
X-Men: La decisión final es la tercera película de la trilogía original de X-Men, y aunque era una de las más esperadas en su momento, la verdad es que no estuvo a la altura de las anteriores. La película pierde ese enfoque y profundidad que hicieron de las dos primeras algo más que simples cintas de superhéroes. Aquí parece una conclusión rápida y superficial de lo que, en un principio, pintaba muy bien.
Uno de los mayores problemas de La Decisión Final es el cambio de director. Bryan Singer, que dirigió las dos primeras, decidió dejar la franquicia para irse a hacer Superman Returns (una elección, digamos, cuestinable), y la película cayó en manos de Brett Ratner, que venía de dirigir las de Hora Punta con Jackie Chan y Chris Tucker. Con esto ya te puedes imaginar que la trama iba a perder algo de profundidad en favor de la acción.
Esto se nota mucho en cómo manejan a los personajes. En las dos primeras películas, los X-Men no eran solo héroes con superpoderes, sino personajes con conflictos internos profundos, lidiando con temas como la identidad, la discriminación y el sentido de pertenencia. En esta, todo eso queda en segundo plano para dar paso a grandes peleas y un montón de efectos especiales, lo que deja la historia bastante superficial.
La película intenta combinar dos de las tramas más icónicas de los cómics de X-Men: la historia de Fénix Oscura y la introducción de la cura para los mutantes. Ambas historias tienen un gran potencial dramático y emocional, pero en lugar de complementarse, terminan compitiendo entre sí, lo que deja a ambas muy mal desarrolladas, como un quiero y no puedo apresurado.

A pesar de los problemas de la trama, el reparto sigue siendo uno de los puntos más fuertes de la película. Hugh Jackman continúa brillando como Lobezno, aportando la misma intensidad y carisma que lo convirtió en el corazón de la franquicia. Su relación con Jean Grey, aunque no está tan desarrollada como podría estar, ofrece algunos de los momentos emocionales más potentes de la película. Patrick Stewart (Profesor Xavier) y Ian McKellen (Magneto) siguen siendo pilares sólidos de la saga.
Entre los nuevos personajes, destaca Kelsey Grammer como Bestia, quien, a pesar de no tener tanto tiempo en pantalla, ofrece una interpretación sólida y convincente. Su caracterización, tanto en términos de actuación como de efectos especiales, es uno de los puntos altos de la película. Por otro lado, personajes como Cíclope (James Marsden) y Pícara (Anna Paquin) son lamentablemente dejados de lado. Cíclope, uno de los líderes de los X-Men en los cómics, apenas aparece en la película, lo que es una gran decepción teniendo en cuenta su historia con Jean Grey. Pícara, quien había tenido bastante protagonismo en las dos primeras entregas, queda relegada a un papel casi de figurante. Y luego están Ángel y Juggernaut, que parecen estar ahí solo por cumplir, sin mucho más que aportar.

En cuanto a las escenas de acción, aunque no están mal, les falta esa épica que deberían tener. Lo que se supone que es una guerra civil entre mutantes y humanos acaba pareciendo una batalla menor, parecida a la de Capitán América: Civil War, donde apenas se enfrentan un puñado de personajes.
En resumen, X-Men: La Decisión Final no logra cumplir con las expectativas que dejaron las dos primeras. Al final, se siente como un cierre apresurado para una trilogía que comenzó con fuerza. A pesar de algunos momentos entretenidos, sobre todo en términos de espectáculo y actuaciones puntuales, no consigue ese equilibrio entre acción y emoción que tanto nos gustó de las primeras. Aún así, sigue siendo una pieza importante en la evolución de las películas de superhéroes, aunque con sus altibajos.