A mí me gustaba la saga Cloverfield. Es más, si me pilláis en un momento optimista puede que llegue a confirmaros que realmente me satisfacen sus películas y que es una de mis sagas favoritas. Este amor por la famosísima saga de ciencia ficción se truncó con la salida de la tercera película de la saga y obra audiovisual que comentamos hoy en esta crítica: The Cloverfield Paradox. Aunque mi parte malvada me pide a gritos que hable de la sorprendente campaña de promoción de la película (que destaca por ser ninguna) voy a comentar todos y cada uno de los errores que tiene la cinta. Vamos al meollo.
Empecemos por lo fácil: su argumento. La nueva película de Cloverfield nos cuenta la historia de unos tripulantes de una nave espacial que están realizando unos experimentos basados en la Paradoja Cloverfield con el objetivo de salvar un mundo al borde de la crisis debido a su ausencia de suministros. Obviamente, el experimento saldrá mal teletransportando a toda la tripulación a otro universo paralelo y haciendo que los miembros mueran uno a uno.
Todo esto tenía más gracia cuando un xenomorfo de dos metros iba matándolos personalmente pero ahora tendrán un objetivo más duro: la aleatoriedad. No es solo que la historia brilla por su falta de carisma y avance con una narración torpe con escenas que aunque parezca que arranquen algo renquean patéticamente. El argumento que nos plantea una situación genérica que hemos visto miles de veces (muy probablemente mejores que esta) y que no nos dice nada.
Y el guión no es malo porque sea escueto o superficial. Para nada. La sucesión de eventos de la cinta se nutre de la presencia de muchas subtramas que no aportan nada relevante a la trama final. Se abren historias secundarias, como la del novio Hamilton que trata de sobrevivir en un mundo apocalíptico, pero que no se cierran o quedan resueltas de una forma vaga y poco ambiciosa. No soy un ávido lector de Shakespeare pero Poco ruido y muchas nueces sería una gran forma de definir el entramado de arcos que forman parte de la película. Aquí no recorreremos diez millas para ver una buena armadura, aquí aguantaremos cien minutos para ver un armazón oxidado.
Centrémonos en sus personajes comparándolos con los anteriores de la saga. Monstruoso estaba protagonizada por un grupo de amigos que, debido al género de la película (realismo épico), muestra una capa de profundidad que no llega a ser obtusa. Calle Cloverfield 10 tiene solo tres personajes, pero consciente de ello los explota al máximo, haciendo que sean lo mejor de la película. Estaban basados en tópicos, sí, inicialmente, pero el transcurso en el búnker los transforma en humanos. Los caracteres de The Cloverfield Paradox no pueden aspirar ni a llegar a la suela de sus compañeros.
Para ser una nave espacial aislada en el espacio, son muchos los individuos que pululan por el film. Y estos sí, compañeros y compañeras, no es solo que están basados inicialmente en tópicos sino que se desarrollan fatal. ¿Puede haber algo peor que los clichés? J. J. Abrams te da la respuesta: los clichés basados en tópicos por países. Más que una obra de terror ciencia ficción, me daba la sensación de estar ante el típico chiste de «un ruso, un americano, un alemán y un español en un avión…».
Recordemos, este planteamiento inicial podría estar bien (se puede aprovechar para tratar temas como la globalización, la desigualdad, la competencia por la hegemonía mundial, etc.) pero los personajes son cascarones vacíos. Es más, tiempo después de ver la obra solo recuerdo el capitán de la nave espacial (obviamente, un orgulloso ciudadano de los Estados Unidos de América) que se sacrifica de una forma heroica, rimbombante e irónica ya que no consigue que empaticemos ni nos preocupemos lo más mínimo por él.
No vale la pena hablar ni de su montaje ni de sus efectos especiales, que son mínimos, sino que centrémonos en el último aspecto relevante: el motivo de existir de esta obra que es ninguno. La saga Cloverfield no necesitaba una película más para ampliar un universo que hubiera sido interesante pero que ha caído en saco roto. Aún menos necesitaba una precuela para explicar el porqué de la existencia de un dinosaurio en Nueva York. Porque el dinosaurio es lo que menos interesaba.
Una saga que podría haberse aprovechado de una forma bárbara, echada a perder por unos intereses económicos más que claros juntando tres películas inconexas (tanto argumental como cualitativamente) y juntadas vomitivamente por su nombre y por dos finales que tratan de justificar la existencia de algo que ha perdido su sentido inicial. Una saga que acaba siendo un Frankenstein unido por los millones de dólares de recaudación. No te lo perdonaré jamás, Jeffrey Jacob Abrams. Jamás.
Un artículo de Carlos Cuesta