
La tercera entrega de la saga de Venom prometía ser una despedida épica para el personaje interpretado por Tom Hardy. Sin embargo, Venom: El Último Baile termina siendo una experiencia frustrante que sufre de los mismos problemas que sus predecesoras, pero amplificados. Un guion caótico, personajes desaprovechados y una saturación de efectos visuales hacen que esta película se sienta como un desordenado intento de conclusión que no logra justificar su existencia.
Desde el inicio, la historia de Venom: El Último Baile se siente inconsistente. En un intento de darle un cierre satisfactorio a la relación entre Eddie Brock y su simbionte, la película introduce elementos que parecen sacados de otras franquicias, sin una identidad propia. La trama principal gira en torno a la llegada de Knull, el dios de los simbiontes, un villano con un potencial enorme que es completamente desaprovechado.
La narrativa oscila entre la comedia absurda, la acción desbordante y momentos dramáticos que no logran conectar con el espectador. Mientras que en las dos primeras películas esta mezcla de géneros era una característica particular de la saga, en esta tercera entrega se siente forzada y agotadora. Hay momentos en los que la película no sabe si quiere ser una historia de ciencia ficción oscura o una parodia de sí misma, lo que lleva a un tono desigual y desconcertante.
Uno de los aspectos más decepcionantes de la película es el tratamiento de sus personajes. Tom Hardy sigue entregando una actuación comprometida como Eddie Brock, pero el guion no le da material sólido con el que trabajar. La dinámica entre Eddie y Venom, que en otras entregas funcionaba como el corazón de la historia, aquí se siente desgastada. Los diálogos entre ambos son repetitivos y carentes de la chispa que antes los hacía entretenidos.
El villano Knull, que en los cómics es una entidad aterradora y poderosa, aquí se reduce a un antagonista genérico sin verdadera amenaza. Su motivación es vaga, y su presencia en pantalla es menos impactante de lo que debería ser para alguien con su trasfondo. En lugar de ser un enemigo temible, Knull parece una excusa para introducir una gran batalla final llena de CGI, sin un desarrollo adecuado.
Los personajes secundarios tampoco reciben un tratamiento mejor. Aquellos que fueron introducidos en películas anteriores son apenas relevantes en la historia, y los nuevos personajes carecen de personalidad o impacto en la trama. La película da la sensación de que solo están allí para llenar escenas y mover la historia de un punto a otro sin que realmente importen.
Las películas de Venom nunca han sido reconocidas por sus efectos especiales impecables, pero en El Último Baile, la saturación de CGI alcanza niveles excesivos. En muchas escenas, la acción se vuelve un espectáculo digital sin peso ni impacto real. Las peleas, que deberían ser uno de los puntos fuertes de la película, se sienten caóticas y sobrecargadas, dificultando que el espectador pueda seguir lo que sucede en pantalla.

El clímax de la película es un enfrentamiento entre simbiontes que intenta ser épico, pero que termina siendo una amalgama de imágenes generadas por computadora sin ninguna emoción real. Es un problema que la franquicia arrastra desde la primera entrega: el hecho de que las peleas entre simbiontes se convierten en un amasijo de formas oscuras moviéndose rápidamente, sin coreografía clara ni impacto emocional.
Si bien Venom: El Último Baile tenía la oportunidad de cerrar la trilogía con un final satisfactorio, lo que entrega es un producto apresurado y mal ejecutado. En lugar de darle un desenlace digno a Eddie Brock y Venom, la película se siente como una colección de ideas inconexas que no logran formar una historia cohesiva.
El problema principal de la saga de Venom siempre ha sido su incapacidad para decidir qué tipo de película quiere ser. Mientras que algunas escenas intentan ser serias y dramáticas, otras caen en el humor absurdo sin lograr equilibrar ambos tonos. Esta tercera entrega, en lugar de corregir esos problemas, los exacerba aún más.
A pesar de los esfuerzos de Tom Hardy, Venom: El Último Baile es un cierre deslucido para una saga que nunca logró explotar el verdadero potencial del personaje. Si eres fanático del simbionte y esperabas una despedida memorable, lo más probable es que salgas del cine con una sensación de decepción.