda de una chica alemana, Marie Kreutz, a la que involucrará, sin quererlo, demasiado en todo este misterio.
Basada en la exitosa novela del mismo título escrita por Robert Ludlum —que actuó como productor de la película, aunque, desafortunadamente, murió antes de su estreno—, que se enmarca en el prestigioso género de espías y conspiraciones, compartiendo estantería con obras de autores como Frederick Forsyth o John Le Carré, El caso Bourne fue un soplo de aire fresco para el thriller de acción e intriga.
Tras años de espera, Doug Liman consiguió que Universal Pictures adquiera los derechos de la novela, que hasta entonces tenía Warner Bros., para llevar a la gran pantalla una de sus obras literarias favoritas. Aún así, el guión, que parte de la misma premisa que la novela, es completamente diferente en cuanto al ambiente, ya que este se actualizó para el estreno. En un principio, el director norteamericano esperaba contar con Brad Pitt en el papel de Jason Bourne, sin embargo tuvo que declinar la oferta para participar en Spy Game (Tony Scott, 2001). Después de Pitt, las opciones que se barajaron incluían a Russell Crowe, Arnold Schwarzenegger, Tom Cruise o, incluso, Sylvester Stallone, pero fue un joven Matt Damon el escogido por Liman para ser su protagonista. En gran parte, Damon demostró comprender que era algo más que una cinta de acción, y que el peso importante de la película recaía, sobre todo, en su personaje y en el intricado argumento. Además de Damon, el reparto se completó con Franka Potente, Chris Cooper, Clive Owen, Brian Cox, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Walton Goggins y Julia Stiles.
En El caso Bourne se da una extraña confluencia, poco habitual en el cine, y es que tiene lo mismo de entretenimiento explosivo que de cinta seria, por decirlo de algún modo. Es decir, durante toda la película hay grandes dosis de acción, propias de las mejores cintas del género, en las que normalmente el argumento brilla por su ausencia; al mismo tiempo que, mientras las peleas, los disparos y las explosiones van teniendo lugar, descubrimos una historia que, sin la acción, seguiría siendo igual de buena y atrayente que el mejor drama considerado por los críticos. Esto hace de El caso Bourne, así como de sus secuelas, en toda una trilogía que debe pasar a los anales de la historia, por cumplir las expectativas de un amplio espectro del público.
Con una historia contundente, un reparto atrevido pero profesional y unas localizaciones perfectas por media Europa —que aunque resultaron complicadas de rodar, incluso teniendo que repetir tomas en diferentes países, fueron una elección perfecta—, el resultado final no podía ser otro que el que tenemos entre manos, una de las películas de acción e intriga más perfectas de los últimos años, y que dio pie a una trilogía digna de mención con una segunda y una tercera parte tan buenas como esta.