Tres años después de la segunda parte, la saga A todo gas volvía con una nueva entrega. A todo gas: Tokyo Race suponía un cambio en la saga, una especie de reinicio donde contábamos con nuevos personajes y nos olvidábamos de los viejos -aunque habría sorpresa-, además contábamos con un nuevo escenario alejado del habitual, la ciudad Tokyo.
Shaun Boswell (Lucas Black) es un chico cuya única pasión son los coches y las carreras, debido a su carácter poco social, no paran de expulsarle de todos los institutos a los que se traslada, tras una carrera ilegal, su madre se ve obligada a mandar al hijo fuera del país, a pasar una temporada con su padre militar que vive en un pequeño piso en Tokio. Shaun descubre que allí el mundillo de los coches tuneados y las carreras callejeras son diferentes, no se basan en la velocidad, sino en el drift, el derrape con los coches. Tras un encontronazo con el rey del Drift, D.K. (Brian Tee), Shaun se verá envuelto con los Yakuza, la mafia japonesa, donde deberá saldar su deuda.
En su momento Tokyo Drift fue una sorpresa ya que rompía con lo visto anteriormente, por un lado, la trama volvía a sus orígenes, mundo nocturno, carreras callejeras, coches, chicas y música cañera, pero por el otro no contábamos con los protas habituales de las anteriores. Esto hizo que la peli no fuera tan querida por los fans, aunque el guion estaba justificado, en esta ocasión la trama era mucho mas sencilla y simple, no había policías infiltrados y la historia era mucho más juvenil. De hecho, el protagonista se supone que es un menor de edad, algo que cuando ves al actor que lo interpreta piensas: ¡un cojón, este tiene treinta!, realmente el actor Lucas Black tendría unos veintipocos a la hora de hacer el papel, pero es que la justificación del guion estaba muy cogida por los pelos y el aspecto físico no acompañaba.
Como película de este tipo de genero cumple, te da lo que pides, carreras y drift, sin más pretensiones. Tiene buenos momentos de acción y no es tan flipada a la hora de la conducción como las anteriores, esta parece más realista. Algo que cambiaría completamente en las pelis venideras, curiosamente Justin Lin, el director de esta será también el responsable de dirigir la mayor parte del resto de las películas de la saga. La peor parte se la llevan los personajes, interpretaciones malísimas, cero carisma del protagonista, personajes planos, etc. El único que se salva es Han (Sung Kang) y más porque se convierte en un personaje clave en las futuras pelis. Y es que esa es otra, esta peli podía pasar sin pena ni gloria dentro de la saga, pero fue añadir un pequeño cameo al final de la peli y lo cambió todo. Al aparecer Toretto (Vin Diesel) al final de todo hace que esta peli que parecía suelta, estuviera integrada en el lore de la saga Fast & Furious, además con un orden cronológico distinto haciendo que las siguientes pelis sucedan temporalmente antes que esta. Un lio en la trama que no se arreglaría hasta la séptima parte. ¡Ríete tú de Star Wars!.
En fin, en general la peli es considerada una de las peores de la saga por parte del público, desde mi punto de vista es todo lo contrario, creo que es una de las mejores, básicamente porque es lo que esperas de una peli de este tipo, al fin y al cabo, no deja de ser una peli ligera enfocada al publico juvenil, pero al menos eso lo hace bien.