Casey Newton no es una chica cualquiera, no es una adolescente dispuesta a rendirse fácilmente, por eso siempre se enfrenta a todo aquel, sea profesor, familiar o compañera, que vea las cosas negras y sin salida. Muestra de ello es que, por las noches, se dedica a colarse en la planta de lanzamiento de cohetes en la que trabaja su padre para sabotear los trabajos de desmantelamiento, para evitar que su padre se vaya a pique. Pero, como era de esperar, tras varios ataques, es detenida, pero a pesar de que eso pueda amedrentar a cualquiera, para Casey será todo lo contrario, sobre todo cuando se cruce en su camino un pin de una antigua feria mundial que, al tocarlo, le muestra un mundo completamente brillante y futurista, en el que la tecnología, al servicio de la humanidad, ha permitido que esta haya avanzado hasta un punto increíble. Será por ello que no se rendirá a conseguir llegar a ese lugar, valiéndose de la ayuda de Athena, un robot con el aspecto de una niña, y Frank Walker, un huraño gruñón que una vez fue alguien con esperanza por el futuro… hasta que este empezó a torcerse.
Como ya comenté una vez, esta, al igual que John Carter o El llanero solitario, es una de esas pelis que se produjo en el momento inoportuno. Si bien parte de la misma idea que, por ejemplo, Piratas del Caribe, basándose en Disneyland —concretamente de uno de sus mundos—, reclutando a un director de éxito y un reparto sin parangón, pero irremediablemente, a la hora de la verdad no consiguió cautivar la imaginación del público, pero, a mi parecer, creo que el salto de más de diez años entre la peli de Gore Verbinski y la de Brad Bird, y la aparición de las grandes franquicias —por aquel entonces ya se había llegado a la fase 2 del MCU— hizo que se metiera una tortazo considerable… y es una pena.
Partiendo de la fascinación de Walt Disney por el futuro —que chocaba con la que tenía por el pasado—, uno de los territorios del Disneyland original se basó en la visión que se tenía del futuro en los años cincuenta y sesenta, algo que hoy está completamente desfasado, sin embargo, todavía hoy, sigue siendo un referente en los parques de atracciones. Esta es la premisa de Tomorrowland, que no es otra que la gente capte esa fascinación y crea que el futuro puede ser algo maravilloso, algo que los buenos de los imagineers se encargaron de llevar a cabo en lugares como el ya mencionado Tomorrowland, el Discoveryland de París o, siendo el ejemplo más claro, EPCOT. Pues bien, la presente peli lo consigue si uno se deja llevar por ella, no busca criticarla por ciertos elementos imposibles, otros de corte infantil, ya que lo cierto es que cuando alguien comparte la opinión de dicha premisa, sentirá como se le pone la piel de gallina cada vez que se viaje a Tomorrowland o con el maravilloso mensaje final… y no me refiero al brillante monólogo del gobernador Nix.
A efectos prácticos lo cierto es que la peli no tiene fallos, la trama es clara y concisa, y tiene los giros justos para captar nuestra atención; el reparto encabezado por nombres como George Clooney, Hugh Laurie y Britt Robertson, cumple de sobras y se ve que se creen sus papeles; los efectos digitales y prácticos se usan en su justa medida y están bien aplicados; y, finalmente, se nota que todo el equipo implicado, técnico y artístico, puso todos sus esfuerzos para que funcionara. Es por ello que no creo equivocarme cuando digo que el fallo de esta peli no fue tanto por como se hizo, sino por cuando se hizo.
Personalmente, mi relación con esta peli se ha ido estrechando, al principio solo me gustó, pero a medida que la fui viendo, me di cuenta que el mensaje que me mandaba me cautivaba hasta el punto de querer defenderla con uñas dientes, ya que creo que es un auténtico viaje. Por un lado, es un viaje hacia la nostalgia, sobre todo en su primera parte en la que se ve la feria mundial en la que participó Disney haciendo un sinfín de atracciones —muchas de ellas terminando en sus parques—; por otro, es un viaje de descubrimiento, ya que en seguida podemos empatizar con Casey y nos situamos en su lugar, queriendo saber que es Tomorrowland; pero, y tal vez el más importante, es un viaje emocional en el que exploramos lo que significa para nosotros el futuro y qué está en nuestras manos para conseguir llegar a uno por el que valga la pena vivir.
Debo admitir que no es un peliculón, lo que llamaríamos una cinta de culto, pero creo que sí que es una buena peli, una de esas de corte infantil que hubiese dado en el clavo en los ochenta o noventa, como Juegos de guerra, es decir, una de esas que se deberían recordar con cariño y que, a pesar del paso del tiempo, podemos volver a ver si miedo a ver que ha empeorado con el tiempo. Para aquellos escépticos que dudan de mi opinión, por favor, Tomorrowland merece una segunda oportunidad con la mente abierta, os sorprenderá.