Las estudiante universitarias que se encuentran en verano en Perugia descubren que esta ciudad italiana no es un lugar seguro para ninguna de ellas, ya que empiezan a aparecer muertas tras ser estranguladas por un pañuelo rojo y negro. Un grupo de ellas, amigas de algunas de las víctimas, asustadas y estresadas por el miedo, decidirán alejarse de la ciudad y alojarse en la villa que una de sus familias tiene en el campo… sin saber que el mal que las acechaba en la Perugia las perseguirá hasta allí, para acabar con ellas una por una.
Si en lugar de la ambientación en Italia fuera en algún pueblecito del Medio Oeste estadounidense, estaríamos ante el típico patrón del cine slasher: el grupo de chicas, la mayoría de ellas descaradas y amantes del sexo, el asesino con el rostro oculto con un máscara que las mata una a una, y, sobre todo, la tensión; y es precisamente en esta tensión donde reside la fuerza de esta película.
No debemos engañarnos y tenemos que admitir que Torso es una cinta de explotación europea, como tantas muchas que hubo entre los sesenta y los ochenta, que reproducía géneros típicos del mercado americano para poder comercializar allí sus películas. Como hemos dicho, esta cinta es una terror slasher, aunque en realidad se trata de un giallo, que, por decirlo de algún modo, se trata del thriller italiano de aquella época caracterizado por la extrema violencia de sus secuencias. Pero volviendo a Torso, como hemos apuntado, el punto fuerte de esta peli es su tensión, y es que a lo largo de toda la película se nos van presentando pistas y se nos sugieren sospechosos, haciéndonos pensar en que cualquiera de los personajes masculinos es el asesino, por lo que el peligro puede aparece en cualquier momento. Incluso se llegó al punto que no se dijo a nadie de la producción quién era el malo, para aumentar la tensión durante el rodaje.
Si uno deja a un lado la tosquedad de la producción y la violencia tan habitual en el cine de explotación europeo —y de la serie B en general—, lo cierto es que podríamos estar hablando de un precedente de lo que hoy llamamos terror, ya que títulos como Viernes 13 o Halloween, con los que guarda muchas similitudes, vinieron unos cuantos años después; además, insisto, si se dejan los detalles típicos de la serie B, como los desnudos injustificados, lo cierto es que estamos ante una historia muy bien tejida, con elementos que nos enganchan a ella y nos sumergen en la tensión, llegando a empatizar con las víctimas, como la chica final, cuyos momentos finales son de auténtico sufrimiento, tanto dentro como fuera de la pantalla.
Así pues, aunque en su momento esta fue una película concebida como un producto para vender, lo cierto es que con el paso del tiempo uno se da cuenta que entre los kilos y kilos de morralla que hay en este terror europeo de mediados del siglo XX —como sucede con los spaghetti westerns— existen títulos de auténtica cualidad, realizados por gente que conocía su oficio y que conseguían sacar provecho de cada pequeño detalle para ofrecer un entretenimiento auténtico y sin ninguna pretensión, y Torso: Violencia carnal es uno de estos casos. Con un reparto sin estrellas, unos efectos visuales bastantes simples y una trama arquetípica, Sergio Martino logra crear una pieza singular y característica del giallo italiano, pero cuyo contenido logró superar fronteras y narrar una historia que, a día de hoy, se puede considerar tan universal como la de Halloween de John Carpenter.