
En 2003, año que se estrenaban películas que han pasado a la posteridad como Gangs of New York, Bowling for Columbine, Piratas del Caribe o Love Actually —entre otras muchas que se me escapan—, un hombre se obcecó en llevar al cine una historia, el hombre era Tommy Wiseau y la película, The Room.
Parece ser que todo empezó con una obra de teatro que más tarde fue reconvertida en una novela de más de quinientas páginas que fue rechazada por numerosas editoriales en la que Wiseau contaba una historia semi-autobiográfica. Ante el fracaso, el bueno de Tommy no se rindió y la quiso convertir en una película, en su propia película independiente.
Podría hablar de la trama de The Room, ya que la historia central flojea por todas partes, cuya única premisa para narrar la historia de Johnny y Lisa es que esta última ha dejado de amarle, justo un mes antes de casarse y se tira a su mejor amigo… Y ya está. No busquéis más, pero creo mejor que los detalles los descubráis por vosotros mismos, bajo vuestra cuenta y riesgo, claro.
Sin embargo, se tendría que tener en cuenta que durante la película se van añadiendo subtramas bastante irrelevantes para la película pero graves para sus personajes, como la adicción a las drogas de Denny y sus consecuencias, que nunca se llega a explicar el final; o el cáncer de la madre de Lisa, cuya noticia se lanza como una bomba, pero que después no se retoma en la historia, y ni tan siquiera en la conversación. Para colmo, se van introduciendo personajes sin sentido, solo para que Wiseau no tenga monólogos por su cuenta, siempre con la excusa de que son «amigos», por lo que no hace falta saber nada más de ellos excepto que sirven para darle la réplica al prota. Sin ir más lejos, el personaje de Greg Sestero, Mark, aun siendo uno de los pilares del triángulo amoroso de The Room, no tiene trasfondo, solo se sabe que «está ocupado».
En este sentido, si el guión se hubiera reducido y se hubiera aprovechado solo la parte central de la historia, en lugar de intentar añadir un sinfín de conversaciones banales y sin sentido, hubiera sido más creíble, ya que a media conversación sobre los problemas amorosos del personaje de Wiseau, se ponen a hablar de un maratón en la que quieren participar, o de alguna estupidez por el estilo, como por ejemplo preguntas tan normales de hacer en una cafetería como: «bueno, ¿qué es de tu vida sexual?»
Pero si os sorprende esto, no os dejará fríos el curioso diálogo que se da cuando Tommy entra en una floristería y lo primero que le dice la dependienta tras que el bueno de Wiseau se presente es: «¡Ah! Hola, Johnny, no había visto que eras tú»… ¡Por Dios! un cliente habitual que es un melenudo con traje de «banquero» entra en tu tienda, ¿y no lo reconoces? ¡Venga ya!
Pero claro, cuando la interpretación es tan natural como la de Tommy Wiseau, es normal que… No, ahora en serio, la interpretación de todos los actores es… es… Sinceramente no es ni interpretación, pero el que se lleva la palma es Tommy, como no podía ser de otro modo. Mientras que los demás pecan de inexperiencia, Wiseau lo hace tal mal que la mitad de sus líneas están dobladas a posteriori para que tengan sentido. Por lo que se ha sabido después, si ya tenía poca capacidad para dirigir a sus compañeros, cuando él estaba frente a las cámaras, además de no saber qué hacer, olvidaba la mayoría de sus líneas, y eso que las había escrito él. Algo que obligó a grabar de nuevo los diálogos y meterlos con calzador en la pista de audio. Pero es que si a veces no reímos de la carencia de expresión de Steven Seagal, Tommy Wiseau aún es peor, ya que además tiene el defecto de creerse un buen actor, según él, influenciado por James Dean y Marlon Brando. Como cualquier actor con talento, sus movimientos son robóticos y sin un ápice de naturalidad. Sin ir más lejos hay una escena en la que discute con el personaje de su novia y suelta un: «¡Me estás destrozando, Lisa!», que es el ejemplo perfecto de la sobreactuación llevada al extremo, y que se ha convertido en el buque insignia de los seguidores de The Room, o lo que es lo mismo, gente que se parte al ver la peli.

El tío estaba tan obsesionado con su historia, que insistía en añadir chascarrillos que en su obra original podían tener lógica, pero que en la gran pantalla sobraban, como sus constantes risillas al iniciar y terminar sus frases, que vendrían a ser los «dijo riéndose» de las novelas. Sin hablar, del que el inglés que se utiliza recuerda a los vídeos que se usan en clase, con las formas completas, sin expresiones cotidianas, ni nada por el estilo, sonando más forzado todavía.
Y es que The Room lo tiene todo para que nos riamos al verla, ya que cada secuencia es como un gag hecho adrede para hacernos llorar… pero no sé exactamente de qué. Por poner un ejemplo, una escena que destaca por encima de las demás, algo complicado en una película como esta, es cuando los cuatro personajes masculinos se ponen a jugar a rugby en una esquina del decorado —con aspecto de callejón y que se podría haber rodado en cualquier lugar—, pretendiendo mostrar que se hacen largos pases, cuando en realidad están apelotonados en un rincón. Además, aparecen escenas dignas de las mejores sit-com, como los personajes que entran y salen de la casa de los protagonistas sin preguntar, algo que en Friends y Big Bang Theory está bien, pero que en una peli que se presenta como supuestamente seria, pues sobra un poco.
Pero los momentos álgidos de esta maravillosa cinta son las escenas de sexo, que es la excusa perfecta para que Wiseau meta mano a su coprotagonista, mientras la música de una peli porno suena de fondo, a la vez que se oyen los murmureos de placer de los protagonistas grabados a parte y puesto sin ton ni son. Además las escenas dan hasta repelús, ya que los besos se oyen pegajosos y excesivos, y los ruidos orgásmicos se ponen por encima de la música, generando instantes de vergüenza ajena.
Sin embargo, para sorpresa de todos, el clímax llega cuando Greg Sestero aparece sin barba, para lo que además se utiliza un zoom y una música dramática para enfatizar en ello, aunque parece más una broma que una parte importante de la trama.
Podría seguir, porque cada segundo y cada fotograma de esta película es un despropósito de tal magnitud que incluso nos hace pensar si Tommy Wiseau lo estaba haciendo adrede o no. Sin embargo, cuando hablamos del presupuesto de la cinta, cambiamos de opinión. Por lo que se sabe el coste de esta película rondó los 6 millones de dólares, que salieron del bolsillo de Wiseau —o de cualquier otro pero siempre a través de él—, pero lo curioso es que nadie diría que la película costo más de unos miles de dólares. Sin embargo, los excesivos dispendios de Wiseau como el croma para las escenas de la azotea, grabar con dos cámaras, una de 35 mm y otra de alta definición de forma simultánea, despedir a los actores y a miembros del equipo sin ton ni son, repetir las escenas una y otra vez, grabar escenas más de una vez, construir escenarios innecesarios, etcétera, etcétera, la llevaron a convertirla en la peor película jamás realizada.
A lo largo de mi vida he visto películas malas, películas sin sentido y toda una gran variante de mierda cinematográfica, sin embargo The Room es como un compendio de todo ello, tiene todo lo necesario para mostrar cómo no hacer una película. Sin embargo, debido a ser tan mala, la gente la recordará más que alguna otra mediocre, y más teniendo detrás una película como The Disaster Artist de James Franco.