
Cuando vi que el director de Barbarian apostaba por una experiencia de terror más ambiciosa, lo tomé como una promesa de escalofrío más ingenio. Weapons nos sitúa en el tranquilo pueblo ficticio de Maybrook (Pensilvania), donde una noche —exactamente a las 2:17 a.m.— desaparecen diecisiete niños de la misma clase. Con un reparto encabezado por Julia Garner (como la profesora Justine Gandy) y Josh Brolin (como un padre decidido), el film promete mezclar misterio, terror, y quizá algo más profundo. Tenía ganas de verla porque, dentro de mis géneros favoritos —terror con sustancia, fantasía oscura, acción contenida— esta propuesta parecía alinearse justo ahí.
En cuanto a la historia, lo que más me cautivó fue cómo Cregger no se queda simplemente en la desaparición misteriosa, sino que convierte ese hecho en un catalizador para explorar la comunidad, el miedo latente, la culpa y lo oculto en lo cotidiano. Las escenas iniciales crean una atmósfera de normalidad —escuelas, suburbios, vidas rutinarias— que se quiebra de golpe: el escalofrío proviene de dónde se esconde el horror, no necesariamente de lo explícito. Aquí los niños que se marchan a medianoche no son solo víctimas de algo externo, sino que provocan que el mundo de los adultos revele sus fisuras.
Los personajes tienen buen peso: Justine cargando con la responsabilidad del aula, la comunidad que duda y se une contra lo desconocido, el padre de familia (Brolin) cuya desesperación, a ratos, se mezcla con rabia y vulnerabilidad. La inclusión de la figura de la tía Gladys (interpretada por Amy Madigan) como eje inquietante es un acierto: personifica ese “arma emocional” de la que habla la película. Dicho esto, en algún momento sentí que el arco de algunos secundarios quedaba menos explotado de lo que prometía la premisa (una película tan ambiciosa tiende a abarcar mucho, y se resiente algo de profundidad uniforme).
En el apartado técnico, la dirección y ritmo funcionan muy bien. Cregger demuestra que sabe manejar tanto el suspense como la sorpresa, alternando momentos de calma engañosa con secuencias más violentas o perturbadoras. La cinematografía de Larkin Seiple aporta una textura sutilmente inquietante: planos en suburbios silenciosos, pasillos escolares vacíos, luz artificial que no deja estar cómodos. Por su parte, la banda sonora, compuesta por el propio Cregger junto a Ryan Holladay y Hays Holladay, contribuye al tono opresivo, con toques de melancolía y miedo latente. Visualmente, el diseño de producción también merece mención: lo convencional del escenario (una comunidad suburbana) se convierte en algo extraño, un entorno familiar que se tergiversa.
La originalidad dentro del terror mainstream es un gran punto a su favor: no es una secuela al uso, no recurre únicamente a jumpscares fáciles, sino que mezcla géneros, tonos (terror, humor negro, misterio) y perspectivas. También, el enfoque comunitario y de varios personajes da sensación de “capas” que se van desvelando, lo cual me gusta muchísimo como espectadora que busca más que sustos puros.

Sin embargo, en ciertos tramos el relato se vuelve un poco excesivo en caparazón narrativo —al intentar cubrir tantas perspectivas y misterios, la coherencia interna se resiente levemente—. Y aunque la mezcla de terror, costumbrismo y suspense funciona, para aficionados al terror puro puede parecer que “se permite” demasiadas sutilezas; mientras que los demás puede que se sientan desconcertados ante el tipo de horror al que se enfrentan.
Finalmente, el desenlace: sin spoilers, cumple, pero me dejó con ganas de que algunas respuestas fueran un pelín más rotundas en su impacto emocional. La película apuesta por la ambigüedad, y eso es bueno… si aceptas que no todo será cerrado.
En resumen, Weapons me dejó muy buena impresión. Es un film que demuestra que el terror puede reinventarse manteniendo sus raíces: susto, atmósfera y personajes vulnerables. Su gran virtud es convertir lo cotidiano en inquietante, jugar con el miedo psicológico y la comunidad rota, más que con monstruos convencionales. A eso le sumo un trabajo técnico sólido, un reparto que conecta, y momentos que me hicieron contener la respiración.
Cumple con creces su promesa de “terror-épico” personal de Cregger, pero no es perfecta: algunos secundarios, cierta dispersión narrativa y una resolución algo reticente impiden que lo sea. Aun así, la recomiendo sin dudar para quienes, como yo, aman el terror que te hace pensar y te deja un poco inquieta al salir de la sala. Si buscas una película de género que vaya más allá del susto puntual y te envuelva en su atmósfera y preguntas, Weapons es una excelente elección.
