
Cuando hablamos de X-Men, estamos hablando de una de las películas clave que ayudó a cambiar la percepción de lo que el cine de superhéroes podía ser. Antes de que Iron Man (2008) inaugurara el MCU y todo se volviera un fenómeno global de masas, X-Men ya estaba allanando el camino con una propuesta más madura y profunda. La película de Bryan Singer no solo capturó la esencia de los cómics de Marvel, sino que también estableció un tono más serio, algo que el género había explorado muy poco hasta ese momento.
Para entender el impacto de X-Men, es importante recordar que por el año 2000 no había eso de «universo cinematográfico» como lo conocemos hoy. Películas de superhéroes exitosas eran pocas e independientes: Superman (1978) y Batman (1989) fueron las más conocidas, pero el género había perdido fuerza a lo largo de los años 90, especialmente con sus secuelas (sobretodo las del director Joel Schumacher, ya sabéis a cuáles me refiero). Sin embargo, Blade (1998) demostró que se podía hacer una película de un personaje de cómics que fuera igual de oscura como entretenida. Fue en este contexto que X-Men llegó, y aunque hoy pueda parecer una simple adaptación más, en su momento fue toda una revolución. Logró ser un éxito de crítica y taquilla, lo que sirvió para allanar el camino a otros superhéroes como es Spider-Man (2002) de Sam Raimi y llegar, finalmente, al MCU. A este periodo, nosotros le llamamos la Fase 0 de Marvel.

A diferencia de las películas que llegaron durante la Fase 1 de Marvel, donde el humor y la acción se equilibraban con historias de origen más ligeras (Iron Man, Capitan América, Thor, aunque esto se explotó más en las siguientes fases), X-Men optó por un enfoque más serio y realista, con temas como el miedo, la discriminación y la exclusión social como partes de su trama. Esta seriedad es lo que hizo que se destacara respecto a lo que se hizo anteriormente, y sigue siendo uno de los motivos por los que la película (y su secuela) se mantienen al nivel, incluso en un panorama cinematográfico saturado de héroes.
Uno de los grandes aciertos de la peli es su elenco, compuesto por actores que, para muchos, han quedado inseparablemente ligados a sus personajes. Hugh Jackman es el claro ejemplo. Antes de ser Lobezno, o Wolverine para que no se enfade nadie, Jackman no era un nombre conocido en Hollywood, pero su interpretación del mutante solitario y atormentado lo convirtió en una estrella de la noche a la mañana. Su mezcla de carisma y mala leche, pero con corazoncito, definió a Lobezno como uno de los personajes más queridos del cine de superhéroes. Jackman se adueñó del papel de tal manera que continuó interpretándolo durante casi dos décadas, hasta su aclamada despedida en Logan (2017). Aunque recientemente lo vimos en la última de Deadpool.
Patrick Stewart como el Profesor Xavier fue otro gran acierto. Con esa mirada calmada y sabia, Stewart capturó perfectamente la esencia del líder de los X-Men, un hombre que lucha por la coexistencia pacífica entre mutantes y humanos. Ian McKellen como Magneto es igualmente impresionante. Magneto no es simplemente «malo», sus motivaciones están muy claras y hasta comprensibles, lo que lo hace un personaje mucho más interesante como villano.

En cuanto al apartado visual, aunque los efectos especiales de X-Men pueden no estar al nivel de los grandes blockbusters de hoy en día, para el año 2000 eran impresionantes. Singer y su equipo supieron equilibrar las escenas de acción con el desarrollo de personajes, sin que una cosa se comiera a la otra. Las secuencias de lucha, como el enfrentamiento final en la Estatua de la Libertad, son emocionantes sin perder de vista su sentido en la trama. No es una peli que tenga tanta acción frenética como las de ahora ni un ritmo tan trepidante, pero tiene un equilibrio mucho más comedido.
En resumen, X-Men no solo fue una de las primeras en darle seriedad y peso a las películas de superhéroes, sino que abrió el camino para lo que vendría después. Si no fuera por el éxito de películas como ésta (y Blade, no olvidemos Blade), tal vez no tendríamos el MCU tal como lo conocemos hoy. Es una película clave en la evolución del cine de superhéroes y, aunque algunos de sus efectos puedan verse un poco desactualizados, su impacto en el género la convierten en una película que sigue siendo esencial.