En un barrio residencial a las afueras de Londres, la vida es lo más monótona y aburrida que uno se pueda imaginar. Todos repiten su día a día de forma rutinaria y tediosa, como si su cerebro se hubiera fundido. Entre ellos se encuentra el pringado de Shaun. Este treintañero vendedor de electrodomésticos sigue viviendo como en sus años de universidad. La casa que comparte con Pete y Ed parece un estercolero por culpa de este último, un vago que solo bebe cerveza y juega con la consola, y cuya única dedicación es vender un poco de droga, si es que la tiene. Shaun tampoco es que sea una perla, pierde las tardes en el pub bebiendo una pinta tras otra, obligando a Liz, su novia, y a sus amigos a acompañarle, mientras Ed juega con las tragaperras. Sin embargo Liz ya ha tenido suficiente, quiere vivir experiencias y disfrutar de la vida sin pasarse horas y horas con el aburrido de su novio en un pub, así que se ve obligada a dejarlo. Con estas perspectivas, Shaun decide cambiar y arreglar su vida, pero no tiene en cuenta que esa misma noche se de ha desatado un apocalipsis zombie. Así que, entre cabeza aplastada y extremidad cortada, intentará rehacer su relación con Liz, reconciliarse con su padrastro y hacer de Ed un hombre de provecho.
Tras las cámaras de esta desternillante película de terror está el joven y atrevido Edgar Wright, un director que se ha labrado una carrera peculiar pero repleta de éxitos, sobre todo en el cine de género y de culto. Wright dirige y co-escribe el guión de esta película junto a uno de sus amigos de toda la vida, Simon Pegg, que además lidera un reparto envidiable. Al lado de Pegg está su inseparable amigo en la vida real, Nick Frost; juntos se ponen al frente de un reparto formado por Kate Ashfield, Lucy Davis, Dylan Moran, Peter Serafinowicz, Rafe Spall, Jessica Hynes, Penelope Wilton, y el incombustible Bill Nighy; además de contar con cameos de la talla de Matt Lucas, Martin Freeman o Chris Martin, cantante de Coldplay.
También es importante destacar el apartado técnico, ya que sin él sería difícil tomarse en serio a un grupo de adultos corriendo por verdes jardines aporreando a zombies mal caracterizados. Seguramente los efectos especiales no son los mejores del mundo, pero son más que suficientes y notorios para una película de la envergadura de Zombies Party, ya que queramos o no, esta película es de andar por casa. No por su baja calidad, al contrario, sino por ser el primer proyecto, y el que los llevaría al estrellato, del trío de amigos creativos que son Edgar Wright, Simon Pegg y Nick Frost.
Lo que hace especial Zombies Party no es tanto el género que aborda, ni el buen trabajo de los actores y equipo técnico, sino la originalidad de su base argumental. Como peli de zombies no destaca ni aporta nada nuevo, sin embargo el planteamiento que director y guionista le dan, consigue dar una vuelta de tuerca más a las pelis de terror de una forma original y diferente. A raíz de ello, esta película podría catalogarse de terror, ciencia ficción o humor, dependiendo de los ojos que la miren.
Además de los zombies, elemento más que evidente, son innegables las numerosas referencias a las películas de George A. Romero (La noche de los muertos vivientes, 1968; Zombi. El regreso de los muertos vivientes, 1978; y El día de los muertos, 1985), convirtiéndose en un auténtico tributo a estas películas que marcaron un antes y un después en el género. Pero no son muertos vivientes todo lo que reluce en Zombies Party, en el elaborado guión escrito por Edgar Wright y Simon Pegg, destacan dos cosas por encima del terror, el humor y ese aspecto «comiquero» que tanto nos gusta. Siendo británico, no podía ser de otro modo que director y guionista nos hacen reír sin la necesidad de hacer payasadas, sino que introducen los gags con mucho talento en una situación alarmantemente seria como podría ser un apocalipsis zombie. Tan sólo el planteamiento ya resulta tronchante, en lugar de desarrollar este ir y venir de ataques zombie en una base militar americana, una gran ciudad como Nueva York o en alguna instalación secreta de investigaciones biológicas, lo encuadran en un pequeño barrio residencial a las afueras de Londres, algo que se convertirá en una característica esencial de todas las películas de la trilogía Cornetto, haciendo que la película ya resulte desternillante y original desde un principio.
Por otro lado, la manera de tratar las escenas, de jugar con la cámara y con los intervalos temporales, dan a esta película el aspecto de un cómic en movimiento. Los travelling, los cambios de luz y los giros rápidos de enfoque nos aportan la sensación de estar leyendo las páginas de un cómic, saltando de viñeta en viñeta. Además, el tratamiento de los colores resulta determinante en este aspecto, por ejemplo, los del uniforme de Shaun o los de los ojos de los no-muertos, son chillones y muy planos, alejándose del típico ambiente tétrico de las películas de terror, a la vez que el director resalta aquello en que quiere que se fije el público, atrayendo las miradas a una parte u otra de la pantalla.
Tras el éxito cosechado con Zombies Party, Wright, Pegg y Frost volverían con dos nuevos proyectos que junto con esta película formarían la llamada Trilogía Cornetto, o en inglés, Three Flavours Cornetto Trilogy, caracterizada por tratar géneros de culto en clave de humor, contar con casi el mismo equipo y reparto, y por que en ellas siempre aparece algún Cornetto. Todo empezó como un pequeño gag sin importancia en la trama, cuando el personaje de Nick Frost decide tomarse un Cornetto de fresa para desayunar, cuyo color se puede relacionar con la sangre y los elementos gore de la película. Esta referencia, se convertiría en uno de los símbolos de la película, así como un nexo entre esta y las otras dos películas de esta peculiar trilogía.
Zombies Party tiene de todo: frases lapidarias, momentos terriblemente épicos, como cuando intentan acabar con un zombie al ritmo de Queen, humor y muertos vivientes. Sinceramente, solo se me ocurre una cosa mala de esta peli… Que se acaba.