Más de mil años antes de que Geralt de Rivia viva las aventuras más importantes de su vida —concretamente aquellas que representa la serie protagonizada por Henry Cavill—, el mundo en el que vive ya existía, en él también había hechiceros, elfos y enanos, pero no humanos, los que reinan en el presente de Geralt y de Jaskier. Precisamente es a este al que se le presenta un hado del tiempo para narrarle la mayor historia que jamás hubiera podido jamás contar, la historia de la creación del primer brujo y de la Conjunción de las Esferas, un suceso que marcará un antes y un después en la historia del mundo.
Como era de esperar, después del éxito que tuvo The Witcher en Netflix, estos no tardaron en preparar todo un universo a su alrededor para seguir ordeñando la teta de la licencia que han pagado. Además de la serie principal, que ya afronta la tercera temporada —con los cambios de reparto de por medio con la caída de Cavill como protagonista—, también se ha realizado una peli de animación contando los orígenes de Geralt y, sin sorpresa alguna, la presente miniserie, una precuela. En lugar de explorar los años jóvenes de Geralt y abusar del carisma del personaje, se tomó una decisión apropiada al relatar un momento tan importante en el devenir del mundo del brujo como fue la aparición del primer brujo y lo llamado como la Conjunción de las Esferas. Para hacernos una idea, ambos sucesos, como muestra la serie fueron contemporáneos, pero si lo primero hizo aparecer a estos mercenarios dopados, lo segundo trajo a los humanos cuando miles de portales espacio temporales los llevaron allí, cambiando por completo la biodiversidad de ese mundo. Debemos pensar que la aparición de los hombres hizo recular a los elfos hasta el punto de casi extinguirlos, por lo que marca un antes y un después.
Dejando a un lado la potencia de un argumento como el que sirve de premisa para la serie, lo cierto es que a la hora de la ejecución se queda lejos de la calidad de The Witcher. Lo cierto es que si se compara resulta un producto completamente comercial enfocado a estirar el chicle, y así ha respondido el público y la crítica que la han machado suspendiéndola en IMDb o en Rotten Tomatoes. Y si somos quisquillosos, la verdad es que ninguno de los cuatro capítulos se sostiene por ningún lado, y no por que no sepan contar la historia, sino porque lo hacen de forma superficial y muy comercialmente. De algún modo se podría comparar con un especial del canal Syfy, es decir, que no es nada del otro mundo pero que se deja ver si uno se presta al espectáculo fantasioso descarado, y no a una lectura de alta fantasía, género al que se adscribe la obra de Sapkowski y al que pretende unirse la serie de Henry Cavill.
Alguien podría decir que es un trabajo mal hecho, tanto por parte del guión y la dirección, a cargo de gente con un bagaje televisivo importante pero no sonado, como por la vertiente interpretativa, que a parte de una Michelle Yeoh preoscarizada —que sirve de cabeza de cartel—, está repleto de caras absolutamente desconocidas; sin embargo, en su defensa, diré que cumplen con el cometido que se les pedía, pero, desafortunadamente, no con las expectativas que había en ellos tras el éxito de The Witcher, cuya sombra es demasiado alargada.
Así pues, aunque ha recibido bastante varapalos y se ha convertido como el sparring perfecto para que The Witcher siga teniendo ese halo de calidad, si uno la ve con buenas intenciones y solo con ganas de pasarlo bien durante cuatro capítulos, podrá disfrutar de Blood Origin como un niño; si, en cambio, se espera una obra de arte, no lo encontrará.