Después de los sucesos del Libro de Boba Fett —que nunca fue una serie independiente, sino un interludio de The Mandalorian—, Din Djarin y Grogu siguen viviendo aventuras por esa galaxia muy, muy lejana que todos ya conocemos. Sin embargo, debido a lo que se ve obligado a hacer para proteger al pequeño jedi, el cazarrecompensas tuvo que saltarse las normas del credo de los mandalorianos, por lo que ha sido repudiado por estos. A pesar de ello, le han dado una oportunidad si regresa a Mandalore y recoge la prueba de que ha estado en el planeta natal de todos ellos. Mientras todo esto tiene lugar, la amenaza de Moff Gideon vuelve a planear sobre ellos, sobre todo cuando un concilio en la sombra de viejos imperiales lo están preparando todo para acabar con la floreciente Nueva República, empezando por los mandalorianos, que, a la práctica, son unos soldados de élite muy bien preparados que se la tiene jurada al Imperio por lo que este les hizo, y que si liman sus diferencias y se reúnen, serán una verdadera amenaza.
Tras tres temporadas y media —si tenemos en cuenta a la dedicada de Boba Fett—, aunque es cierto que sigue teniendo ese gancho que no han tenido otros productos de Star Wars desde su llegada a Disney, incluso superando en calidad a las películas de la nueva trilogía, se nota cierta fatiga. Como puede suponerse de una tercera temporada, inevitablemente, seguramente porque ya no es algo tan innovador, se nota cierto cansancio y las tramas ya no son tan originales. En este sentido se dejan de lado los hilos argumentales de cazarrecompensas, los enfocados a la aventura más pulp y clásica, para enfocarlos a la trama de los mandalorianos, hasta el punto que se pierde esa esencia de western espacial de la primera temporada por completo, para ser lo que todos ya suponíamos que era, una continuación de algunas de las historias que se presentaron en The Clone Wars. Algo que no es necesariamente malo, pero que difiere de la esencia original. Por otro lado, pero a colación de lo mismo, de los ocho episodios, aunque la mayoría están centrados en la Din y Grogu, hay un par de ellos que no tienen ningún sentido o que aportan poco o nada, recuperando personajes secundarios intrascendentes, aunque con inevitables conexiones futuras o con historias solo enfocadas a meter cameos con calzador.
Pero bueno, volviendo a una visión general de la tercera temporada de esta serie, si bien es cierto que no está al mismo nivel que la primera temporada —algo difícil de conseguir—, sigue siendo lo mejor de Star Wars —y de la plataforma de streaming de Disney—, y sigue teniendo algo lo suficientemente contundente para ser el espolón de proa de la gente de Mickey Mouse. Por decirlo de algún modo, sigue siendo algo increíblemente bien hecho, pero que, por un lado, carece de la frescura que tenía al principio y, por el otro, se percibe la intención de incluir a los personajes en un universo mayor; ha dejado de ser una serie pequeña y relativamente independiente de todo lo que se había hecho hasta entonces, para ser algo que conectará con algo mayor, como, por ejemplo, la anunciada peli de Dave Filoni, o la serie de Ashoka.
Con todo esto, cualquiera podría decir que esta tercera temporada me ha decepcionado o no me ha gustado, y sin embargo no es así, después de las decepciones de Boba Fett, Obi-Wan Kenobi y Andor —sí, esta última me decepcionó por lo poco warie que es—, lo cierto es que The Mandalorian me demostró una vez más que Star Wars tiene mucho por dar, siendo un universo muy amplio pudiendo explorar más cosas que la saga de los Skywalker.
Así pues, aunque hay un cambio de rumbo tanto en el tono como en la historia, lo cierto es que sigue siendo todo un espectáculo televisivo con el que divertirnos a lo grande, y que parece no estar encorsetada —o no tanto— por las necesidades económicas del negocio del streaming. Aunque ha perdido un poco de fuerza, lo cierto es que sigue siendo una serie con viento de popa y que, si se trata con cariño y no se estira como un chicle, podrá llegar a buen puerto con un final a la altura de lo que empezó hace unos años. Y perdón por la metáfora marinera.