
El capitán John Yossarian es miembro de un escuadrón de bombarderos americanos ubicados en una pequeña isla italiana, y está obsesionado con una única cosa: volver a casa con vida. Él y sus compañeros después de acumular muchas misiones a sus espaldas siempre reciben el duro golpe de saber que la que creían que sería la última no es más que otra en esa larga y peligrosa lista. Con el paso del tiempo, Yossarian y los demás sufrirán de perder a sus compañeros de las formas más horribles posibles, hasta el punto de ser inmunes a las desgracias, así como a las órdenes y las normas del ejército que parece estar obsesionado en matarlos al precio que cueste.
Esta adaptación de la novela homónima de Joseph Heller, de entrada podría ser percibida como una comedia ambientada en la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, a diferencia de otras que cuyo tono es más ligero, aquí uno empieza a entrever los horrores que persiguieron a los que vivieron este conflicto. Como hemos dicho, muchos personajes, al haber presenciado tantas desgracias, son inmunes a las que se les presentan encima, veremos casos de suicido, de asesinatos de prostitutas sin motivo, enfrentamiento a la autoridad y ese largo etcétera que se atribuye al estrés postraumático. Aunque resulte divertido ver como un aviador recibe una medalla desnudo, lo cierto es que detrás hay toda una lectura psicológica mucho más compleja de lo que podríamos pensar, y más cuando uno se da cuenta que esta cinta no critica tanto la Segunda Guerra Mundial sino la Guerra de Vietnam, que por aquel entonces era mucho más reciente.
Y hasta aquí la parte de la película que podría ser interesante, aunque dura, ya que el resto, si bien nos arrancará alguna que otra sonrisa, es cierto que se trata de un humor dificil de digerir por lo negro que es y por lo incoherente que nos puede llegar a parecer en el contexto que se nos narra. Además, siendo una cinta de humor, la carga dramática es mucho más de la tolerable, por lo que se rompe el tono y los gags pasan desapercibidos y están desubicados, y más si tenemos en cuenta la complicada narrativa con la que se presenta, ya que la historia va hacia adelante y hacia atrás sin avisar, a la vez que se entremezclan recuerdos y sueños que si bien nos ayudan a ver la locura de la guerra, nos complican la comprensión de la trama.

Es por ello que si bien el reparto está liderado por grandes humoristas de la época como Alan Arkin, Bob Newhart y Jack Gilford, lo cierto es que no consiguen luchar contra el tono general de la cinta confuso y avasallador, por lo que el resto de actores, como Martin Sheen, Bob Balaban, Anthony Perkins, Jon Voight o, incluso, Art Garfunkel, se dejan llevar sin demasiado sentido por la historia, con algunos momentos divertidos, otros dramáticos y otros que cuesta de describir.
Todo ello provoca que el resultado final sea una película a la que cuesta arrancar, a la que le cuesta llamar la atención y a la que le cuesta que empaticemos, ya que, para empezar, no conseguimos comprender más de la mitad al no conocer el porqué de los acontecimientos que vemos. Aunque no sé si en el libro sucede lo mismo, lo cierto es que son los mismos defectos de los que peca la serie que produjo George Clooney en 2019, que aunque era divertida, uno no sabía muy bien qué esperar.
Así pues, quedáis advertidos, de que Trampa 22 —una norma del ejército cuya explicación en los primeros compases es tan complicada de entender cómo le resulta al protagonista— es una peli para paladares atrevidos y que no tengan miedo a las decepciones o a perder un par de horas de nuestras breves vida viendo cómo otros las desaprovecharon en la guerra. Una peli difícil de roer.